«Fue una reunión y se vendió una mesa», dicen. A ese lugar habían regresado Monzó y Sanz.
Ernesto Sanz, Marcos Peña, Emilio Monzó, Rogelio Frigerio y Gerardo Morales, el 16 de mayo, en la Quinta de Olivos. La ampliación de la mesa política no fue tal.
La mesa del G7 no existe. El regreso de la «pata política» de Cambiemos al corazón de la toma de decisiones del Gobierno se limitó por ahora a una solitaria reunión en la Casa Rosada y a una foto de ocasión en Olivos. “Fue una reunión y se vendió una mesa”, dicen cerca de algunos de los participantes del cónclave que reunió a Marcos Peña, Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal -la mesa chica del macrismo- al ministro del Interior Rogelio Frigerio, a los gobernadores radicales Alfredo Cornejo y Gerardo Morales y que también suponía el retorno del presidente de Diputados Emilio Monzó. Aquel día, también se selló el regreso de Ernesto Sanz. “No existe esa mesa”, niegan ahora entre las filas de sus presuntos integrantes.
En rigor, hasta dirigentes cercanos al jefe de Gabinete cuestionaron las horas posteriores al anuncio que la centralidad política de Peña no mermaría y que la gravitación de los nuevos invitados no sería la que el mismo Gobierno comunicó.
Monzó, el más crítico de los macristas, que había dejado trascender el anuncio de su virtual salida de Diputados -detalle que motivó la presunta conformación de la nueva mesa- sigue lejos de la toma de decisiones; también de aquellas que lo involucran. “Solo le quitaron un poco el bozal”, afirma un dirigente de su riñón. En cambio, sí limó asperezas con Vidal para volver a hacer política en la Provincia, aunque esa distensión todavía no se materializó en nada concreto y desde La Plata ya dejaron saber que no pretenden ampliar la base de intendentes.
“De tantas mesas que tenemos parece una mueblería”, bromeaba días atrás un dirigente que participa en dos muy influyentes y exclusivas reuniones semanales. El mismo funcionario no negaba que aquel anuncio del 15 de mayo se trató más de un gesto para descomprimir ante la presión -agobiante por esos días de crisis cambiaria y devaluación- del círculo rojo. Ese mismo día también se anunció el regreso de Ernesto Sanz a las reuniones de coordinación del Ejecutivo, un gesto que los mismos que niegan la existencia del G7 celebran. Con algo de alarma se preguntan cuándo Elisa Carrió caerá sobre el ex presidente de la UCR.
Los negociadores del Gobierno con el peronismo cuestionaron el duro mensaje del Presidente a los senadores. Ni Monzó ni Frigerio fueron consultados. En una semana crucial para el Gobierno y con el desembarco de nuevas espadas en el Senado -el alfil de Peña Humberto Schiavoni, a la cabeza- el titular de Diputados tenía previsto viajar a París, para asistir al ingreso de la Argentina a la OCDE, un hito que finalmente quedó postergado. Recluido en su despacho, aguardó hasta la madrugada del jueves el final de la sesión en el Senado para firmar la comunicación al Ejecutivo y que el Presidente pudiera vetarla el mismo viernes.
15 de mayo . Emilio Monzó ingresa a la Casa Rosada para inaugurar la nueva mesa política del Gobierno
Una vez que pase la sesión sobre la legalización de aborto, las espadas legislativas de Cambiemos empezarán a tejer la principal preocupación que hoy tiene Mauricio Macri: el Presupuesto 2019. Hasta ahí llega la mística del Gran Acuerdo Nacional para el Desarrollo, que el Gobierno le propuso a la oposición hace pocas semanas. “Necesitamos seis meses de gobernabilidad”, dicen en el Congreso. Gobernabilidad hoy significa para el Gobierno la sanción del Presupuesto y -en sus palabras- evitar que se voten leyes de corte “populista”. Por esa razón advierten que la polarización a la que la Casa Rosada apostó en la última semana deberá terminar a más tardar en 20 días.
Rogelio Frigerio. El ministro del Interior el día de la reunión del G7.
La denominada pata política del Gobierno -que no posee “denominación de origen” PRO- no está de acuerdo con la decisión de endurecerse con el peronismo. Menos aún con Miguel Pichetto, jefe de la bancada del PJ Federal, un interlocutor insoslayable. “Jugó como tenía que hacerlo para mantener a su bloque sólido”, lo justifican. Obviarlo como interlocutor tampoco es una alternativa. “Es una cuestión de número”, señalan.
También, memoriosos de su propio rol antes de llegar al Gobierno, no gastan energía en criticar a la oposición. Conocedores del peronismo, no creen que el sector más moderado de la oposición haya extraviado su racionalidad. “Tenían expectativas para 2023 y ahora sienten que pueden en 2019, aunque todavía no encuentra un referente nacional”, diagnostican. Advierten que el escenario electoral es similar a 2015, con Sergio Massa más debilitado.
No son pocos quienes lamentan no haber incorporado a dirigentes del peronismo cuando las acciones del Gobierno estaban en alza. Uno de ellos señala que el día del quiebre fue cuando el Presidente convocó a los consensos básicos en el CCK, una semana después de ganar las legislativas. «Elegimos decirles ´vamos por todo´, a los jueces que son unos vagos y a los sindicalistas que son un chorros. Teníamos que sumar espalda, porque la mala siempre llega», razona.
Fuente: https://www.clarin.com/politica/g7-polarizacion_0_r1G9Ytgx7.html
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