Cuando los centros vecinales demuestran que los principios de: “comunicación, inclusión, igualdad y reciprocidad” interactúan de manera constante y permanente, generando confianza y fortaleciendo los nexos entre la “ética” y la “responsabilidad social”
Guillermo Molas, presidente Centro Vecinal Bº Inaudi
La idea de Inteligencia Territorial destaca la participación de diferentes tipos de actores en las decisiones que atañen al territorio local. Entre los actores comunitarios, las organizaciones vecinales son fundamentales porque poseen un conocimiento vivencial del espacio geográfico que comparten los vecinos. Ese conocimiento, generalmente está enfocado en las carencias del barrio o del distrito y se constituye en su razón de ser, como medio para la defensa frente a la autoridad del gobierno local. Esta función tan solidaria queda lamentablemente acotada a una relación bastante tradicional como intermediario entre municipio y comunidad. Un caso especial lo constituyen las llamadas cooperativas de servicios rurales o uniones vecinales que se encargan de administrar el servicio de agua potable, las que generalmente están lideradas por personas mayores o pequeños propietarios de la agricultura tradicional. Se puede observar una fuerte identidad territorial que, frente a las transformaciones y modernización del campo, subsisten justamente por ese sentimiento de arraigo. En la provincia de Mendoza, la importancia de las organizaciones vecinales se vio incrementada durante la década del ’90 con los procesos de descentralización, para canalizar políticas de vivienda, algunas obras públicas y servicios en los barrios. Desde una perspectiva de gestión asociada, deberían revitalizar su función como entidades capaces de aglutinar no sólo demandas sino también proyectos de desarrollo que promocionen al territorio vecinal desde otras dimensiones, económica, cultural, ambiental.
Articulación intermunicipal, presupuesto participativo, agencias de desarrollo, consejos consultivos, planes estratégicos, son algunas de las estrategias que se vienen aplicando en ese sentido. Es aquí donde se destaca el papel de las uniones vecinales porque representan naturalmente la unión de los habitantes con su base territorial más elemental, el barrio o el distrito rural. Las relaciones son bidireccionales, la unión vecinal representa una función muy tradicional, la de ser intermediaria frente al municipio, representando los intereses del barrio, pidiendo mejor servicio de barrido de calles, solicitando una sala de primeros auxilios, entre otras. Cuando las relaciones entre diferentes tipos de actores se triangulan, representando mejor la complejidad de los microterritorios vecinales, aún aquellos de ámbitos rurales que aparentemente no cambian.
¿Cómo funcionan los actores en la co-construcción, de manera triangulada, de ese territorio microlocal? En esta reflexión se dejan de lado los mecanismos institucionalizados de gestión asociada, dirigidos desde un municipio o desde un ministerio. En condiciones de actuación espontánea, sólo controladas por la legislación sobre personas jurídicas, las uniones vecinales se desenvuelven con criterios más o menos tradicionales, más o menos innovadores, más o menos participativos. Se pueden distinguir al menos, tres tipos de actores: vecinos, líderes e institución municipal.
Sin embargo, para insertar la conciencia de que están co-construyendo su territorio, con toda la responsabilidad que les cabe, sería conveniente que algunos actores científicos se inserten en esa triangulación, al menos como asesores en el manejo de la información sobre su propio territorio, superando meros registros de socios, cuotas y mantenimiento del servicio. Muchas veces el mismo municipio no tiene idea sobre la población migrante que se “alberga” en el lugar, la magnitud de las inversiones ni los impactos sobre ambiente.
De tal manera, además de la función tradicional de interceder ante el municipio, estas uniones vecinales cumplen una función social de arraigo, salubridad y contribuyen a consolidar el espacio construido de los pueblos rurales. En paralelo con la idea de IT, el esquema permite señalar lo que faltaría:
- Desde el punto de vista de los actores, no intervienen asesores o científicos que contribuyan a rescatar lo positivo.
- Desde el punto de vista de las relaciones, no siempre hay conciencia sobre las capacidades que cada uno posee, por ejemplo la idea de co-construcción se cumple al extender la red de agua potable pero aún existe la idea de proteccionismo.
- Desde el punto de vista de los productos o bienes que la comunidad quiere, se advierte la interferencia de la acción de instituciones de jurisdicciones superiores, que generalmente incluyen subsidios o planes sociales de asignación individual y no comunitaria.
Desde esta perspectiva, las uniones vecinales se presentan como desarrolladores territoriales con proyectos y recursos que les permitan potencias su espacio mediante la participación ciudadana, transformándose en hacedores barriales integrales. Este cambio de rol, donde los centros vecinales no serán reductos del punterismo clientelar ni meras transmisoras de demandas. De esta manera se deja visibilizada otra arista del Estado Transformador para San Rafael, con una visión clara de sus barrios y distritos para la década del veinte, del presente siglo. ¡Ocupémonos!
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
- Molina, G. (2012) Organizaciones vecinales en municipios de Mendoza: Potencialidad para generar prácticas sociales con inteligencia territorial [en línea]. XI INTI International Conference La Plata, 17 al 20 de octubre 2012, La Plata, Argentina. En Memoria Académica. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.2671/ev.2671.pdf
- Desirée D’Amico (2008). Movimientos vecinales y Estado Municipal: Dificultades y ventajas de una relación histórica. IX Congreso Argentino de Antropología Social. Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales – Universidad Nacional de Misiones, Posadas. Disponible en : https://www.aacademica.org/000-080/294
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