Las vacaciones pueden ser un momento ideal para iniciar a los chicos en el gusto por los museos y el arte. Pero hay que tener en cuenta algunas cosas para evitar que lo que debe ser una iniciación feliz y provechosa resulte contraproducente.
Entrevistada por el diario católico francés La Croix, Frédérique Leseur, responsable de Educación Artística en el Museo del Louvre, dice que «no hay edad para empezar a mostrar imágenes artísticas a un niño». «Puede hacerse desde la cuna -agrega-, pero entiendo que los padres tengan dudas sobre la visita a un museo, para lo cual creo que hay que esperar por lo menos a los 4 años».
Aun así, no cree que sea un imperativo llevarlos. Hay que pensar en la capacidad física de un niño para soportar las restricciones que implica una visita así: las colas, la multitud, los grandes espacios que hasta pueden causarle temor, etcétera. Es necesario prever todo eso e ir equipado; los chicos se cansan rápido, enseguida les viene hambre o sed…
Leseur también sugiere que los padres reflexionen honestamente sobre sus motivaciones: ¿quieren hacerlo por un auténtico deseo de introducir a sus hijos en ese mundo fascinante o porque «queda bien», porque es «una práctica cultural muy valorada socialmente»?, lo que, explica, lleva a muchas familias «a sentir una cierta presión y a veces querer ir demasiado rápido«.
«Coincido con Leseur en lo de la edad; cuatro años es lo ideal -responde a Infobae Adriana Mare, profesora en la carrera de Gestión e Historia del Arte de la USAL-. En cuanto a las motivaciones de los padres, es difícil generalizar. Sí puedo decir que en los últimos años los museos, acá y en el mundo, han conocido un verdadero boom de visitas infantiles, de niños que vienen con sus padres o con la escuela y eso desde el nivel inicial, al punto que ha obligado a los museos a pensar y a trabajar en propuestas adaptadas para los chicos, y es muchísimo lo que se está haciendo».
Una buena preparación previa, dice por su parte Leseur, es mirar con ellos los libros de arte, (los hay especializados para niños). También se los puede motivar para que observen las esculturas en los espacios públicos, y en toda ocasión que se presente.
Una buena idea es empezar por los museos de ciencias
Adriana Mare, que es además coordinadora del Museo Casa Rosada, rescata como positiva la opción de la mayoría de los padres: empezar por los museos de ciencias. «Allí los chicos pueden reconocer los animales que ya conocen por la tele o los libros, o los dinosaurios que tanto los fascinan. Está el maravilloso Museo de Ciencias Naturales de Parque Centenario, ahí hay muchas experiencias lúdicas para ellos, pueden jugar a ser arqueólogos en grandes piletones de arena, o adivinar qué animales corren más que otros y otras actividades de ese tipo».
«Es una buena manera de empezar a conectarlos con los museos, pero tengo que decir que en la Argentina la mayoría de los museos hoy trabaja con chicos. Los de arte hacen talleres. Por ejemplo, los llevan a ver algunas obras y luego tienen un espacio donde pueden practicar ellos mismos. El museo de Arte Moderno de la calle San Juan tiene mucha oferta de ese tipo» [Puede verse el detalle cliqueando aquí].
El museo se ha convertido en entretenimiento que saca a los chicos de la computadora y la tele
Adriana Rave cree que, en los últimos años, «el Museo se ha convertido también en ‘entretenimiento’ y en un entretenimiento que saca a los chicos de la computadora y de la TV«.
Frédérique Leseur aconseja no esperar efectos inmediatos, mágicos, de una visita al museo, porque «la sensibilización al arte es una construcción lenta que va del descifrado de un afiche en la calle al encuentro con una obra en un museo, pasando por la frecuentación de una obra ilustrada».
En el mismo sentido, Rave sugiere que los padres los lleven «para mostrarles algo especial», sobre lo cual luego en la casa puedan ver libros, ir a Internet y buscar más imágenes. O, al revés, ir al Museo a ver algo que ya conocen por libros, fotos o videos.
