Ilustración: Luis Parejo
Son algunas de las críticas más extendidas hacia los partidos políticos. Los sondeos del CIS los sitúan como el cuarto problema de los españoles, detrás del paro, la situación económica y la corrupción. Sus intentos por acercarse a los ciudadanos parecen limitarse a participar en los ahora tan populares debates-espectáculo en televisión y en lanzar consignas en redes sociales, que utilizan a modo de estrado de mitin. Algo que, a juicio de la redactora jefe y columnista de EL MUNDO Lucía Méndez, es insuficiente, tal y como plasmaba en una columna en EL MUNDO titulada ‘Cómo acercarse al pueblo llano’: «Se antoja bastante difícil que el PP pueda recuperar el prestigio perdido a base de ponerse camisetas o sentarse en taburetes».
¿Cómo hemos llegado a esto?
Para Óscar López, secretario de Organización del PSOE, hay dos factores: «uno coyuntural, que es la crisis. Si uno analiza la evolución del CIS en los últimos 30 años verá que cuanto peor funciona la economía, peor valoración tiene la política. Con seis millones de parados la política no puede ser bien valorada«.
El segundo factor es en parte un ‘mea culpa’: «Es verdad que los partidos han cometido errores, es verdad que se tienen que abrir más, es verdad que la democracia en la medida en la que se toman decisiones supranacionales tiene un desgaste, cuando la gente ve que las decisiones no se toman por aquellos a los que han votado. Y luego está el funcionamiento de los partidos y la política en general. A todo esto se le suma la corrupción y especialmente el caso Gürtel, y tiene un efecto».
Iniciativas
Son muchas y de muy distinta procedencia las voces que claman por cambios. Desde el movimiento 15-M, pasando por partidos minoritarios, hasta intelectuales de diferentes ámbitos. Hace unas semanas se presentaba el manifiesto ‘Por una nueva ley de partidos‘, firmado por 100 profesionales de prestigio de diferentes sectores, en el que reclaman mayor democracia dentro de las formaciones políticas.
En su caso, esbozan siete ingredientes para esa deseada ‘receta’: congresos cada dos años; reuniones de los órganos de dirección de los partidos, con votación secreta sobre la gestión de la directiva; limitación de mandatos; elección de los órganos ejecutivos mediante voto secreto; elección de los candidatos con primarias; limitar el mandato de los tesoreros; auditorías anuales independientes; comisiones independientes para verificar los gastos de las campañas y comprobar el cumplimiento de los límites de gasto legales.
«El 15M ha sido muy importante, ha despertado conciencias, ha dicho cosas, y algunas las compartimos», reconoce Óscar López, quien afirma que el PSOE está haciendo un esfuerzo por renovarse. «Hay documentos extensos y sesudos donde han participado no sólo dirigentes del PSOE sino gente de la sociedad civil, liderada por Ramón Jáuregui, que llevan meses debatiendo y que han hecho propuestas sobre el funcionamiento del Parlamento, de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP), de transparencia… El PSOE es el único partido en España que celebra primarias y será el primero en hacer primarias abiertas. Yo no acepto el ‘todos son iguales'».
El PP, por su parte, ha puesto en marcha el ciclo ‘Juntos salimos‘, con el objetivo de «acercarse a la gente de la calle y explicar las reformas» acometidas por el Gobierno de Mariano Rajoy. Para ello, los ‘populares’ han sustituido los mítines por foros centrados en un tema concreto (el prestigio político, el problema de los ‘ninis’…), en los que participan, junto con los dirigentes políticos, expertos y ciudadanos.
Un mal necesario
«Desde 2008 se ha multiplicado por cinco la percepción negativa de los partidos y la clase política«, apunta Pablo Oñate, catedrático de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Carlos III de Madrid y secretario general de la Asociación Española de Ciencia Política y de la Administración. Para él, la crisis tiene mucho que ver con este reproche, aunque que el rechazo «viene de lejos» y se relaciona con el «cinismo democrático«: se considera que los partidos son necesarios para canalizar la participación ciudadana y representar los intereses de la sociedad, pero a la vez «se recela de ellos».
