Son 22 empleados de la bodega Bianchi que cuando terminan su jornada laboral, asisten a clases a un Cebja de la zona con apoyo de la empresa. Algunos no sabían leer ni escribir y ahora son el orgullo de sus familias.
Los deseos de aprender se conjugan con los de ayudar en un grupo de empleados de la bodegas Bianchi, en San Rafael, que terminan su jornada laboral y empiezan “horas extra” de estudio para aprender a leer y escribir, completar la primaria o la secundaria.
Son 11 trabajadores -aunque cuando acabe la molienda y la época de mayor producción en la bodega se sumarán 11 más- que a diario llegan al Cebja (Centro de Educación Básica de Jóvenes y Adultos) N°3-065 “Fortín 25 de Mayo”, ubicado en la calle El Toledano (distrito de Las Paredes) con las ansias de conocimiento y de crecer.
Este proyecto articula el trabajo de los docentes del Cebja y las autoridades de la firma vitivinícola. Surgió hace varios años cuando uno de sus empleados -José Argüello- fue promovido a otra área y comentó que no podía hacer los pedidos porque no sabía leer ni escribir. Entonces Constanza Dell’Aera, del área de Recursos Humanos, se puso manos a la obra para conseguirle una escuela. Y así llegaron al Cebja ubicado a varios kilómetros de la bodega.
José empezó a estudiar después de clases, a aprender y a compartir con sus compañeros de trabajo sus logros. El año pasado fue escolta de la bandera por sus méritos y esto fue distinguido en la bodega, lo que motivó a muchos de sus compañeros a imitar su ejemplo.
En la empresa se hizo un censo para ver el nivel de alfabetización de los empleados e iniciaron las tratativas para que una vez a la semana, una docente del Cebja les diera clases en una casa de la firma, en la finca Asti, que se acondicionó con ese fin.
“No trabajamos del modo convencional sino que se hace con cartillas y cada uno avanza de acuerdo a su progreso”, contó a Los Andes Mónica Martínez, directora del Cebja. Es que algunos no sabían leer ni escribir, otros hicieron algunos años de primaria y varios no pudieron asistir al secundario.
“En la casita empezaron unos 5, en un año eran 10 o 12 y ahora son 22”, comentó Constanza, quien explicó que por esta razón el espacio les quedó chico y deben ir a clases a la escuela. Pero esto no es impedimento: la empresa colocó un transporte que a diario los lleva y los trae.
“Cuando vi que José venía a la escuela me dije ‘¿por qué no?’, es una nueva oportunidad”, contó Verónica, mamá de dos adolescentes y un niño pequeño. “Estudiar me ayudó a interpretar mejor las cosas, me trajo unión con mis hijos”, contó en una pausa de la clase esta mujer que es escolta suplente de la bandera.
Su entusiasmo contagió a su compañera Marisol. “Trabajamos juntas y ella me animó”, aseguró. Mientras que Alberto, que fue parte del primer grupo, es el abanderado y este año llevó con él a su esposa Mirta. “Al principio mi hijo, que va a 5° año, no quería saber nada pero después comenzó a sentarse a ayudarnos”, señaló ella.
Es que para todos, además del invaluable apoyo de la empresa, el respaldo de sus familias es fundamental. “Tengo dos hijos que son profesores y el otro trabaja como yo; y cinco nietos. Al principio costó arrancar, pero me gusta leer”, señaló Miguel Ángel, otro de los escoltas y quien -según sus compañeros y la docente Sandra Duplessis- es un gran lector de libros: entre otros ya leyó el “Martín Fierro” y otro sobre la vida de Don Valentín Bianchi. “Ahora mis nietos me pelean porque me sacó más excelentes que ellos”, rió.
“Me enganché de tanto traerlos”, señaló Fernando, el chofer de la Trafic que los lleva a la escuela. “Hice hasta 8° y 9° y después decidí trabajar. Hoy cuesta retomar después de diez años, pero está bueno aprender nuevas cosas o que ya se me habían olvidado”, explicó. Similar es la situación de José, aunque como él suele trabajar de noche muchas veces “pasa de largo” para poder ir a la escuela: “Vale la pena el sacrificio, llego y me reciben con un cafecito para que pueda mantenerme despierto”.
Todos coinciden en que las ganas de aprender le ganan al cansancio, a pesar que la mayoría debe levantarse muy temprano, cumplir la jornada laboral y luego ir a la escuela.
Articulación entre Cebja y empresa
Estudiar después de trabajar y darle no sólo la posibilidad de asistir sino también de tener los útiles necesarios para ello, es parte del compromiso de la empresa Bodegas Bianchi con sus empleados. Mientras que la otra cara importante del proyecto es el Cebja “Fortín 25 de Mayo”, su directora y docentes, quienes lo encaran con gran entusiasmo.
“Es una enseñanza personalizada, la docente prepara el material para cada uno y se los ve a todos trabajando concentrados”, contó la directora, Mónica Martínez.
Pero no sólo se trata de querer adquirir conocimientos sino de un dar y recibir mutuamente, como cuando presentaron la inquietud de tener informática. La empresa habilitó un espacio y le dio los materiales, y los mismos empleados/alumnos acondicionaron el lugar para que luego la escuela pusiera el docente especializado.
Fuente:http://losandes.com.ar/article/san-rafael-hacen-horas-extra-para-terminar-la-escuela
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