Una colega, profesora de Historia, contó que llevó hace varios años a su sobrino de 8 años al Museo Histórico de Parque Lezama. Por deformación profesional tal vez, pero también por convicción, le parecía importante para su educación que viera testimonios de los hechos y protagonistas de la formación de su país. El chico no estaba especialmente entusiasmado con la idea del paseo. Pero cuando empezó a ver objetos y retratos que le resultaban familiares por lo que sabía de la escuela, su actitud cambió. Y el colmo del entusiasmo fue cuando vio el reloj de Belgrano -que ya no está en el Museo porque fue robado y no ha sido recuperado-: se puso a contar la historia de cómo Belgrano había tenido que usarlo para pagarle al médico porque murió indigente. Mentalmente, ella bendecía a sus maestros.
En reacción a esto, Mare dice: «El museo para los chicos tiene que ser un entretenimiento, además de aprendizaje. En el fondo, con los adultos pasa lo mismo. Uno no puede visitar todo el Prado de una vez, es agotador». Y cuenta una anécdota que confirma el entusiasmo que produce en los chicos ver en vivo algo que conocen virtualmente.
«Un grupo de 42 alumnos de nivel inicial viene a visitar el museo de la Casa de Gobierno. La maestra se detiene, señala la foto de [el muralista mexicano David Alfaro] Siqueiros y pregunta: ¿Quién es? Y los chicos, a coro responden: ¡Da-vid Al-fa-ro Si-quei-ros! Le pregunté cómo era posible que lo supieran y me dijo ‘estamos aprendiendo a hacer murales'».
«Con los niños es importante optar y no ser exhaustivo», dice la experta del Louvre. Hay que ir con un plan. Tomarse un tiempo frente a un cuadro y «hacerle preguntas al niño antes que darle respuestas; se le puede preguntar qué ve, si adivina los colores sobre la paleta del pintor o si nota los trazos de las herramientas y materiales usados en la obra; preguntas simples pero ricas en contenidos».
Luego, y según la edad del niño, se pueden abordar los aspectos más eruditos mirando los carteles, las guías, sea en folletos o en audios. «Para que haya un encuentro con el arte, el niño necesita sentir que tiene capacidad de análisis. Si se siente aplastado por un saber que no posee, hay pocas chances de que se interese», concluye Leseur.
Los museos hoy tienen que competir con el shopping, el cine, el teatro, dice Mare y, en opinión de esta especialista, lo están haciendo muy bien. Casi todos los museos de Argentina tienen propuestas para chicos, además de los que son específicos para ellos, como el Museo del Títere (Piedras 905, en San Telmo) o el Museo de Ciencia en Recoleta, que es privado, donde hay muchas actividades interactivas para ellos.
«También el Malba, el de Bellas Artes, el Quinquela Martín (en la Boca), casi todos se han puesto a trabajar para ofrecer actividades para los niños, porque los padres, al traerlos, nos obligan a ese desafío», dice Adriana Mare.
El Quinquela Martín tiene el aditamento de poder contarle la historia de su creador, que vivía y pintaba en la misma escuela que hizo construir en La Boca y que sigue funcionando y alberga al Museo. Además de ver la colección de cuadros que Quinquela recopiló a lo largo de su vida, hay una interesante muestra de mascarones de proa de barcos y se puede visitar la casa del pintor, conservada tal como era cuando la habitaba el artista.
«Quinquela donó su Museo y su casa al Minsiterio de Educación -recuerda Mare- y dijo: ‘Dono mi casa y mi obra porque a través del arte se enseña'».
Y concluye: «Es importante que los padres les cuenten una historia. Veo en el Museo Casa Rosada, que es un museo de historia, cómo los padres les han contado previamente cosas y se las vuelven a explicar durante el paseo. Siempre les digo a mis estudiantes [Mare es titular de la cátedra de Gestión de las Artes-Museos] que los museos deben contar algo sobre cada objeto, debe haber un argumento, una narración».
Fuente: http://www.infobae.com/sociedad/2017/01/07/como-y-cuando-empezar-a-llevar-a-los-chicos-al-museo/
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