Hay un origen espacial detrás de la estatal Empresa Argentina de Soluciones Satelitales AR-SAT. Y una historia más allá de la atmósfera que vale la pena repasar.
En agosto de 2005, el entonces secretario de Comunicaciones , Guillermo Moreno, recaló en Ottawa, Canadá, con una misión: contratar un satélite para que ocupe una nueva órbita -la 81 que se sumaba a la existente 72, donde estaba posicionado el Nahuel I-, sin utilizar desde 1998, cuando la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) la otorgó. El Nahuel II debió estar en el espacio antes de 2002, pero la empresa Nahuelsat no logró ponerlo en el aire. Entonces, el país negoció una prórroga del plazo hasta el 19 de octubre de 2005, fecha en que se perderían los derechos sobre esa codiciada condición espacial que permite dar comunicaciones y TV a toda América, incluido Estados Unidos.
En Canadá y sin licitación, Moreno alquiló por 2,1 millones de dólares el satélite Anik E2, un aparato que daba vueltas alrededor de la Tierra desde 1991. Pero la máquina salvadora del secretario no tenía grandes prestaciones. La compañía Telesat, un operador global de satélites, había reportado que el Anik E2 fue alcanzado por una tormenta solar que afectó su funcionamiento y que hizo que perdiera el control orbital en 1994. La compañía había mudado sus señales a su hermano (el Anik F2) y el díscolo se alquiló a Venezuela para ocupar la posición 67.
Los venezolanos ya lo habían descartado y, en consecuencia, mudaron sus señales a otro, aunque aquél se mantenía en la órbita de ese país. Una gestión de urgencia con el presidente Hugo Chávez liberó la chatarra espacial para que Moreno inflara el pecho. El 7 de octubre, el secretario firmó para que las señales pasen al ahora rebautizado Pueblo Peronista (PP) Sat 1, tal el nombre de la unidad básica del funcionario. El 17 de octubre de 2005, día de la lealtad para el justicialismo, el Pueblo Peronista entró en órbita. Apenas 33 días después, dejó de funcionar para siempre y nunca más emitió una señal.
Mientras que en el espacio los satélites argentinos no tenían rumbo, en el Congreso se trataba la creación de una empresa destinada al diseño, desarrollo, construcción en el país, lanzamiento o puesta en servicio de satélites de telecomunicaciones. Otra idea de Moreno. Finalmente, la ley 26.092 se sancionó en abril de 2006, justo cuando el funcionario se mudaba a la Secretaría de Comercio Interior.
Así nació AR-SAT. Siete años después, la empresa recibe cada vez más subsidios del Estado y aún no tiene definido el rumbo. Según datos de la Asociación Argentina de Presupuesto (ASAP), en los primeros 150 días del año recibió transferencias por $ 19 millones diarios. Ingresó en el mercado de la televisión digital, pero no logra afianzar la propuesta; no pudo poner en órbita ningún satélite criollo, uno de sus objetivos, aunque anuncia que lo hará en 2014. Gastó millones en un tendido de fibra óptica por todo el país, que, según la jerga, está «oscuro» (apagado). Justamente esta red es uno de los desvelos de la administración, ya que son conscientes de que pese a los millones que gastaron (no hay datos oficiales de cuánto se gastó) falta otro tanto para poder transmitir datos por la red. Y, claro, el dinero no abunda ahora. Además, se quedó con una porción del espectro para operar telefonía celular similar a la que tienen Movistar, Personal y Claro. Es decir, es un jugador que condiciona al resto, pero no hace nada.
Hoy por hoy, la estrategia desconcierta a todo el sector. «La mayor crítica a la idea de AR-SAT no es que sea estatal. En todo caso, ésa es una discusión ideológica y en el mundo hay innumerables ejemplos de estados prestadores o financiadores de proyectos de infraestructura. La mayor crítica es que no se divisa una estrategia de mediano plazo que conteste qué, para qué, cómo y dónde», dice Marcelo Celani, economista especialista en Regulación de Servicios de Infraestructura y Política de Competencia y profesor de la UTDT.
Un ejecutivo de una firma del sector coincidió en el diagnóstico: «La empresa nació para ocupar posiciones satelitales y que la Argentina no las perdiera, y con los años se convirtió en un vehículo para que el Estado realizara inversiones en infraestructura en el sector de las telecomunicaciones. Ahora, más allá de la promesa de construir y poner en órbita el satélite argentino en 2014, construye la Red Federal de Fibra Óptica y la Red Federal Inalámbrica».
El tendido de fibra óptica es uno de los proyectos que más han entretenido al ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, en los últimos tiempos. Según una presentación que hizo la empresa en abril en la Asociación Argentina de Derecho de las Telecomunicaciones, el proyecto es tener 50.000 kilómetros de tendido. De esa cifra ya hay alrededor de 10.000 que se hicieron a través de swap (es decir, permutar capacidades de transporte con empresas que ya tenían realizado el cableo).
