La aceleración de la sinergía entre biología y digitalización es un desafío para el tejido institucional. El diseño genético de plantas y animales está generando cambios disruptivos en la sociedad.
El cambio tecnológico digital nos está mostrando y nos mostrará avances sorprendentes en el agro. La tecnología biológica y genética ha generado saltos productivos casi mágicos: la biotecnología promete dar batalla a la sequía, disminuir el uso de agroquímicos y diseñar genéticamente plantas y animales para producir más y mejor.
La clase de exonomics (economía exponencial) abordó por ejemplo la naturaleza exponencialmente deflacionaria de estas tecnologías, los problemas de “no derrame” que se observaban con ella en Estados Unidos, la dificultad del estado para mantener cierto control y los efectos potencialmente negativos (en términos de la metodología utilizada para el cálculo) para el PIB.
La producción de proteínas en reactores a enorme escala y en cualquier lugar del mundo puede generar una enorme abundancia de alimentos que harían disminuir los precios de las proteínas de consumo masivo. Igual, todo está por verse.
Sin embargo, en esos enriquecedores y maravillosos días en San Francisco, se habló poco y nada sobre los impactos políticos, morales, éticos o inclusive religiosos que estas tecnologías podían tener. La tecnología por el ascensor, las instituciones por la escalera… La privacidad y propiedad de la información, los límites de la manipulación genética, la reproducción artificial de proteínas humanas, los límites de propiedad del sector privado para hackear el funcionamiento de la biología o las mentes de los ciudadanos no forman parte de las discusiones.
La cuestión de fondo es que todo lo exponencial del cambio técnico convive con la capacidad de los seres humanos a adaptarse a dicho cambio. Como indica Brynjolfsson, por primera vez en la historia la tasa de crecimiento de la tecnología esta superando a la tasa en que los hombres pueden adaptarse a ella.
Pero hay otra dimensión en ese sentido que es lo institucional. Si los individuos corren riesgos de quedar rezagados en esta carrera, es muy difícil pensar que las instituciones no sigan el mismo y tortuoso camino. ¿Por qué pensar que la obsolescencia llega solo a las empresas que no aplican tecnología y no se adaptan al cambio? La obsolescencia es igualmente cruel con las instituciones, pero con resultados más dramáticos. Solo hay que analizar el caso público de una red social famosa. Con algoritmos de inteligencia artificial aplicados a estudiar el perfil de los usuarios, pudieron conocer las preferencias y rasgos de su personalidad, utilizando la información con fines electorales.
Imaginemos esto aplicado a conocer la información productiva y económica de cada productor. Es probable que estos algoritmos conozcan más de un predio que su propio productor. Las empresas proveedoras, por ejemplo, podrían contar con estrategias de diferenciación de precios quitando cualquier tipo de excedente. O los oligopsonios globales aplicando inteligencia comercial para mejorar el poder de mercado actual, quitando toda la renta posible.
Este escenario puede representar una enorme oportunidad para países como el nuestro si logramos destacarnos en esta nueva carrera en la que los países van a definir su nueva fuente de competitividad. Argentina debe y puede rápidamente competir de esta industria de la regulación y pensar en grande.
La irrupción de estas disruptivas tecnologías deja a todos los países y a muchas empresas en una igualdad de condiciones que hace muchas décadas no se presentaba. Tenemos la oportunidad de recuperar muchos casilleros en la historia y dar paso -con prudencia- a esta enorme fuerte de riqueza para el conjunto de nuestro país y el mundo. Argentina puede ser elegida como la meca mundial de muchos emprendimientos agtech para lograr la primera desregulación, cuestión impensada en otros países con instituciones más rígidas. A esto hay que sumar las destacadas capacidades profesionales existentes en los principales organismos locales.
Hay que alejarse de ejemplos como el de Inglaterra del siglo XX, que prohibió el automóvil y permitió el desarrollo de una de las industrias más importantes del mundo en Estados Unidos. Muchas de las nuevas tecnologías a lo largo de la historia tienen férreos enemigos. Siempre los ataques públicos son de una grandilocuencia altruista que esconden mezquinos intereses corporativos.
La obsolescencia institucional de una organización es más difícil de revertir, cuanto más fuerte es la institucionalidad subyacente. Y no debe abordase con agresión. Las instituciones agredidas se vuelven más conservadoras y privilegian mantener las zonas de confort, consolidando de manera irreversible la tendencia a la obsolescencia y posterior desaparición. A las instituciones se las moviliza, desafiándolas con propuestas novedosas que estén a la altura de su propia inteligencia. Hay industrias gigantescas que están derrumbándose a manos de impensados proyectos de garaje. De no contar con una estrategia para escapar a la obsolescencia, podrán caer por el propio peso de la nueva carrera tecnológica.
Nota de Redacción: el autor es un economista especializado en agroindustria y ex secretario de Agricultura de la Nación.
Fuente:https://www.clarin.com/rural/instituciones-jaque-saltos-tecnologicos_0_2iCbO-UNc.html
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