Sin embargo, «con todos sus defectos siguen siendo la viga maestra de las democracia de masas y por tanto de la política moderna«, afirma el catedrático de Ciencia Política de la Universidad de PaduaMario Caciagli en ‘Elecciones y partidos de la transición española’ (CIS). Son «realidades del siglo XIX que tienen que operar en mundo mucho más abierto, dinámico y transparente, pero mantienen los principios jerárquicos de carácter oligárquico que lo dificultan», afirma Ramón Cotarelo, catedrático de Ciencia Política y de la Administración en la UNED y autor de ‘Los partidos políticos’.
«Los partidos reproducen los viejos vicios de la sociedad española: el egoísmo, el caciquismo, elenchufismo…»
«Los partidos reproducen los viejos vicios de la sociedad española: el egoísmo, el caciquismo, el enchufismo… Prueba de ello es la forma en que elige al personal de la administración cuando gana por mayoría absoluta. Vivimos en un Estado parasitado por los partidos políticos; tienen que dejar de ser parásitos para convertirse de nuevo en mecanismos racionales de transmisión entre el Estado y la sociedad, no una agencia de enchufados».
Ausencia de democracia interna
Para Cotarelo, los partidos han dejado de ser correas de transmisión entre el Estado y el pueblo y se han convertido en algo que bloquea la evolución de la sociedad «imponiendo un criterio trasnochado de organización y participación política».
Se refiere a aspectos como la disciplina de voto, que considera «vergonzosa». «La doctrina dice que el diputado no le debe el acta al partido, sino que tiene que actuar en conciencia porque es representante del conjunto del pueblo español». Sin embargo, el partido pena con una multa a quien vota en contra de la línea marcada por la dirección. Sucedió recientemente con Celia Villalobos (PP) en una moción sobre el aborto y con cinco diputados del PSC en la declaración soberanista catalana.
El PSOE hace otra lectura de la disciplina de voto: «Es importante que a un partido se le pueda exigir el cumplimiento de su programa electoral. Si no, muchas veces el interés general podría quedar supeditado al particular», esgrime López. «Una cosa es que se permita la razón de conciencia, pero un partido ha de estar comprometido con el interés general, no particular». Y lo lleva al otro extremo.
Estructuras cerradas
El famoso «quien se mueva no sale en la foto» que pronunció Alfonso Guerra en el primer gobierno del PSOE parece seguir vigente. Para triunfar en un partido es necesario empezar desde la base y mostrar fidelidad al líder. Lo denunciaba la socialista Beatriz Talegón en su célebre discurso en Cascais, aquel en el que afeaba a los líderes políticos que se alojaran en un hotel de cinco estrellas. «Los jóvenes no estamos sólo para trabajar de ‘staff’, para aplaudir, para llenar los espacios con caras bonitas y jóvenes, y para pegar carteles».
«Se considera a los partidos necesarios para canalizar la participación, pero a la vez se recela de ellos»
Pero, ¿por qué son tan reacios los partidos a la participación ‘externa’ y a la diversidad de opiniones en su seno? «La financiación pública», explica Cotarelo, «ha hecho que los partidos no necesiten hacer proselitismo porque tienen los ingresos garantizados en los presupuestos del Estado, de modo que no necesitan captar gente para ingresar cuotas«.
Para Oñate, «nuestros políticos están temerosos ante la incógnita de qué puede entrar por esa vía, porque España está imbuida desde el año 93 en lo que se conoce como política de adversarios, que marca la lógica de los partidos: ‘Dígame de qué se trata, que me opongo’. Los partidos son reacios a abrir vías de participación que no controlen, desconfían ante una ciudadanía amorfa. Temen el impacto que pueda tener una ciudadanía crítica no controlada. Intentan articular, incluir a los ciudadanos, pero creo que es política meramente retórica».
Óscar López discrepa de estas afirmaciones. «No somos todos iguales. En el PSOE los ciudadanos van a poder elegir el candidato a presidente del Gobierno; no solo los militantes, todo el que quiera participar».
Participación ciudadana
«España ha tenido unas características de cultura política muy poco participativas. Los partidos se articulan «al margen de la sociedad», de ahí que actúen de espaldas a la misma, algo que, en su opinión, también harían los sindicatos y organizaciones empresariales. «Son organizaciones que desde la Transición están acostumbradas a interactuar directamente con el Estado«, añade Oñate.
