El Equipo Argentino de Antropología Forense organiza en Buenos Aires el primer seminario de investigación forense en feminicidios. Recreación de un feminicidio durante el seminario organizado por el Equipo Argentino de Antropología Forense en Buenos Aires.
En un galpón de Buenos Aires, médicos forenses, criminalistas, jueces y fiscales están cubiertos de pies a cabeza con trajes blancos protectores. Son una veintena de expertos de Argentina, El Salvador, Nicaragua, Panamá, Honduras y Guatemala que analizan tres escenarios del crimen. El primero recrea el caso más frecuente de violencia machista: una mujer asesinada en su casa. En otro se investiga un posible suicidio inducido de una mujer famosa con una relación violenta y problemas recientes. El último incluye una maleta con restos óseos de una mujer, desmembrados y con signos de violencia sexual. Es el tercer cuerpo encontrado con características similares, lo que lleva a sospechar de una red de trata. Los escenarios se inspiran en casos reales, pero son parte de la clase práctica del Primer seminario de investigación forense en casos de feminicidios en Latinoamérica, organizado por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).
Los integrantes del EAAF supervisan el trabajo en equipo. «La intención no es llegar a conclusiones definitivas», aclara la experta forense Mariela Fumagalli, una de las profesoras. «Lo que están haciendo es relevar los indicios periféricos al cuerpo, después van a intervenir sobre el cuerpo para preservarlo en la escena y transportar a la morgue para el proceso de autopsia», dice Fumagalli frente al maniquí tirado sobre unas maderas que simulan las vías del tren.
Los cadáveres de las víctimas de feminicidios hablan. Casi todos tienen lesiones, golpes y cicatrices previas que revelan a los médicos forenses el infierno que las mujeres atravesaron en vida. Investigar en sus historiales médicos, entrevistar a los familiares y leer las denuncias policiales son otras piezas para reconstruir estos crímenes y lograr que no queden impunes. El seminario, organizado con el apoyo de la Cancillería y de la Embajada de los Países Bajos, ofrece herramientas para mejorar las investigaciones y busca tejer redes regionales para hacer frente a este problema que afecta a todo el continente.
Más de 7.000 mujeres fueron asesinadas en América Latina en 2016 por el hecho de ser mujeres, de las que más del 70% corresponden a Brasil y México. El EAAF nació en 1984 para identificar restos óseos de desaparecidos durante la dictadura, pero en 2004 intervino por primera vez para esclarecer feminicidios. El estado mexicano de Chihuahua los convocó para investigar los casos de muertes violentas de mujeres que se amontonaban sin nombre en fosas comunes y en las morgues de Ciudad Juárez.
Los antropólogos forenses leyeron expedientes, hablaron con familiares y con agentes forenses y judiciales. Después, tomaron muestras de ADN para hacer un cruce masivo entre los perfiles genéticos de las familias de Ciudad Juárez que tuvieran a una mujer desaparecida y los de los cuerpos. De un total de cerca de 80 restos, lograron identificar a 33.
MORDER LA LENGUA DEL ASESINO
Entre los casos exitosos, la jefa de los forenses hondureños cita el de Ángela Rosa Martínez Ávila, una empleada doméstica de 23 años que intentó repeler una violación mordiendo a su agresor. El cadáver de Martínez Ávila fue localizado en estado de descomposición y los forenses detectaron un fragmento de tejido en su boca, que resultó ser de lengua. El análisis genético del mismo delató al asesino.
Después de esa experiencia pionera, el EAAF ha sido convocado por familiares e instituciones muchas otras veces. «Los feminicidios no están afectando a todos nivel regional», advierte Mariana Alejandra Segura, la coordinadora del seminario que concluye este viernes. Un problema común a todos los países es la falta de coordinación. «El departamento de criminalística sólo se ocupa de la escena de hallazgo, no dialoga con el Instituto de Medicina legal, no participa en los análisis de las evidencias», enumera Segura. El fiscal se encuentra con muchos informes específicos, pero sin una mirada global ni con perspectiva de género, detalla.
Cuerpos reclamados a golpe de pistola
La cultura machista, la corrupción institucional y la violencia son otros de los obstáculos para investigar. En las zonas más remotas de Honduras es frecuente que la familia se presente armada ante el fiscal a exigir el cuerpo, según la directora de Medicina Forense del país centroamericano, Semma Julissa Villanueva. «El familiar de repente es el esposo y es el mismo hechor, pero va con una pistola, un machete y se lo entregan. Ese es un problema que hace que haya impunidad, sobre todo en las zonas rurales», cuenta Villanueva, una de las participantes.
Nicaragua incluyó el feminicidio como delito en 2012, pero la ley no ha sido suficiente para frenarlos, asegura el juez especializado en violencia Harold Leal Elías. En febrero, el país se conmocionó tras el hallazgo de una niña de doce años en el fondo de un pozo, con las manos atadas con alambres y signos de violación y machetazos en su cuerpo. Leal Elías reclama políticas de prevención y educativas que permitan «que la violencia sea erradicada desde la niñez», al eliminar la desigualdad existente entre géneros.
Villanueva cree que para evitar que los feminicidios queden impunes es vital actuar con rapidez y llegar al cuerpo. «El cadáver grita lo que realmente ha sucedido. Tiene indicios imborrables, aunque las escenas hayan sido manipuladas o contaminadas», destaca. Saber escuchar esa voz silenciada es el primer eslabón para que se haga justicia.
Fuente:https://elpais.com/internacional/2018/04/12/argentina/1523545684_225221.html
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