Las dificultades que ya encuentran los investigadores para evaluar los números de la economía tradicional se multiplican al querer analizar el efecto de las nuevas formas de producción
En un programa cómico muy exitoso de los Estados Unidos, el actor Zack Galifanakis interpreta a un entrevistador sin demasiadas luces, que deja en situaciones incómodas a políticos de renombre que le siguen el juego. El presidente Barack Obama pasó por este sketch, y también lo hizo Hillary Clinton. A la abogada demócrata Galifanakis le hizo la siguiente reflexión: ¿Se da cuenta de que para los chicos de 8 años o menos tendremos el primer presidente que no es negro? Hubo un silencio incómodo y luego siguió el gag.
El mundo de lo que ya es natural para las chicas y chicos menores de 8 años también atraviesa la discusión por el timing de avance de la inteligencia artificial en dispositivos de vida cotidiana. Hoy en muchos hogares los menores ven a diario a sus padres «recibir órdenes» de programas tipo Siri, Waze o interactuar con las terminales de Amazon Echo sin ningún tipo de fricción. Este tipo de naturalidad llevó a que recientemente Elon Musk, el emprendedor de Tesla, Solar City y Space X, remarcara que para esta generación la adopción de dinámicas como la de vehículos automanejados será mucho más obvia y fluida que para los adultos de la actualidad. Lo dijo en la semana en la que se anunció que el 100% de las unidades de Tesla comenzarán a venderse con dispositivos de automanejo.
La interacción entre el enfoque cultural y el timing de la adopción de la inteligencia artificial es una de las avenidas que vuelven tan complejo para los economistas medir el verdadero impacto de esta tecnología exponencial. Si la economía tradicional ya tiene problemas graves para mensurar algunos fenómenos de la nueva economía, como los modelos colaborativos o el impacto de la biología computacional, con la inteligencia artificial las dificultades se multiplican, por varios motivos.
«Muchos académicos tratan a la inteligencia artificial como si fuera similar a alguna de las grandes tecnologías disruptivas del pasado, como la electricidad o la masificación de la computación. Por el contrario, creo que la AI es un nuevo factor de producción que trasformará por completo las bases del crecimiento de la economía», explica a la nacion Mark Purdy, experto global de Accenture en Inteligencia Artificial y autor del estudio titulado ¿Por qué la Inteligencia Artificial es el futuro del crecimiento? En su investigación, Purdy afirma que la IA tiene la capacidad de duplicar la tasa de crecimiento de las economías desarrolladas (que representan el 50% del PBI mundial) de acá al año 2035, y de aumentar la productividad laboral en el mismo período un 40%.
«Las revoluciones tecnológicas en el pasado produjeron saltos cuánticos en la productividad, pero no generaron fuerzas enteras de trabajo nuevas», marca Purdy. «Nuestro análisis sostiene que la inteligencia artificial tiene el potencial de generar una nueva era de crecimiento no sólo basada en la producción de bienes sino anclada en sectores de servicios, como la educación y la salud», agrega.
El experto sostiene que la IA es una nueva forma de factor trabajo, en tanto replicará muchas de las actividades que hacen hoy humanos con mucha mayor escala y precisión. Y por otro lado, la IA también entra dentro del factor capital en forma de robots y máquinas inteligentes. «Uno de los desafíos que tenemos es el de medir este factor nuevo e híbrido entre capital y trabajo», agrega.
Tres motores
«Y luego hay toda una serie de implicancias que son aún más difíciles de medir: ¿cuánto valen el millón de vidas que se salvarían por año si se masifican los dispositivos de automanejo», agrega Purdy.
Lo que están notando economistas como Tyler Cowen, coautor del blog Marginal Revolution, es que la disrupción más grande -en términos relativos- podría darse en sectores con mucha diversidad de actores y problemas de «silos», como la medicina, la construcción y la industria publicitaria, donde los jugadores a menudo operan con muchas fricciones y hasta incentivos encontrados entre sí. En estos campos, la IA vuelve obvias y visibles a las ventajas de la colaboración.
Y lo mismo sucede a nivel de economías de países. Desde Harvard, el economista venezolano Ricardo Huassmann viene trabajando el tema «complejidad», y afirma que los países que vienen mostrando historias más exitosas de crecimiento son los que tienen una matriz de producción y de exportación bien diversa y compleja. Todo lo contrario al mandato clásico de 250 años de economía que dice que los países deben especializarse y concentrarse en un o unos pocos verticales de negocios.
Purdy coincide y cree que para economías como la Argentina, en las que hay «un poco de todo» (agro, servicios, sistema financiero, manufactura), la inteligencia artificial podría tener un impacto muy alto en términos relativos.
«A mediano plazo, la integración de AI con otras tecnologías (building automation, wearables, Internet de las Cosas en general) traerá innovaciones que replantearán completamente nuestro trabajo, la manera en la que nos movilizamos, nos mantenemos sanos y nuestra vida cotidiana en general», explica ahora Ignacio Perrone, especialista de la consultora de tendencias tecnológicas Frost & Sullivan. «En una primera etapa, la inteligencia artificial puede dar lugar a una era en donde los productos o servicios se diferencien realmente por lo que pueden hacer (sus capacidades de AI) y no tanto por cómo se ven (diseño)», agrega Perrone.
Esta énfasis en la «hibridez» (y no tanto en el reemplazo) de los puestos de trabajo es una marca registrada de la visión más optimista sobre la economía del futuro. Sergio Kaufman, el presidente de Accenture, cree que en materia de mercado laboral se viene un mundo de «anfibios»: los trabajadores deberemos conservar y perfeccionar habilidades del viejo mundo (creatividad, inteligencia social, empatía), e incorporar nuevas, particularmente de interacción con las máquinas.
Para los seguidores de Star Wars, que es «el» relato por excelencia dominante en el campo de la innovación y el emprendedorismo, se viene un planeta no dominado por androides, sino por anfibios como Jar Jar Binks, el gungano que ayuda a la princesa Amidala y sus aliados en la saga creada por George Lucas. ¿Cuánto será el producto bruto interno del planeta Naboo?
Fuente:http://www.lanacion.com.ar/1955682-como-medir-el-impacto-en-el-pbi-de-la-inteligencia-artificial
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