Duchas con agua fría, sacarlos de sus camas en horas de la noche para dejarlos castigados en el patio y golpes hasta con cinturones son algunos de los crudos relatos que expusieron los menores que fueron retirados de un hogar perteneciente a una importante congregación religiosa de San Rafael por las denuncias de abusos cometidos por las personas a cargo de esa institución.

Los presuntos maltratos a los que eran sometidos los niños y niñas salieron a la luz a mediados de diciembre, cuando personal de la Dirección de Niñez, Adolescencia y Familia (Dinaf), con el aval de la Justicia de Familia, tomó la determinación de retirar a 25 menores de Hogares pertenecientes al Verbo Encarnado, en el departamento de San Rafael. Por el hecho, hay cuatro religiosas investigadas.

Durante la primera quincena de marzo, diez de estos menores fueron sometidos a la técnica de la Cámara Gesell, donde se constató si estaban en condiciones de declarar o no. Aquellos que sortearon este paso relataron frente a los profesionales cómo fue su estadía en el hogar Santa Gianna, ubicado en el distrito de Rama Caída. El Sol accedió a documentos donde constan los dichos de los menores quienes refirieron los malos tratos a los que eran sometidos por parte de algunas religiosas con quienes convivían.

Resulta llamativo, al revisar los documentos, que en la mayoría de los casos los menores coincidieron en que ellos o sus compañeros fueron sometidos a castigos que consistían en duchas de agua fría con ropa en situaciones donde “se portaban mal” o estaban “alterados”.

Según sostiene en el relato, uno de los niños aseguró que en una oportunidad se reía de uno de sus compañeros mientras hacía la tarea, lo que motivó que una de las monjas que estaba en el Hogar lo retara y lo llevara a los empujones hacia la ducha, mientras él se resistía retrocediendo. Lo metió abajo del agua fría, por lo que se le mojó toda la ropa y después se cambió.

“Me metían al agua fría, me metían a la ducha con ropa, zapatos, zapatillas, botines o cualquier cosa”, sostuvo uno de los nenes.

Además de este castigo, otros menores también refirieron haber sido encerrados en “una pieza donde la puerta no se podía abrir”, que sería según el relato de otros de sus compañeros un baño que no tenía picaporte. Allí eran trasladados “para que se tranquilizaran”.

Otro de los puntos en común en los dichos fue que en algunas ocasiones los dejaban afuera. De acuerdo a los testimonios, cuando se portaban mal las hermanas los mandaban en penitencia y a la noche los sacaban al patio “aunque hiciera frío”.

Los menores reiteraron que este tipo de castigos ocurrían de noche y, en ocasiones, cuando no querían dormir. En ese sentido, aseguraron que los llevaban a un patio o a un lavadero. Además, algunos de ellos estaban descalzos cuando eran sometidos a estas prácticas.

En otro relato, uno de los niños cuenta que una de las hermanas lo dejó fuera, por lo que este menor comenzó a tirar “piedritas por debajo de la puerta” y golpeaba “para que le abrieran”. La religiosa salió y le dijo que si no paraba con su actitud se iba a quedar allí. Ese mismo niño dijo que, en otro momento, entre dos de las monjas “le trabaron los brazos detrás de la espalda y le dijeron que si se tranquilizaba lo dejaban entrar al hogar”.

Con respecto a los golpes, entre los relatos figuran chirlos en la cola, en la boca cuando decían malas palabras y castigos con chancletas o cinturones.

Al respecto, uno de los niños sostuvo que un día escuchó a alguien llorar, por lo que se arrimó por la ventana de una de las habitaciones, donde vio a uno de los chicos y a una de las religiosas, quien le estaba pegando “despacito con la parte del cinturón que no tiene fierro”, en un lugar donde un familiar le había pegado antes y “tenía como trizado”.

Una de las niñas rompió en una oportunidad un vidrio de la ventana de la habitación donde dormían, entonces esa noche las monjas les pusieron más frazadas a sus compañeras, pero no a ella, quien “se largó a llorar en su cama”, según el relato.

A pesar de los maltratos a los que todos los menores hicieron referencia, muchos de ellos aseguraron que les gustaba vivir en el Hogar Santa Gianna, aunque les gusta “más” vivir en dónde están actualmente.

La medida

La medida de apartar a los menores del hogar religioso fue tomada por la Dinaf a mediados de diciembre, con el aval de la Justicia de Familia y fueron reubicados en tres nuevos hogares dependientes de la Dirección.

En diálogo con El Sol, Vanina Barone, directora de la Dinaf, aseguró que actualmente se realiza un acompañamiento a los menores a través de operadores del organismo que los están cuidando como así también un equipo técnico, conformado por psicólogos y trabajadores sociales.

En ese sentido destacó que asisten todos al colegio y que está “bastante bien la inserción en el barrio de los chicos. Se han habituado bastante a los vecinos y demás. La idea es que lleven la vida lo más normal posible”.

De acuerdo a la política de microhogares que estableció la gestión de Alfredo Cornejo, los niños fueron distribuidos según las edades y el vínculo familiar.

Si bien mostró cautela, ya que el caso está en proceso penal por lo que aguardan que les remitan los resultados de las Cámaras Gesell, sostuvo que en general “ir a declarar genera un estrés al niño” y que a simple vista “están mejor”. La profesional destacó que se busca hacer una evaluación más en profundidad ya que “ha sido muy pronto, esto ocurrió en diciembre y un proceso de adaptación lleva un buen tiempo”.