Para el Gobierno, sería un error -o consecuencia de una lectura lineal- igualar la dinámica del conflicto docente con la protesta cegetista, como parte de una estrategia de esmerilamiento con eje en Macri y Vidal, aunque sin duda algunos de los actores operan en esa dirección. La postal más clara fue el final de la marcha de la CGT: grupos kirchneristas violentando el cierre con lluvia de insultos a la primera línea sindical. Algunos jefes docentes, en particular Roberto Baradel, tienen estrecha relación con el kirchnerismo duro, pero no todos en el amplio universo de organizaciones docentes juegan el mismo partido. El oficialismo ensaya alguna respuesta, pero en sus filas hay quienes piensan que el peor remedio sería agrupar a todos en un frente de hecho, sólo sostenido en la confrontación.
Voceros de la gobernación bonaeense decían anoche que insistirán con el llamado a la negociación, aunque admitían que las cuentas provinciales no dan para muchas diferencias con las propuestas ya hechas, y rechazadas. Tampoco parece haber margen para contactos informales. “Es evidente que esta situación de conflicto dilatado nos hace mal. No puede tener nunca impacto positivo para nosotros, aunque para ellos también sea desgastante”, dice una fuente oficialista. En otras palabras, admite el costo para la gestión de Vidal, más allá del “deterioro en los niveles de acatamiento” del paro. “Ellos no lo miden del mismo modo”, afirma.
Por supuesto, no apuntan como un dato menor el hecho de que Vidal esté en el foco de un conflicto de escala local y nacional : la gobernadora es la pieza central del macrismo en la difícil campaña que se avecina. En medios oficialistas evalúan que, en espejo, “quebrar” la imagen de Vidal es el eje de la ofensiva de los sectores kirchneristas. Apuntan a jefes sindicales como Baradel, en contraposición con otros gremios estatales de la provincia, y a un entramado más amplio con estribaciones incluso en la Justicia: señalan en particular al juez platense Luis Federico Arias, que intentó bloquear la conciliación obligatoria y que antes se movió en igual dirección con algunas demandas contra ajustes tarifarios provinciales.
No es ese, desde ya, el cuadro que expone el sindicalismo más tradicional. El punto de coincidencia, al menos el más visible, es que el kirchnerismo, hace rato y ahora de manera más abierta, intenta presionar paraque la CGT endurezca posiciones y vaya al choque frontal con el Gobierno. Carentes de peso interno decisivo, las operaciones giraban en torno de algunos gremios -bancarios, por ejemplo- y llegaban desde afuera, especialmente por la vía de las dos CTA, unificadas de hecho. El cierre violento aunque acotado del acto cegetista agregó otro componente a un cuadro que no se agota en la imagen pública y tampoco en el rechazo bastante generalizado de los jefes sindicales a los “provocadores”.
Integrantes del Gobierno venían diciendo desde antes que había “problemas de interlocución” en la relación con la CGT. Destacaban las dificultades en el vínculo con el trío de conducción, es decir, con HéctorDaer, Carlos Acuña y Juan Carlos Schmid, pero sin romper los puentes con ellos y conservado además canales de diálogo con dirigentes de gremios poderosos. Está claro, con todo, que algunas de esas diferencias, matizadas, reflejan que la unidad de la CGT es un proceso abierto, sin liderazgo definitivo ni siquiera en la versión colegiada que acordaron Hugo Moyano, Luis Barrionuevo y los “gordos”, formalmente a cuenta de Antonio Caló.
El interrogante hacia adelante es qué espacio queda para las conversaciones, con la convocatoria de paro ya lanzada. El punto inicial es cómo se traduciría en una mesa de negociación el reclamo amplio de “cambio de la política económica”. Y además, asoma otra cuestión: ¿las diferencias internas terminarían siendo dirimidas en función del grado de endurecimiento frente al Gobierno?
Frente a ese cuadro, parecería razonable evitar una mirada de la realidad como si se tratara de bloques. Bloques que no reparan en matices y contradicciones entre los diferentes sectores sindicales o asocian el conflicto docente al paro de la CGT. Sumar lo que no necesariamente está junto asomaría como la peor fórmula para el oficialismo. En la otra vereda trabaja el kirchnerismo: no mide sus costos, busca amalgamar conflictos, apuesta al desmoronamiento de Macri y a manejar el PJ. Necesita más ruidos y más sombras.
Fuente; http://www.clarin.com/politica/gobierno-gremios-peligroso-juego-desgaste-politico_0_Sy0E__Qox.html
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