Anoche, cuando terminó el programa de Susana Giménez (Telefe), corrí a consultar el diccionario de la Real Academia Española. Tenía la sensación de haber visto allí dos productos de naturaleza bien distinta: el sketch de la abuela que compone Antonio Gasalla y el juego de Dígalo con mímica. Si me lo hubieran preguntado a boca de jarro, habría dicho que uno es clásico y el otro, antiguo. Pero como las palabras son un asunto de cuidado, fui a constatar si esos adjetivos eran los adecuados para expresar mi percepción de televidente.
En una de las acepciones de “clásico”, la RAE dice: “Que no se aparta de lo tradicional, de las reglas establecidas por el uso y la costumbre”. Y da un ejemplo: “Un traje de corte clásico”. Eso es exactamente, a mi modo de ver, el sketch de Gasalla. En el diálogo que mantiene con Susana Giménez hay ciertas reglas de las que no se aparta: mantiene el perfil de esa anciana de lengua larga, pero inimputable, respeta la vestimenta y el tono del personaje, juega a provocar a Su y ella le saca el jugo a su impronta de despistada. Sabemos de qué va ese momento del programa. Pero cada semana nos sorprende con asuntos de actualidad, con ocurrencias, con el sentido del humor filosofo que Gasalla maneja como nadie, gracias a los años de oficio y el talento. El de la abuela es un segmento de humor de corte clásico, como el pantalón de la RAE. Un pantalón cuyo diseño resiste a pura elegancia el paso de los años, como no podría hacerlo un viejo “vaquero” en la era del jean.
Visitada por parte del elenco de “Los vecinos en guerra” (Telefe), después de bromear sobre temas diversos con ellos el living, Susana los puso a jugar a Dígalo con mímica. Si te toca jugarlo en una reunión de amigos que no da para nada más entretenido, le ponés onda y vas para adelante. Pero eso mismo, televisado, en el horario central, en el año 2013, ¿qué decirte? Personalmente, me resultó un tedioso déjà vu. Tuve la sensación de estar ante lo “antiguo”, en la acepción de la palabra que la RAE define lisa y llanamente como “pasado de moda”. Los actores y Su parecían divertirse con la mímica y la retahíla de vocablos lanzados a los gritos a fin de descifrar el acertijo. Tal vez haya sido entretenido para ellos. Pero visto del otro lado de la pantalla, a mí, se me hizo aburridísimo.
Si me pongo a pensar en las semanas que lleva al aire Susana Giménez en esta temporada, creo que Antonio Gasalla es lo que nunca le ha fallado. Él interpreta con soltura impar el personaje de la abuela. Y Susana tiene el sentido del humor necesario para dejarse llevar por los caminos que a él se le antojan, aunque dos por tres la meta un brete que termine ruborizándola. Sabemos cómo son las reglas de ese juego clásico. Sin embargo, desconocemos con qué bocadillo se soltará la abuela al minuto siguiente y cuál será la reacción de Susana, ignoramos por dónde va a venir la estocada que nos hará largar la carcajada. Eso es un clásico. En Dígalo con mímica, en cambio, no hay sorpresa. Es más de lo mismo. Más de lo mismo que venimos viendo desde hace tiempo, mucho tiempo. Es antiguo.
El programa de Susana es un clásico de la televisión argentina. Para nosotros, los espectadores, funciona como invitación semanal a compartir un rato con una amiga a quien le conocemos las fortalezas y debilidades. Si pudiera elegir, yo quisiera que en la reunión con esa amiga que nos deparó la tele nos conviden más propuestas de la calidad de Gasalla y menos Dígalo con mímica.
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