Francisco Muñoz es abuelo de ocho nietos y tiene claro que los tiempos han cambiado, que la comunicación hoy es de otra manera y que hay valores que sólo los abuelos pueden trasmitir a sus nietos pero, para conseguirlo, hay que ganarse su confianza. «Tradicionalmente, había un gran respeto a los abuelos, pero eso ya está pasado de moda. Si tú mantienes ese respeto exagerado, no habrá comunicación con tus nietos y, hoy por hoy, lo que se tiene que hacer es fomentar una relación en la que tú te hagas su amigo», asegura Francisco, quien también es presidente de la de la Asociación de Abuelos y Abuelas de España.
La organización la creó con un amigo en 2005 con el objetivo de enseñar a los abuelos a construir con sus nietos unas relaciones adecuadas a los tiempos que corren. Para acercarse a los pequeños y mantener con ellos una relación de confianza, «ponerse a su altura, prestarle atención, hacerle ver que le haces caso y que te preocupas por él», describe.
Los abuelos son una pieza imprescindible en las familias. Para los más pequeños, estar con ellos supone una fuente de bienestar, de sabiduría, de protección y de cariño. ¿A quién no le invade la nostalgia cuando recuerda las largas tardes de invierno jugando en casa de los abuelos? Que si a indios y a vaqueros, que si un cinquillo o un parchís, que si vamos a construir ese puzzle de 300 piezas que nunca terminas… ¡Qué sería de la vida, y sobre todo de la infancia, sin los abuelos!
Según explica Sonia Rivas, profesora en la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra y autora del libro Beneficios educativos derivados de la relación entre nietos y abuelos (Pirámide), las funciones que normalmente suelen desempeñar los abuelos son: ofrecer amor incondicional, ayudar en momentos de crisis, cuidar, ser modelo de envejecimiento y de ocupaciones vitales, transmisión de valores, contar historias, hacer de árbitro entre padres e hijos y ser confidente y compañero de juegos. Ademas, añade: «Es misión de los padres facilitar ese espacio de encuentro entre las generaciones».
Sin embargo, algunas circunstancias han cambiado en los últimos años. En muchas familias, los abuelos han pasado de ser personas con las que los niños comparten gran parte de su ocio, o una ayuda para la familia, a ser la persona que les cuida y les atiende en su día a día. Los últimos datos publicados en 2016 por la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología sostienen que «la mitad de los abuelos españoles dedican una media de seis horas al día al cuidado de sus nietos, lo que supone, en muchas ocasiones, más tiempo del que les dedican los padres», debido fundamentalmente a «la actual situación económica junto a la dificultad de los padres para conciliar vida laboral y familiar».
Por cuestiones como las enumeradas, Francisco reclama incluso que los abuelos deberían ir a algunas de las tutorías de sus nietos en el colegio. Es decir: hacer una tutoría de abuelos, al menos una vez al año. Porque en muchas ocasiones, como se ha visto en los datos anteriores, los niños pasan más tiempo con sus abuelos que con sus propios padres y, por tanto, saben más de los pequeños y pueden aportar datos y dar ideas en este tipo de encuentros.
Muchos abuelos están tomando el rol de cuidador o de abuelos canguros como popularmente se conoce, y esta situación puede producir desencuentros o conflictos entre padres y abuelos por el cuidado de los pequeños. Sin embargo, hay que tener en cuenta que los abuelos no son los responsables de la educación de los niños, por lo tanto no se les puede exigir ciertas cosas.
«No debemos olvidar que los abuelos están haciendo un favor a los padres, ni tampoco hay que olvidar que los responsables de la educación de los niños son los padres», afirma Silvia Álava, directora del área infantil del Centro de Psicología Álava Reyes y autora de los libros Queremos hijos felices y Queremos que crezcan felices. Sin embargo, sí es importante que haya unos límites y unas normas claras y bien definidas entre ambos para que no haya problemas. «Vamos a intentar que tanto padres como abuelos vayan en la misma línea, que tengan claro cuáles son los límites y, sobre todo, vamos a llegar a un consenso sin el niño delante, y no vamos a discutir delante de él porque ello nos restaría autoridad», sugiere esta especialista.
Es fundamental que abuelos y padres vayan en la misma dirección, añade Cristina Noriega, profesora en la Universidad CEU San Pablo y terapeuta familiar en el Instituto CEU de Estudios de la Familia, «porque si al niño se le dan mensajes contradictorios, los que salen perjudicados son los pequeños y, al final, el niño hace lo que le da la gana», explica esta profesional, autora de diversos estudios sobre relaciones intergeneracionales.
