El síndrome de “Burnout” es la epidemia del siglo XXI, que afecta cada vez a más personas. Cuáles son sus causas y quiénes son más propensos a sufrirlo
¿Qué tienen en común el papa Benedicto XVI y la cantante Mariah Carey? No mucho a primera vista, pero ambos fueron diagnosticados con uno de los grandes males que acongojan a las personas que viven en el siglo XXI: el síndrome del burnout. Pesadez mental, falta de energía y cansancio constante son tan sólo algunos de los síntomas de este agotamiento que lleva a que concentrarse en el trabajo sea cada vez más complicado y que afecta la vida personal de quienes lo sufren. El «burnout» es aún más fuerte en la época de las fiestas, donde las tareas parecen acumularse en demasía y las responsabilidades familiares abundan.
No hay dudas de que en la actualidad el agotamiento es una preocupación alarmante. Un relevamiento llevado a cabo con médicos alemanes reveló que el 50% de los profesionales de la salud estaba sufriendo de burnout, un síndrome que se caracteriza por la presencia prolongada de estrés producido por el trabajo y cuyos síntomas incluyen fatiga crónica e ineficiencia laboral. Los individuos manifestaron sentirse agotados durante todo el día, y que el sólo hecho de pensar en el trabajo antes de levantarse a la mañana los dejaba agotados.
El especialista en estrés Pablo Colica había explicado a Infobae que «una de las características más comunes es que primero se empieza a perder el control sobre las emociones, estamos muy ansiosos o deprimidos, y esta depresión se manifiesta con un gran cansancio y fatiga que no tienen relación con el trabajo que se realiza. Por otro lado, aparecen cambios de carácter, como malhumor con las personas más cercanas».
«Todas las alteraciones que se producen por el desgaste ocasionan cambios orgánicos; se van produciendo cambios en neurotransmisores y neurohormonas que se traducen en alteraciones cognitivas, de la atención», aseguró Colica.
La doctora Anna Katharina Schaffner es profesora de la Universidad de Kent, en el Reino Unido. Ella es una de las víctimas de lo que se podría llamar la «epidemia del agotamiento», por lo que comenzó a estudiar el síndrome del burnout, y descubrió que este mal es cada vez más común.
La experta afirma que es levemente diferente a la depresión. «Los teóricos concuerdan en que la depresión conlleva una pérdida de la autoestima, o incluso odio o desprecio a sí mismo, lo que no ocurre durante un burnout, donde la imagen de uno mismo en general permanece intacta», explicó Schaffner. «El enojo en el burnout está dirigido hacia la empresa o la organización para la que uno trabaja, o hacia los clientes para los que uno trabaja, o hacia el más amplio sistema económico y sociopolítico».
El creciente énfasis en la productividad -y la necesidad emocional de probar que uno es merecedor de un determinado puesto- deja a los trabajadores en un estado permanente de «lucha o huida», una respuesta fisiológica ante la percepción de ataque o amenaza a la supervivencia.Pero si uno se enfrenta a ese tipo de presión a diario, se debe soportar una oleada constante de hormonas de estrés.
Como si esto fuera poco, para muchos, la presión no termina con el trabajo. Las ciudades -y los dispositivos móviles- no paran de estar activas durante las 24 horas del día. Esta cultura de «siempre en movimiento y siempre alerta» hace que sea difícil descansar tanto durante el día como durante las noches. Sin oportunidades para recargar las mentes y los cuerpos, las baterías del ser humano están siempre bajas.
Schaffner cree que el estrés de la vida moderna proviene en parte de la mayor autonomía del ser humano, ya que cada vez más los trabajos proveen más libertad para que uno se maneje sus propias actividades. Sin límites marcados, la gente suele agotarse de más. También aseguró que la tecnología es otro factor de estrés, ya que gracias a ella hoy es casi imposible dejar el trabajo en el ámbito laboral.
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