El primer ministro español aseguró que el 100% del contenido político voluntarista del acuerdo entre el Mercosur y la UE ya está listo, y que todos los estados europeos que eran reticentes a firmarlo están ya dispuestos a rubricarlo. Esto incluye a Polonia, Irlanda y, especialmente, Francia. Los hombres que acompañan a Rajoy incluso aseguraron que, a esta altura, el único actor importante que se encuentra reticente es Brasil, que aún navega en sus reclamos por el azúcar, la carne y el etanol, junto con sus incomodidades políticas. Sin embargo, aclararon los españoles presentes en Buenos Aires (empezando por Rajoy), el tratado que se podría firmar antes de fin de año no incluiría especificaciones concretas sobre las aperturas en los sectores más complejos, incluyendo la apertura para las exportaciones de commodities y alimentos desde el Mercosur (la oferta europea sigue siendo 99.000 toneladas anuales). Antes, desde la UE, se quieren precisiones en tres capítulos concretos: propiedad intelectual, denominación de origen y compras gubernamentales. Los españoles dejaron claro en Buenos Aires que están de acuerdo con la aplicación de una «cláusula de salvaguarda», que los países de manera individual podrán aplicar para suspender las importaciones de determinados productos, cuando se compruebe que por una cuestión de precios y valores de ingreso están produciendo un daño inmediato e irreversible a los fabricantes sudamericanos. En el caso de la «Denominación de Origen» y la «Propiedad Intelectual», Argentina deberá aceptar que se incluya este capítulo en el acuerdo, pero reclama discutir uno a uno los productos a los que se les respetarán las «indicaciones geográficas». España reclama por productos como el aceite de oliva «Arbequina», los vinos de Rioja, jamones de Jabugo y el queso Manchego, entre otros. En el caso de las «reglas de origen» (denominadas en la negociación como normas «anti-Zara»), el Mercosur no quiere se le permita ingresar prendas textiles, calzados, juguetes, etc. fabricados en China o cualquier mercado de Oriente y levemente modificados en Europa. En la mira está Zara, la textil con presencia en el país, famosa en el mundo por ser acusada de dumping y de violar esas «reglas de origen». Su propietario es Amancio Ortega, tiene presencia fuerte en el país, pero sus hombres no integran la comitiva que visita Buenos Aires.
Sobre el reclamo por más inversiones, y más allá de las muy buenas y optimistas declaraciones, los visitantes españoles prometieron analizar la posibilidad de volver a poner al país en el norte de la llegada de capitales, pero dejaron claro que aún las condiciones están en análisis. Los empresarios mencionaron sin mayores vueltas en las pasillos del Hotel Alvear Icon, donde se desarrolló el seminario de negocios entre los dos países (ver pág. 4), que mantienen sus preocupaciones por cuestiones coyunturales como la alta inflación y los déficits gemelos, pero también plantearon inquietudes políticas concretas. En especial, sobre las garantías institucionales futuras para las potenciales nuevas inversiones en infraestructura. En este capítulo, el Gobierno de Macri puede explicar y garantizar derechos, pero los visitantes aún esperan respuestas políticas opositoras, sobre que el actual estado de cosas se mantendrá en el caso que el signo político cambie. U otro tipo de garantías: que las encuestas demuestren fehacientemente que habrá cuatro años más de Macri. Pero para esto habría que esperar a 2019. Sobre las inversiones más rápidas que podrían concretarse, todas apuntan a tres rubros: bancos (el Grupo Santander es el que mayor expansión muestra en los últimos años y que garantiza más inversiones concretas, incluyendo un nuevo edificio), Telefónica (en el caso que se abra la TV Digital), empresas constructoras dentro del programa PPP y la energía renovable.
En el Gobierno argentino se habla ahora de la obligación de evitar el «efecto Merkel». Aún queda en la retina local la visita de la canciller alemana de junio del año pasado, cuando, rodeada de empresarios, garantizó inversiones en el país para cuando la confianza en el futuro local sea tan grande que los propios empresarios argentinos sean los que apuesten primero.
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