Entre las historias que describen el origen de la costumbre, la más difundida se remonta al siglo VIII: San Bonifacio, quien había sido enviado a Germania para convertir a los paganos, vio que ellos invocaban a sus dioses bajo los árboles y allí les dejaban presentes.
Recién en el siglo XVI se empezaron a colocar los árboles de Navidad dentro de los hogares. Una tradición que nació en Europa y viajó a los Estados Unidos, y que alcanzó a la población latina poco antes de la declaración de la independencia argentina de la mano de un irlandés. Este hombre, recordando la tradición de su país, decoró un pino en una plaza.
Son varias las leyendas que cuentan el porqué de la fecha: la nórdica explica que la sociedad Celta solía adorar con un árbol –todos los 8 de diciembre de cada año- el nacimiento de Frey, dios del sol y la fertilidad.
Con la llegada del cristianismo, tal celebración se ajustó al nacimiento de Cristo. El árbol original con forma triangular, representaba para el cristianismo el amor de Dios y la vida eterna, mientras que su forma simbolizó la Santísima Trinidad.
Aunque tradicionalmente se colgaban manzanas rojas a las ramas de los abetos, que recuerdan el paraíso donde Adán y Eva cometieron el pecado original, el invierno tan riguroso de 1858 no permitió que se siguiera haciendo, al faltar el preciado fruto en los mercados. Un artesano vidriero de Meisenthal, en la región del Mosela, tuvo la ocurrencia de reemplazarlo por delicadas bolas de vidrio teñido, creando así las bolas de Navidad.
Siendo la cera un artículo casi de lujo en el siglo XVII, también se utilizaban los cascarones de las nueces a modo de velitas para adornar el abeto navideño, llenándolas de aceite y provistas de una pequeña mecha, y atándolas a las ramas del árbol. Una práctica que, pronto, se revelaría como fuente de pequeñas y grandes tragedias en diversos hogares. Las velas y lucecitas de colores para los creyentes simbolizaban la luz de Cristo, así como los lazos representaban la unión de las familias y personas queridas.
El arbolito significa también el Universo, la prosperidad, la vida, siembra y cosecha. Se estima que en Belén, la gente ponía en el árbol algún objeto preciado a modo de obtener buenas compensaciones para el año entrante.
La decoración varía según las distintas culturas: mientras que en Argentina se estilan las bolas de colores, guirnaldas y luces, en China se usan naranjos que significan «Felicidad». Sin embargo, en los países nórdicos, se utilizan ángeles y duendes, mientras que en Japón se estilan los sonajeros y adornos de papel.
Gentileza: Beatriz Genchi – beagenchi@hotmail.com
Museóloga-Gestora cultural-Artista Plástica.
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