Y así piensa también Francisco: «Los responsables de la educación son los padres y tú no puedes intervenir ni interferir en sus decisiones. Queremos ejercer de abuelos, no de padres, pero puedes aconsejar a tu hijo o hablar con él. Si en algún momento determinado el tipo de educación no coincide con la que tú como abuelo quieres darle, no puedes caer en el error de enseñarle a tu nieto por tu cuenta lo que tú quieras, porque eso sería hacerle mal al niño«. Eso no quiere decir, señala Francisco, que los abuelos deban cambiar sus rutinas: «Si ellos bendicen la mesa todos los días, no deben dejar de hacerlo aunque esté su nieto delante, y éste en su casa no lo haga».
Para evitar conflictos, es clave dialogar y llegar a unos acuerdos claros entre padres y abuelos. «Los padres deben entender que los abuelos ya no tienen la misma energía que antes y que además fueron educados en otra época, por tanto han de tener, en ocasiones, flexibilidad y empatía con ellos. Y los abuelos deben tener claro cuáles son los límites marcados. Cada uno tiene que tener claro su rol: Los padres tienen que educar y los abuelos acompañar o ayudar», apunta Noriega.
¿Y si los abuelos viven lejos?
Otra situación es aquella en la que abuelos y nietos no viven en la misma ciudad y sólo se ven por vacaciones o ciertos fines de semana al año. En este caso, las normas son más flexibles y los abuelos pueden ser más permisivos con sus nietos, porque «están de vacaciones o de fin de semana y cuando no hay cole todo, y también las normas, es más relajado. No es lo mismo que el día a día cuando tienes unas responsabilidades que cumplir», aclara Álava.
Aunque también de vacaciones con los abuelos «debe haber, al menos, unas normas mínimas», apunta Noriega. A pesar de que abuelos y nietos vivan en distintas ciudades, es importante que mantengan siempre un contacto directo y para ello están las nuevas tecnologías: mensajes de móvil, videoconferencias por ordenador, etc. «Hay que aprovechar los adelantos de la ciencia en tu beneficio, y el beneficio de esto es estar lo más cerca posible de tu nieto», aclara Francisco.
Sean o no abuelos canguros, ejerzan o no el rol de cuidadores, vivan o no en la misma ciudad, es importante que tanto unos como otros abuelos pasen tiempo de ocio con sus nietos porque los beneficios para ambos son innumerables y así lo han demostrado numerosos estudios. Por ejemplo, una investigación elaborada por el Instituto sobre el Envejecimiento de la Universidad de Boston sostiene que los abuelos que pasan tiempo con sus nietos suelen padecer menos depresiones, pero también los nietos se benefician de esta relación pues redunda en su bienestar psicológico y emocional, influyéndoles hasta bien entrada en la edad adulta. Otra investigación más reciente señala que los abuelos mayores de 70 años que comparten tiempo con sus nietos son mentalmente más jóvenes.
Ellos son, fundamentalmente, grandes transmisores de valores: «Cuando uno recuerda cosas de sus abuelos no recuerda los regalos que le hicieron sino los momentos que pasaron juntos», piensa Noriega. Cuando los niños son más pequeños, lo que más les gusta es que jueguen con ellos y que les cuenten historias. Por ejemplo, les encanta que les cuenten anécdotas de sus padres cuando eran pequeños. En la adolescencia, se convierten en sus consejeros. «Los chicos sienten que les pueden contar sus cosas porque les van a entender mejor o piensan que sus padres les van a regañar y saben que sus abuelos no lo harán».
A los nietos, en general, les gusta mucho, y además es algo muy bueno para su desarrollo, que los abuelos les cuenten cosas de cómo era la cultura y las costumbres de antes, no sólo las del país en general sino sobre todo y, en particular, las historias familiares. Algo que es crucial, según Noriega, «porque así el niño va construyendo su propia identidad y también la de su familia. Así, se sentirá parte de ella y esto a nivel identitario es fundamental».
Trasmitir a los nietos ciertos valores que, según Francisco, sólo los abuelos pueden hacer es algo clave en la educación, pero para que nos hagan caso, hay que ganarse su confianza, insiste: «Si yo le enseño cómo se jugaba a las canicas o por qué se jugaba así cuando yo era un niño, y él me enseña cómo mandar un mensaje o cómo usar la tableta, cuando yo le hable de amistad, de trabajo o de generosidad, me va a hacer caso, porque dirá: ‘Mi abuelo no está pasado de moda, se preocupa por mí y me hace caso en lo que le digo'».
Fuente: http://www.elmundo.es/sociedad/2017/02/15/58a33200e2704e7d3a8b463f.html
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