Hace trece años, seis ladrones vaciaron 147 cajas de seguridad de un banco a las afueras de Buenos Aires y huyeron por un túnel en lanchas inflables. El Banco Río de Acasusso, sede del robo del siglo de Argentina.
Adentro del banco, seis ladrones y 23 rehenes. Afuera, más de 300 policías, con fusiles y escudos. Desde lo alto, ocultos, cuatro francotiradores esperando una orden. Y más de 20 cámaras que transmitían la noticia a toda la Argentina. Después de cinco horas de tensión, los policías irrumpieron en el banco, pero los asaltantes se habían fugado en dos gomones por un túnel. Además de llevarse 15 milones de dólares, dejaron un mensaje cerca de las 147 cajas de seguridad que vaciaron: «En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es sólo plata y no amores»
La banda cayó por la delación de la esposa de unos de los ladrones. ¿El motivo? Su marido pensaba fugarse con su amante más joven.
Además de ser considerado el robo más importante de la historia criminal argentina, el atraco tuvo un detalle novedoso: Fernando Araujo, el ideólogo y ejecutor del plan. No tenía un pasado de delincuente. Pintaba cuadros en su atelier, a diez cuadras del banco, y era profesor y campeón de jiu jitsu. Pero un día se le ocurrió dar un golpe como ningún otro.
Cuando Araujo, de 44 años, comenzó a reclutar a sus compañeros, algunos no le creían. «Lo subestimé. Era un gran orador, pero como vestía con ropa sucia, tenía barba crecida y fumaba marihuana, parecía un bohemio fantasioso, no un hombre que quiere cometer un gran asalto», cuenta Rubén Alberto de la Torre, el primer ladrón en entrar en ese banco -disfrazado de médico y con peluca- y gritar: «¡Arriba las manos!
El líder consideraba que podría haber sido contador, ingeniero, arquitecto, gerente de una empresa, filósofo o actor. «A veces me pregunto cómo puede ser que una persona como yo, con estudios universitarios, fruto de una buena familia, de clase media alta, se haya dedicado a transitar por el lado marginal», dice Araujo a EL PAÍS.
Planeó el asalto durante dos años. Les dijo a sus cómplices que la idea era golpear al sistema capitalista de los bancos, no ir contra la gente. «Tenemos que ganarnos el clamor popular», les dijo. La idea era engañar a la policía, hacerle creer que eran delincuentes dispuestos a matar a los rehenes, cuando en realidad querían ganar tiempo para vaciar las cajas de seguridad y fugar sin ser vistos.
El robo fue una especie de anticipo de lo que sería La casa de papel: ladrones audaces, que no buscan causar daño y usan el ingenio para dar un gran golpe, bajo la batuta de un hombre pensante y sin antedecentes delictivos.
El ladrón que habló con el negociador policial fue Luis Mario Vitette Sellanes, que estudió teatro para hablar con desenvoltura. Entró con un traje gris y enmascarado. «Fuimos como una especie de magos. Cuando entraron a detenernos, no estábamos. La prensa decía que seguro estábamos escondidos. Pero nos fuimos por un boquete hacia un túnel que construimos durante un año y medio», recuerda Vitette. En la actualidad vive en Uruguay, su país, y atiende una joyería. «Todo legal», aclara por si acaso.
Araujo también dice que se retiró del delito. Escribe el guión para la película sobre el robo y volvió a dar clases de artes marciales. «La idea del origen del universo y la idea del robo fueron las únicas veces que me generaron una serie de sensaciones en el cuerpo», revela. Se define como un hombre espiritual, aficionado a la astronomía y al ajedrez que fuma marihuana y pinta cuadros mientras escucha a Mozart.
La originalidad del asalto causó admiración en no pocas personas. Desde el cineasta Luis Ortega, director y autor de la película El ángel (nominada a los Goya) hasta el músico Andrés Calamaro.
El ex líder de Los Rodriguez conoció a tres integrantes de la banda. Y hoy lanzó su revista digital Nervio con un artículo escrito por él. Puede leerse: «Es la fecha patria del hampa, debería ser feriado para todos los bandidos. Se trató de un asalto lleno de detalles que lo hacen único; sin armas ni lastimados, el robo ideológico. El plan perfecto. Literatura, crimen, tango, cine, asaltantes, rock y el territorio prohibido. Los rebeldes. Un soplo de lirismo amoral en un tiempo donde descreemos de cualquier mecanismo estatal, político o ideológico».
Fuente:https://elpais.com/internacional/2019/01/13/argentina/1547398987_847145.html
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