“…Y no olvides nunca, ni por un instante, que llevas el nombre de Aquel que enseñó, en amor, la verdad sobre la tierra” [Inscripción en el diploma de mí madre, Maestra Normal]
“…imaginad al mejor violinista del mundo tratando de tocar su instrumento desafinado, es imposible, aunque sea el mejor, ahora imaginada al mejor maestro del mundo tratando de educar sin llegar al corazón del alumno, es imposible, aunque sea el mejor…” [V.Sujorminski, Pensamiento Pedagógico]
En estos tiempos tan tecnológicos e informatizados, mediáticos y convulsionados, en donde no podemos reconocer las propias falencias pero si ver la de los otros, al recordar –volver a pasar por el corazóni, en el bello decir de Galeano-, al maestro, quizá sea oportuno volver a las esencias, aquellos que lleva a lo más puro y bello del ser humano, que lo hacen trascender sus límites, haciendo delas utopías y los sueños, en el horizonte, realidades que se construyen: Libertades, igualdades, justicia, fraternidad, solidaridad, prójimo, progreso…
El acto de educar, en su esencia, es un acto de amor.
En el Maestro, la palabra debiera ser alada, leve sutil, justa y precisa, fluir de su corazón, inspirada en ideales tales que se transformen puentes para que todas las niñas y todos los niños sin distinciones de ningún tipo: sexo, raza, religión, política… puedan crecer felices y sean partícipes activos de un mundo en el que se celebre la Vida.
No hay ser humano sin otro ser humano, y no hay ser humano sin “espiritualidad”. Una espiritualidad que no está en el altar o en el libro –sea del credo que fuere-, sino que es inherente al hombre y se edifica, paradójicamente, yendo al interior de su ser, y he ahí la educación, el encuentro del hombre consigo mismo: rectitud, valor, humildad, sinceridad, respeto, compromiso, ternura, comprensión, nobles aspiraciones, servicios, belleza, voluntad, sabiduría… son los principios que hacen al ser humano en los cuatro puntos cardinales. El peor analfabetismo que puede haber es la ignorancia de uno mismo.
La espiritualidad es pedestre, día a día, al borde del universo, que puede ser el margen de una hoja, un niño o una niña, traza firuletes, dibuja un planeta, un corazón, un nombre secreto que acelera su latir, una estrella, flores, monstruos, una lágrima, y un barco navegando en ella, una mano que espera a otra mano, una hoja de otoño, unas pisadas que se encuentran ahí adonde se cruzan los caminos, unas nubes, un arco iris, las montañas… cierra los ojos, sonríe, sufre, delira, grita de júbilo, llora…está creando en su universo, se está creando así mismo; del otro lado, en cambio, es la rutina, un tedio de fechas y asignaturas sin sentido, un copiar sin entender para qué…El ser del maestro armoniza los espacios y hace de la Escuela una fiesta inolvidable y de la Educación un proceso de “armonización”, porque como el zorro, sabe qué “no se ve bien sino con los ojos del corazón, que lo esencial es invisible a los ojos”.
El ser del Maestro: el amor.
Pirámide Informativa, agradece a Enrique R. Socas, la amabilidad de avernos ilustrado con el sentimiento Docente
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