Articular la participación ciudadana es complicado, especialmente en el ámbito autonómico y estatal, donde se hacen necesarios actores políticos que trasladen los debates y propuestas a las instituciones. En el ámbito local, sin embargo, considera Oñate que «hay mucho espacio para mejorar la participación ciudadana».
«También se puede pensar en formas de participación en sentido transversal, es decir, la apertura de las políticas públicas en la gobernanza». Que personas conocedoras de un sector se involucren activamente en la toma de decisiones y en desarrollar políticas concretas. «Por ejemplo, cuando se está elaborando la regulación de la gestión de hospitales, que se implique a sectores relevantes: el colegio de médicos, de enfermeros, asociaciones de pacientes…». Una función que, según Óscar López, cumplen las organizaciones sectoriales del PSOE, «donde una persona interesada en sanidad, medio ambiente o educación puede participar en los debates, hacer propuestas y votar».
Reforma institucional
Para Cotarelo, el problema no es solo de los partidos, sino del contexto. «Si los partidos son piezas esenciales del sistema político, y hay un problema en esas piezas esenciales, el conjunto del sistema está afectado. Por tanto, las reformas no pueden ser sólo internas«. Así, el catedrático plantea una reforma institucional que afectaría al Parlamento, la ley electoral y a la administración pública.
«Los partidos monopolizan el Parlamento, que es el lugar donde se hacen las leyes. Si reformo los partidos pero dejo intacto el sistema, no veo cómo evitar que se reproduzcan estos defectos, que básicamente son de democracia interna, de oligarquía y corrupción». «Todo lo que sea reformar el sistema político en un sentido de mayor representatividad y eficacia será contribuir a que los partidos, al tener que adaptarse a esa situación, tengan que aceptar las reformas que si no, no harían».
Reforma del Senado
Para el catedrático de la UNED, esa reforma parlamentaria debería afectar sobre todo al Senado, «con el fin de que sea una cámara operativa, y no una mera reproducción del Parlamento donde los partidos meten a sus elefantes averiados». Cotarelo aboga por adoptar el sistema alemán, «donde el Senado es una cámara no electiva, sino de coordinación de los gobiernos de las regiones. Compuesta por representantes de las CCAA, no tiene capacidad legislativa, pero sí puede bloquear leyes que emanan de la cámara inferior que afectan a las competencias. Es un órgano muy eficaz», afirma.
«Son realidades del siglo XIX que tienen que operar en mundo mucho más abierto»
«¿Por qué los nacionalistas están en el Congreso, donde se supone que los representados son todos los españoles y no los territorios?«, se pregunta. «Porque el Senado no sirve para nada. Si el Senado sirviera, esos nacionalismos irían al Senado, y Congreso debería articular una representación de todos los españoles sin distinción de territorio. Esto contribuiría a que los partidos tuvieran que adaptarse, y después se podría añadir una reforma específica de los mismos».
«La del Senado es la eterna reforma siempre aplazada«, reconoce Óscar López. «El PSOE tiene toda la voluntad de que de verdad sea una cámara territorial, y eso tiene mucho que ver con la reforma en sentido federal que proponemos de la Constitución«, explica. «Además, hemos hecho muchas propuestas de funcionamiento del Parlamento: el ‘catch the eye’ del Parlamento británico, que quiere decir que un parlamentario pueda levantarse y tener un turno de dos minutos para exponer un tema, rebajar las exigencias de la ILP, entre otras muchas cosas».
Transparencia
Cotarelo aboga asimismo por una reforma de la Administración Pública con la transparencia como eje, «aplicando el principio de que todas las transacciones económicas hechas por todas administraciones deben volcarse en la Red y estar abiertas al escrutinio ciudadano». No es suficiente, juzga el politólogo, que se publiquen los presupuestos, sinotambién su ejecución. «Que la gente sepa cuánto de lo presupuestado se ha gastado, cómo y por qué. Y si no se ha gastado, también».
El Gobierno prepara desde hace más de un año el Proyecto de Ley de transparencia, acceso a la información pública y buen gobierno, que se aplicará a los partidos, y que contempla penas de prisión para quien falsee cuentas públicas. Las instituciones deberán informar de en qué gastan el dinero público y publicar las subvenciones, contratos y sueldos de los cargos públicos.