Además, a puro contrato de obra pública -una debilidad de De Vido- se tendieron entre 8000 y 10.000 kilómetros más de red propia. ¿Qué pasa con esta obra? Tres fuentes del sector indicaron que estos 10.000 kilómetros están apagados. Por ahora, son cables enterrados. «La falta de estrategia es una consecuencia de que la Argentina carece de reglas dictadas por el Congreso en materia de despliegue de infraestructura de telecomunicaciones públicas y, por ende, no se sabe cómo se insertará con la privada para evitar duplicaciones innecesarias. La experiencia internacional (Uruguay, Brasil, Colombia, Estados Unidos y Europa) muestra que, antes del despliegue de red, existen directrices formales con asignación de presupuesto. Esto preocupa no sólo porque hay fondos públicos involucrados, sino porque implica un cambio de magnitud en el mercado y eso sí tiene significación en materia de riesgos empresarios privados, lo cual, a la larga, afecta a los usuarios», agregó Melani. La Red Federal Inalámbrica tiene que ver con la telefonía celular.
Desde diciembre pasado que la empresa es titular del 25% del espectro para dar servicios de telefonía móvil, una porción similar a la que tienen Personal, Movistar y Claro. Esta decisión oficial cambió el tablero de las expectativas. Para un sector donde la inversión, la tecnología y la competencia es cosa de todos los días, la aparición del Estado -que a su vez es controlador, regulador y sancionador- no pasó inadvertida. «El Gobierno puede ser mayorista en telefonía celular. Y está dispuesto a hacerlo. Y eso para los que operamos el mercado es algo que hay que tener en cuenta. Hasta que ocurra, ese 25% de espectro que no se ocupa es parte de la solución de los problemas que tiene la telefonía, que está saturada», dijo un ejecutivo de una firma.
A fines del año pasado, la presidenta Cristina Kirchner anunció la creación de la empresa de celulares Libre.ar. Con el eslogan «Libre.ar y los libres del mundo responden», De Vido le puso nombre a su nuevo proyecto. Pero por ahora no hubo avances. La idea es repetir el esquema YPF-Chevron: el Estado aporta el recurso y un privado, el dinero. Varias veces se habló del Grupo Eurnekian. Por ahora, esa posibilidad no está tan cerca. Matías Gainza Eurnekian, sobrino de Eduardo y uno de los ejecutivos que tuvieron a su cargo el estudio del negocio, dijo a LA NACION que el interés nunca estuvo en AR-SAT, sino en Nextel. «Desde Nextel Estados Unidos se contactaron con Eduardo para ver si nos podría interesar la filial local. Estudiamos el negocio. Hubo reuniones, pero desde hace un par de semanas, no hubo respuesta por parte del grupo vendedor. Se ha enfriado», agregó.
Los números muestran que la empresa de telecomunicaciones depende fuertemente de la asistencia estatal. Según la cuenta de ahorro inversión que publica el Ministerio de Economía, en 2011, último dato disponible, la firma necesitó asistencia del fisco por $ 2204 millones, mientras que generó $ 166 millones de recursos propios. En 2012, los subsidios llegaron a $ 2962 millones y la generación de caja habría estado en algo menos del 10% de esa cifra.
Mientras tanto, en el mundo las empresas de telecomunicaciones no dejan de ganar millones. Y «los libres del mundo responden»… Pero se les corta la llamada.
SEÑALES DE TV PARA TODOS
Desde AR-SAT se gestiona la distribución de canales de televisión; la firma pretende que señales muy requeridas le regalen la programación, pero eso limitaría a las empresas
INTENTO DE CENTRALIZAR DATOS
En la estación terrestre de Benavídez, provincia de Buenos Aires, se construyó una sala cofre para resguardar datos, pero varios organismos no quisieron enviar los suyos
UN SERVICIO CON POCO ATRACTIVO
La Televisión Digital Abierta (TDA) es uno de los negocios de la empresa; la iniciativa no logra imponerse ya que la oferta de canales no resulta atractiva para los televidentes
UNA SALA COFRE Y ADIÓS AL IVA
U ambicioso proyecto emplazado en la estación Benavídez (sede de AR-SAT) es la instalación de un megacentro de acopios de datos alojado en una sala cofre que cuatro fuentes, que vendieron complementos para la puesta en marcha, catalogaron de descomunal. El objetivo era que todos los organismos del Estado alojaran allí sus preciadas bases de datos. El proyecto se terminó -a un costo que es uno de los secretos mejor guardados- pero algo falló. ¿De qué se trata? Pues de la resistencia de los organismos públicos de entregar el tesoro de los datos a una pensión que maneja Julio De Vido y sus muchachos. Aún resuenan las carcajadas que se sintieron cuando los jefes de seguridad de la AFIP recibieron el pedido de mudanza de sus datos. Más aún, tratándose de AR-SAT, una empresa que no aporta nada a la caja del recaudador: en 2007, el Congreso le aprobó la eximición de los impuestos nacionales, incluidos el IVA e impuestos internos.
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