El primer festejo del Boca campeón , con gorros, banderas y paraguas, había sido en el campo de juego del estadio de Gimnasia. Después de recibir la copa, el paso por el vestuario fue fugaz, sin siquiera detenerse en las duchas. La celebración grande latía a 60 kilómetros de la capital provincial. En la Bombonera el público había comenzado a llegar antes del final del encuentro, y los jugadores querían estar ahí, con su gente. A las 21.55 arrancó el micro que tomó la autopista rumbo a Brandsen 805.
Ya en el entretiempo se había acercado mucha gente a la casa del campeón y una explosión partió la noche con el distante pitazo final. Al grito interno de campeón de los empleados del club, siguió la apertura de los portones y el público comenzó a entrar como una incontenible marea azul y amarilla.
El campo de juego estaba vallado y la misma contención metálica que se utiliza los días de partidos se había colocado frente a la puerta del vestuario local. Adentro estaba listo el cotillón y la estrella amarilla con el número 67 en azul, por la cantidad de títulos logrados por la institución de la Ribera en sus 113 años. Los primeros en ingresar, a las 23.14, fueron Darío Benedetto y Pablo Pérez, con la copa alzada por ambos. Entre gritos y saltos, con platillos y redoblantes, ingresó el resto de la comitiva que venía desde La Plata. El eco del festejo íntimo traspasaba las paredes.
Después de la celebración en el campo de juego, plantel, familiares y dirigentes siguieron la celebración en el salón Juan de Dios Filiberto, debajo de la platea. Comida, bebida, música y luces de colores extendieron la fiesta mientras los hinchas dejaban el estadio.
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