Gazavat Dadaev nació en Kazi-Kumuj, pueblo de musulmanes del Cáucaso. En su adolescencia fue pastor y aprendiz de orfebre. Pero su auténtica vocación era la danza. Ingresó en un grupo de bailes folclóricos. Al estallar la guerra Dadaev fue destinado a una “brigada de entretenimiento”, cuyo trabajo era recorrer el frente ofreciendo a las tropas espectáculos de baile, malabarismo o ilusionismo. Aquello no le libró de tener que tomar las armas en más de una ocasión. Durante la liberación de Grozny fue herido de gravedad. Llegó al hospital de campaña en tal mal estado que los médicos lo dieron por muerto, e incluso se llegó a expedir un certificado de defunción con su nombre.
No tengo claro hasta qué punto su falsa muerte influyó en el comienzo de su doble vida. Gazavat se cambió el nombre por Félix, según dice en memoria de un oficial y profesor de baile polaco que había muerto en sus brazos. A menudo sus amigos bromeaban con su parecido físico con Josef Stalin. Aunque él se mostraba molesto por aquellos chistes, en el fondo se sentía orgulloso, según confesaría muchos años después. Un día de 1943 unos hombres vestidos de civil fueron a buscarlo y sin darle muchas explicaciones le hicieron subir a un avión con destino a Moscú. Le instalaron en las afueras de la capital y comenzaron a prepararlo para convertirlo en un doble del dictador soviético.
El joven tuvo que engordar once kilos y calzar zapatos con un poco de taco, para emparejar las desigualdades en peso y altura que había entre los dos hombres. La nariz, las cejas, los ojos y la voz eran casi idénticos. Tuvieron que recurrir al maquillaje para simular las canas y las marcas de la viruela en la cara. Le hicieron ver horas y horas de documentales para que aprendiese a imitar los movimientos, la forma de andar, los gestos, los ademanes y la entonación de voz de Stalin. Las dotes para la interpretación de Dadaev y su pasado en el mundo del espectáculo le ayudaron a conseguirlo.
Una mañana Dadaev fue trasladado al Kremlin y conducido ante el general Vlasik, el jefe de seguridad personal de Stalin. El general le inspeccionó en silencio, y, tras una pausa, hizo un gesto de aprobación con la cabeza. Según Dadaev, Stalin tenía cuatro dobles. Eran utilizados, por ejemplo, como señuelos en los desplazamientos. En un principio, Dadaev se limitó a realizar aquella tarea, entrando y saliendo del Kremlin en el coche del Secretario General. Más tarde le asignaron misiones más complejas, como sustituirle en actos oficiales. En una ocasión presidió un desfile de deportistas desde el Mausoleo de Lenin, en la Plaza Roja: “Pude ver que nadie sospechaba. Una vez más la KGB lo había logrado».
La misión más importante de Dadaev tuvo lugar en febrero de 1945, cuando Stalin tuvo que viajar a Yalta para participar en la cumbre aliada junto a Winston Churchill y Franklin D. Roosevelt. La inteligencia soviética había recibido información sobre un complot para asesinar al dirigente soviético, y se extremaron las precauciones. Dadaev le suplantó en el coche que hizo el trayecto del Kremlin al aeropuerto y en el avión que lo llevó a Crimea. Allí se encontraba ya Stalin, que había hecho el viaje en secreto con anterioridad. Pese a haber permanecido tantos años a su servicio, Dadaev estuvo solo una vez delante de Stalin, ya en los años 50. El encuentro fue breve: «Él sonrió y me hizo un gesto de aprobación, y eso fue todo».
Tras la muerte de Stalin, Dadaev como es lógico, quedó liberado de sus funciones. Le permitieron volver a la vida civil, aunque antes le hicieron comprometerse a guardar de por vida el secreto de su trabajo. Y lo hizo durante más de medio siglo, hasta que en 2008 se decidió a romper el silencio. Ese año publicó un libro y apareció en numerosos artículos de prensa como uno de los pocos casos confirmados de dobles de dirigentes históricos
Gentileza: Beatriz Genchi – beagenchi@hotmail.com
Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.






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