Legislación electoral
También en este campo Cotarelo emularía a los alemanes, con un sistema donde aproximadamente la mitad de los diputados se elige en listas de partidos, y la otra, en circunscripciones unipersonales, de forma que el partido tiene tanta importancia para elaborar las listas -donde hay una base muy grande de corrupción por la disciplina de voto-, como las relaciones directas de los diputados con los representados a través de la circunscripción».
«Son organizaciones que desde la Transición están acostumbradas a interactuar directamente con el Estado»
El debate de las listas abiertas es recurrente en los partidos. Voces como la de la presidenta del PP de Madrid, Esperanza Aguirre, han abogado en diversas ocasiones por las listas abiertas. Sin embargo, en un debate abierto que el propio partido mantuvo en San Sebastián pareció quedar descartada esta opción.
Tanto el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, como el portavoz del Grupo Popular, Alfonso Alonso, defendieron el «equilibrio» del actual sistema, caracterizado por las listas abiertas en el Senado y cerradas en el Congreso. Lo hicieron, después de que el portavoz en la Asamblea de Madrid, Íñigo Henríquez de Luna, defendiera la reforma electoral a la alemana que su partido está promoviendo a nivel regional, encaminada a la creación de «circunscripciones uninominales«, y por la que el ciudadano podrá votar, en unos casos, a su representante, y en otros, al partido.
El PSOE, por su parte, ha propuesto un desbloqueo de las listas, es decir, listas cerradas pero desbloqueadas. Y paridad por ley.
Financiación
La financiación de los partidos es otra de las cuestiones en el disparadero. Especialmente a raíz de los escándalos de corrupción . Para Cotarelo, la solución pasaría por una financiación exclusivamente pública, con muchas restricciones a las donaciones privadas y con un Tribunal de Cuentas «eficaz y no una cámara de encubrimiento».
Para el PSOE, el problema no está en la ley, sino en su cumplimiento. «Lo que hemos conocido es un supuesto caso de financiación irregular sostenida en el tiempo durante 20 años en el PP, por lo tanto, no estamos hablando de que la ley sea mejor o peor, sino de que no se ha cumplido», afirma Óscar López, quien aboga por una financiación íntegramente pública y por que las donaciones privadas solo puedan proceder de particulares, no de empresas. «Por ejemplo, los cargos públicos hacemos donaciones a los partidos. Un ciudadano puede hacerlo, pero no el consejero delegado de una empresa». También apuesta por agilizar la gestión el Tribunal de Cuentas, «que actualmente analiza las cuentas con cuatro años de retraso».
Nuevas formas de participación
Según Oñate, los partidos se abren a la ciudadanía por tres vías: la elección de sus líderes, la selección de candidatos y la elaboración de programas. Tres dimensiones en las que las formaciones españolas «son cicateras en comparación con otros países. Restringen la participación a un buzón de participación ciudadana en su web de cara a la galería más que nada».
Por otro lado, la escasa «cultura política» de la que ha hecho gala España parece estar cambiando. «Las ciudadanías contemporáneas son políticamente más sofisticadas que hace 40 años», afirma Oñate, quien cree que tener las necesidades básicas cubiertas genera «ciudadanos políticamente más competentes, más conscientes de sus derechos y más críticos». Y las nuevas tecnologías se convierten en aliadas.
Los partidos son conscientes de ello. El PSOE, por ejemplo, plantea desarrollar una nueva figura, la de «simpatizante», así como otras formas de militancia más abierta, «porque es verdad que en la sociedad actual alguien puede no querer ir a una agrupación local del PSOE pero sí participar en Internet». Recuerda la puesta en marcha hace un año de una experiencia piloto, que consistió en que la gente se apuntara a una web y los seleccionados pudieron participar en una conversación con Alfredo Pérez Rubalcaba. O el gobierno abierto puesto en marcha por Patxi López, que el PSOE tiene intención de aplicar al partido.
«Nuestros sistemas están evolucionando hacia formas de participación que plantean problemas de supervivencia a los partidos políticos, que habrá que tener en consideración», advierte Cotarelo. «No veo por qué tenemos que seguir reconociendo a los partidos el monopolio de la acción política. Pero es un terreno nuevo y está por ver cómo se encajarán estas nuevas realidades».
Fuente. Elena Mengual | Madrid
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