Todo surgió en una charla entre amigos en Bariloche, cuando alguien mencionó la problemática que tenían los rescatistas para efectuar su trabajo en alta montaña debido a la ausencia de camillas adecuadas para el trabajo de rescate en condiciones de gran exigencia. Algunos de los que formaban parte de esa reunión pertenecían a la Comisión de Auxilio del Club Andino Bariloche (CAB) y otros eran empleados de INVAP. Estos últimos decidieron llevar el problema al seno de la empresa especializada en reactores y satélites.
El traslado de personas en senderos de montaña con nieve suele requerir el uso de de diferentes camillas para un mismo rescate. Además, por el equipamiento con el que se trabaja, los rescatistas deben llevar todo el equipo cargado en su espalda, lo que implica un peso considerable que debe ser distribuido entre varias personas.
En INVAP, la búsqueda de un diseño para una camilla de rescate llevó a la organización de un concurso interno. El desafío tenía una serie de requerimientos técnicos: la camilla debía pesar menos de 15 kilos y poder ser desarmada para ser llevada por al menos dos rescatistas. Debía poder deslizarse en la nieve como un trineo y tener una rueda para deslizarse como una carretilla para su traslado en senderos. Debía poder ser bajada por paredes verticales mediante la técnica de rápel y permitir el izado desde un helicóptero. También debía poder flotar con una persona en su superficie, para el caso en que el rescate fuese más simple por vía lacustre. Por último, debía poder soportar largas temporadas a la intemperie en alta montaña en caso de no poder ser retirada, lo que implica resistencia a fuertes cambios de temperatura y al efecto de los rayos ultravioletas.
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