El doctor Nicolás González desarrolló sus principales características, síntomas y cómo lograr prevenir la conocida y mortal presión arterial alta.
Según estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), las enfermedades cardíacas constituyen la primera causa de mortalidad en el mundo. El número de defunciones alcanza a más de ocho millones por año. El principio detrás de las preocupantes cifras reside en la hipertensión arterial (HTA), una afección que incrementa los riesgos de sufrir un ataque e insuficiencia cardíaca, accidente cerebrovascular e incluso incide seriamente en otros órganos.
Conocida como la «asesina silenciosa» debido a que ataca de manera asintomática, en Argentina afecta al 33,5% de la población adulta, de acuerdo al Registro Nacional de Hipertensión Arterial (Renata). En los datos parciales oscilan una prevalencia entre un 29% y 39%, lo que equivale a que una de cada tres personas es hipertensa. Además, cerca de 40% lo desconoce y la mitad no se trata.
Números y más números que invocan a la necesidad de interiorizarse más en detalle: «Es indispensable la toma de conciencia acerca de esta enfermedad de gran impacto en la población, que como factor de riesgo cardiovascular presenta una importante incidencia, ya que aumenta la probabilidad de desarrollar desde un infarto agudo de miocardio, accidente cerebrovascular, insuficiencia cardíaca, hasta la muerte súbita», explicó a Infobae el doctor Ricardo Rey, médico cardiólogo y vicepresidente de la Fundación Cardiológica Argentina (FCA).
Cada vez que el corazón bombea sangre hacia las arterias se genera en forma cíclica una fuerza sobre la pared de las mismas, llamada presión arterial. La fuerza máxima es conocida como presión «alta» o bien, científicamente como presión sistólica. Al valor de menor fuerza se la denomina «baja» o presión diastólica.
Las mismas pueden ser evaluadas a través de un tensiómetro, considerándose como un valor normal a los valores de presión sistólica entre 120-130 mmHg y diastólica de 80-85 mmHg. Valores por encima de 140 mmHg y 90 mmHg deben asumirse como anormales y a partir de estos es que se la denomina hipertensión arterial o presión elevada.
Valores intermedios (entre 130-140 mmHg y 85-90 mmHg) son considerados limítrofes, siendo más frecuente hallar pacientes con presión arterial en este rango que con presión normal.
La importancia de conocer estos datos radica en que los valores elevados de presión favorecen la aparición de enfermedades debido al daño constante de las arterias, tales como el ataque cardíaco, los accidentes cerebrovasculares (ACV), la insuficiencia renal y ceguera, así como el agrandamiento anormal del corazón.
Sin embargo, a pesar de que esta información es conocida por gran parte de la población, en la Argentina 4 de 10 adultos son hipertensos, el 40% lo desconoce y sólo uno de 4 tienen la presión controlada.
¿Por qué se origina la presión alta?
¿Qué síntomas puede generar?
En la mayoría de los casos la hipertensión cursa en forma silente, asintomática, pudiendo pasar desapercibida durante muchos años. Por ello, se originan las consultas tardías al médico. En ciertas oportunidades se pueden sentir «latidos» en la cabeza, mareos y otros síntomas, sin embargo, al ser tan poco específicos y frecuentes es difícil poder adjudicarlos a la presión elevada.
¿Con qué frecuencia debo controlarme la presión arterial?
En las personas sin hipertensión se sugiere realizar en forma anual un control médico donde la toma de la presión arterial es parte del examen de rutina. En el caso de los pacientes con presión arterial elevada ya conocida, el control deberá ser individualizado por parte de su médico de cabecera.
No se sugiere realizar mediciones de presión uno mismo sin indicación médica. En los casos en los que el médico considere registrar valores ambulatorios de presión se deben comparar los valores del tensiómetro personal con aquellos obtenidos con el aparato del médico, para asegurar que sean iguales y exista una adecuada calibración. Toda cifra superior a la normal debe ser motivo de consulta con su médico de cabecera.
¿Cual es el mejor tratamiento?
La clave consiste en incorporar hábitos de vida saludable, no solo para controlar la hipertensión sino también para otras enfermedades como son la diabetes, el colesterol elevado y la obesidad en caso de que estén presentes.
Por cada descenso de 10 kilos de peso, se logra una disminución de 10 mmHg de presión.
La alimentación debe estar acompañada de un adecuado aporte de sal. Según la Organización Mundial de la Salud se sugiere consumir no más de 5 gramos de sal por día. Sin embargo, en la Argentina el promedio es de 13 gramos diarios. En aquellas personas hipertensas no se deben exceder los 3 gramos.
A la hora de seleccionar los alimentos se debe optar principalmente por frutas, verduras, cereales, lácteos descremados, aceite de oliva, pescado, aves y nueces. Mientras que se deben evitar carnes rojas, bebidas azucaradas, dulces y alcohol.
La actividad física debe ser realizada en forma regular no menos de 3 veces por semana, con una duración de 45-60 minutos. Se ha demostrado que incluso actividades cotidianas como ir en bicicleta al trabajo reducen el riesgo de padecer hipertensión y enfermedades cardiovasculares.
El cese del consumo de tabaco debe ser total, debido a que su efecto nocivo sobre las arterias se potencia con la presencia de hipertensión.
Existen diferentes medicamentos aprobados para el tratamiento que pueden ser utilizados en forma individual o bien combinados. Es de suma importancia que su médico de cabecera decida el momento de inicio de los mismos y las dosis a utilizar, y en ninguna circunstancia decida el uso sin una indicación médica.
Dr. Nicolás González
Especialista en cardiología
MN 126.909
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