Por Santiago Candusso, teólogo, practicante zen y creador del descanso en la simple presencia.

• Meditá como puedas, recordá que meditar es recomenzar.
• Renová la confianza con un breve gesto interior antes de empezar. Basta un suspiro y una pequeña sonrisa que llegue hasta el corazón.
• Mantené la cola sobre el almohadón hasta que termine el tiempo que te propusiste previamente, solo eso. El resto sucede a partir de esta base.
• Registrá qué idea te resulta más inspiradora para sentarte y meditar. Recordala en los momentos de más resistencia y evasión.
• Siempre meditamos por un motivo profundo que no terminamos de conocer. Ubicalo en vos y dale lugar. Aunque no se revele claramente, orienta y da fuerza.
• Aprovechá el enorme poder de una práctica diaria de períodos breves. Empezá con 5 minutos durante dos semanas y aumentá de a poco.
• No meditás cuando pensás en meditación o cuando leés sobre ella. Requiere un tiempito practicarla. Ponela en la agenda.