Dos empleados israelíes preparan banderas norteamericanas en vísperas de la visita de Trump
De todos los presidentes que han visitado el país desde Nixon en 1974, Trump es el que menos tiempo ha esperado para llegar
Trump pide unidad contra el terrorismo a los líderes musulmanes: «Es una batalla entre el bien y el mal»
«Escudo azul». El nombre del espectacular dispositivo de seguridad israelí es uno de los pocos aspectos invariables en los caóticos preparativos de la primera visita del presidente estadounidense, Donald Trump. Su imprevisibilidad – reflejado en continuos cambios del itinerario- causa temor en el liderazgo israelí y palestino.
En sus reuniones con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, en Jerusalén y con el presidente palestino Abu Mazen en Belén, Trump intentará reactivar la negociación estancada en 2014. A diferencia de sus antecesores, no ha tardado en meterse de lleno en el laberinto del centenario conflicto manifestando su confianza en lograr lo que llama «Deal». Como empresario, dice, se siente capaz de mediar un frío trato entre dos pueblos separados por calientes puntos en discordia. De momento, el reto es sentarles en una misma mesa.
Las abismales diferencias entre Abu Mazen y Netanyahu, sus situaciones políticas y los escándalos domésticos de Trump invitan a pensar que la visita de 28 horas se quede sólo en un discurso, encuentros y sonrisas en lugares santos y menos santos.
«Amo al pueblo de Israel y trabajo mucho para que por fin haya paz entre israelíes y palestinos. Espero que suceda mucho antes de lo que la gente nunca ha pronosticado. Es un deal bueno para todos», indica Trump en una entrevista al diario Israel Hayom.
«Es un honor que en su primera gira haya elegido llegar a Jerusalén, la capital de Israel. Mister President, los ciudadanos de Israel le esperamos con los brazos abiertos», ha afirmado Netanyahu declarando su disposición a conversar con él para «promover la paz». Horas antes de su llegada, Netanyahu aprobó medidas como la creación de dos nuevos parques industriales palestinos y permisos a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) para construir en Zona C (control militar y civil de Israel) en Cisjordania.
Tras intentar reconciliarse con el mundo musulmán en Riad, Trump se convierte en el primer presidente estadounidense que visita santuarios tan importantes para el judaísmo y el cristianismo como el Muro de las Lamentaciones y el Santo Sepulcro en Jerusalén. Trump elogiará «al Estado judío que es nuestro gran aliado en la zona», destacará la necesidad «de hacer frente común ante el terror del Islam radical y de Irán» y dedicará cariñosas palabras a su «amigo Bibi».
De todos los presidentes que han visitado Israel desde Nixon en 1974, Trump es el que menos tiempo ha esperado para llegar. La decisión de Barack Obama de no recalar en Jerusalén en su primer viaje prefiriendo El Cairo motivó un gran enfado en Israel. Según confiesa un diplomático estadounidense a EL MUNDO, «fue un error ya que aquí el simbolismo es muy importante».
Con todo, en la derecha israelí no ocultan su decepción con Trump. Quizá porque la expectativas estaban por las nubes. A diferencia de Obama, Trump no exige la congelación absoluta de la construcción en los asentamientos en territorios ocupados por Israel en la guerra del 67 y no apoya el acuerdo nuclear con Irán. Pero por otro lado, no ha cumplido su promesa de trasladar la embajada a Jerusalén.
Trump activa la guerra en la derecha israelí
De momento lo que Trump ha logrado es activar es la guerra interna en la derecha israelí. El ministro Naftali Bennett acusa a Netanyahu de no haber aprovechado los primeros días de Trump para quitarle de la cabeza la idea de un Estado palestino que considera «suicida para Israel». Netanyahu responde con un mensaje nacionalista para no perder su electorado en beneficio de su odiado Bennett pero en los límites que eviten el duelo con un dirigente tan imprevisible como Trump. La consigna es no enfadarle. El ministro Yuval Steinitz se saltó la norma al advertir que la espectacular venta de armas a Riad pone en peligro la superioridad militar israelí en la región.
Hace meses parecía surrealista pero hoy Trump es la última esperanza de Abu Mazen para acabar con la ocupación en Cisjordania y crear un Estado con capital en Jerusalén Este. Ramala prefería la victoria de Clinton porque el magnate lanzaba rotundas proclamas proisraelíes y promesas del traslado de la embajada a Jerusalén. Abu Mazen temía no tener vía directa con el nuevo presidente hasta que gracias a dos caminos (Ammán y Moscú) llegó a la Casa Blanca donde le dijo: «Presidente, contigo tenemos esperanza».
Ahora espera que la primera buena impresión se traduzca en medidas concretas en su cita en Belén. Aunque según el sondeo de la agencia Maan, la mayoría de palestinos no cree en la mediación de Trump, Abu Mazen se agarra a él como clavo ardiendo porque le cree cuando dice que se siente capaz de apadrinar un acuerdo definitivo, porque EE.UU es el único que puede presionar al Gobierno israelí. Y porque no tiene más remedio.
Sé el primero en comentar en «Donald Trump intentará activar la negociación entre israelíes y palestinos en su visita a Israel»