Más allá del triunfo político que significó para el gobernador Alfredo Cornejo lograr que se dé marcha atrás con el proyecto para sumar un impuesto interno a la industria del vino, es notable cómo, a partir de una negociación, se pudo revertir una decisión. Se expusieron argumentos sólidos para demostrar por qué no era conveniente gravar la actividad. Y, si bien, es cierto que esas explicaciones deberían haber sido tenidas en cuenta antes de anunciar la idea original, hubo predisposición para el diálogo; para darle lugar a diferentes posturas y aceptarlas a pesar de que no coincidían con la visión de quienes encaran la reforma impositiva. Es un gesto de madurez que debe ser analizado desde dos aspectos fundamentales. Primero: hubo voluntad para lograr un acuerdo consensuado, sin la necesidad de imponerse a la fuerza. Segundo: el poder de fuego demostrado por la Provincia cuando el sector estatal y el privado juegan para el mismo equipo.