La crisis les pegó fuerte a los sectores medios y medios altos. Para el segundo semestre empeorarían la situación laboral y salarial. Los sectores informales de la economía llevarán la carga más pesada, ya que tienen menos trabajo y menores ingresos.
El INDEC informó que aumentaron tanto la indigencia como la pobreza, volvió a disminuir el poder adquisitivo de los salarios formales e informales y que, a pesar de todo esto, mejoró la distribución del ingreso. Esto último que parece contradictorio con los otros dos informes no lo es.
La distribución del ingreso puede mejorar porque aumentan los ingresos de la población más pobre, achicando las diferencias con los más ricos. O porque se empobrecen los estratos medios y medios altos, nivelando o “igualando” hacia abajo.
En la Argentina, en el último año pasó lo segundo. Por el deterioro de la clase media y el aumento del empleo informal en detrimento del trabajo asalariado formal, en un contexto a partir de abril de caída de la actividad, del empleo y de los ingresos reales, se redujo la desigualdad social. Así, la mayor parte de los hogares y de la población descendió uno o varios escalones en la participación en el ingreso, achicando las diferencias.
El informe del INDEC señala que el coeficiente de Gini se redujo de 0,428 a 0,422 entre los segundos trimestres de 2017 y 2018. El coeficiente de Gini toma en cuenta cómo se reparten todos los ingresos de la población. Es un indicador que varía entre 0 y 1. Cuanto más cercano a 1, mayor es la desigualdad en la distribución del ingreso y pasa lo contrario cuando se acerca a cero ( igualdad absoluta).
De aquí se desprende, por ejemplo, que en una sociedad donde toda la población es rica o toda es pobre el coeficiente de Gini es igual a cero porque hay “igualdad absoluta”. Pero esa “igualdad” esconde realidades diametralmente opuestas.
Otro dato oficial, de la Dirección de Estadística y Censos de la Ciudad de Buenos Aires, marca que en 12 meses a junio pasado no hubo una disminución sino un aumento de coeficiente de Gini del 0,409 al 0,426. O sea, empeoró la distribución del ingreso por el deterioro de la clase media en beneficio de la población con mayores ingresos. Así, el dato nacional y el específico para la Ciudad de Buenos Aires “parecen” o “lucen” contradictorios pero no lo son.
De los cuadros de la Dirección porteña surge que los sectores medios resignaron una porción “de la torta” en beneficio del 20% de la población con mayores ingresos, quienes aumentaron su participación del 36 al 37,4%. Esos 1,4 puntos lo perdieron los deciles que participan entre el 30 y el 70% de ingresos. La Ciudad de Buenos Aires es una región con mayor presencia de sectores de mayores ingresos.
Otro dato no menor es que, según el INDEC, hubo una leve disminución de los asalariados “con descuento jubilatorio” mientras que los asalariados informales (sin descuento jubilatorio) treparon 2,4% entre el segundo trimestre de 2018 y dicho período de 2017. Por ese motivo, el empleo asalariado no registrado subió del 33,8 al 34,3% de los trabajadores asalariados. O sea, se produjo de conjunto un deterioro de los ingresos de los trabajadores porque los asalariados “en negro” ganan 52,5% menos que los que están registrados.
El Observatorio de la Deuda Social de la UCA destaca que “hubo una pérdida de poder adquisitivo de los ingresos per cápita familiares de los hogares —en particular de aquellos situados en los deciles más bajos de la distribución— durante el I semestre de 2018 en comparación al último semestre del año anterior”. Y que el comportamiento de los ingresos de los hogares se comprende en función de lo que ocurre en el escenario laboral y en relación con las transferencias contributivas y no contributivas del sistema de protección social.
Respecto al mercado de trabajo —que es, a nivel agregado, principal fuente de ingreso de los hogares—, los datos correspondientes al II trimestre de 2018 exhiben una tendencia desfavorable en la tasa de desocupación, una pérdida de empleo asalariado privado registrado, un incremento de la precariedad laboral y un aumento de la oferta de fuerza de trabajo, expresada en el incremento de la tasa de actividad, que puede comprenderse en el contexto de caída del salario real. Y en relación con las transferencias de ingresos del sistema de protección social (jubilaciones, pensiones no contributivas, AUH), la aceleración de la inflación durante el I semestre del 2018 habría limitado el impacto de los incrementos otorgados sobre el presupuesto de los hogares”.
A su vez, el dato de pobreza del primer semestre de 2018 comprende un primer trimestre positivo —con aumento de la actividad y el empleo— con un segundo donde cayó muy fuerte la producción más allá de la sequía, aumentó el desempleo, se disparó la inflación y hubo una disminución muy fuerte de la ocupación y de los ingresos, en especial de los asalariados informales.
En consecuencia, el 27,3% de pobreza del primer semestre combina un porcentaje menor en el primer trimestre y otro mayor en el segundo. Por ejemplo, el economista Claudio Lozano estima que “el primer trimestre midió 25,5 % y el segundo trimestre ya mostró que la pobreza trepó al 29,1%”.
Para la segunda mitad de este año se descuenta que la pobreza seguirá en aumento porque se espera una caída de la actividad de entre el 3 y 4% y un incremento de la inflación, con salarios y jubilaciones rezagados. Ese dato se conocerá en marzo de 2019.
Por estas razones, el jueves el presidente Mauricio Macri admitió que “ahora —a raíz de esta tormenta (financiera)— sabemos que las cosas van a tardar más; los resultados, que iban a llegar antes, ahora van a demorar y los indicadores de pobreza, de las mediciones de marzo (2019) y septiembre (2019), también van a mostrar retrocesos”.
Fuente:https://www.clarin.com/economia/paradoja-distribucion-ingreso-pobreza_0_mGzRFNq_4.html
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