San Rafael, Mendoza 23 de noviembre de 2024

“El Gran Gatsby”

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El actor, junto al director Baz Luhrmann y la actriz Carey Mulligan, presentó la nueva versión de la película basada en el clásico libro de F. Scott Fitzgerald. Las críticas no fueron muy favorables. Hoy se estrena en la Argentina.

Por Pablo O. Scholz

Ahí está él, elegante, saco negro, camisa celeste y blanca, con sus cabellos algo largos peinados al agua, chivita, alguna sonrisa. La mirada algo dispersa cuando no le preguntan directamente.

Sí. Leonardo DiCaprio debe estar repodrido de que le pregunten sobre El Gran Gatsby, la película que anoche inauguró, fuera de competencia, la 66° edición del Festival de Cannes y que hoy se estrena en la Argentina. Y se nota. El actor de Titanic lleva semanas promocionado el filme del australiano Baz Luhrmann por todo el mundo. Y ahora la frutilla del postre -desabrido, para la estrella de El aviador– es Cannes.

Pero debe(ría) poner buena cara, ya que es el protagonista y su personaje es el que lleva el título del filme. La adaptación del clásico de F. Scott Fitzgerald, sobre el hombre que, de la nada, hace una fortuna para reconquistar al amor de su vida, dice DiCaprio, “es de lectura obligatoria en las escuelas de los Estados Unidos. Yo la leí siendo adolescente”, pero ahora de adulto, a sus 38, dice que siente que “no era la historia de un amor trágico como creí”.

¿No?

No. “El libro es la historia de un hombre que trataba de convertirse en un gran Rockefeller, un gran americano, y en algún lugar del camino perdió el sentido de quién era”. Y agregó: “No comprendía el profundo poder existencial de la escritura de Fitzgerald. Ahora estoy fascinado y movilizado por Gatsby, este nuevo americano en un nuevo mundo donde todo es posible, en tiempos de un gran optimismo, y que desesperadamente quiere sostenerse en la mirada de Daisy”.

Daisy no es la novia del Pato Donald en este cuento americano sobre glamour, corrupción, hectolitros de champagne, celos e infidelidades en una Nueva York de artificio, con extrapolación anacrónica de hip hop y jazz. Daisy es la mujer de los sueños de Gatsby, que alguna vez ya interpretaron Mia Farrow (con Robert Redford, en 1974) y Betty Field (con Alan Ladd). Hoy es Carey Mulligan, la rubiecita inglesa de Drive,Shame y Enseñanza de vida.

“Baz me dio seis libros sobre Zelda Fitzgerald -contó Mulligan la única vez que pudo meter un bocadillo en la conferencia de prensa- y organizamos un viaje a Princeton, donde hablé con gente relacionada a Fitzgerald. Y empecé a leer acerca de Ginevra King, otra inspiración para Daisy, que tuvo una relación con Scott por cerca de un año. Las cartas de amor, su lenguaje, eran las expresiones como Daisy hablaba”.

El hecho que mencionó la actriz londinense no es casual. Luhrmann, quien ya dirigió a DiCaprio en Romeo + Julieta hace diecisiete años, contó que le resultaba irónico que Fitzgerald “haya escrito la novela a veinte millas de aquí, mientras su esposa y su musa inspiradora, Zelda, tenía un affaire abierto en una playa de la Riviera… Cuánto dolor y belleza se introdujeron en la escritura”, supuso.

Luhrmann estaba acompañado por su esposa Catherine Martin, coproductora y diseñadora del filme, quien ganó dos Oscar por la dirección artística de sus filmesRomeo… y Moulin Rouge, en la otra punta de la mesa. El realizador concedió de buena cara que “no suelo tener grandes (por buenas) críticas” y se sinceró al recordar que el que pasó “fue un fin de semana nervioso para todos -por el estreno del filme en Norteamérica-. Estoy agradecido al público”. No es para menos: en tres días recaudó US$ 51 millones, y acalló algunas críticas.

DiCaprio había llegado acompañado por guardaespaldas, que cuando ingresó a la sala de prensa se pusieron a los costados del escenario donde estaba sentado. Uno de ellos, con su Iphone, filmó no a la estrella sino a los periodistas, a los fotógrafos, a los camarógrafos.

Tras beber agua y un café espresso, mientras Luhrmann no paraba de hablar, DiCaprio se despertó y dijo que el director “te inspira todo el tiempo en el lugar de trabajo, no sólo para que hagas lo mejor, sino para que sueñes grande”. La frase suena bonita. Pero agregó: “Si entrás a un cuarto y te encontrás con él, es imposible no sentirte inspirado, nostálgico, que sos parte de algo especial. El inspira eso en todos los que trabajan con él, y es infeccioso”. En cuanto terminó el encuentro con la prensa, el primero en levantarse fue DiCaprio.

Una lluvia molesta, persistente, iba a opacar la gala de inauguración. Las estrellas llegaban en sus limusinas y autos negros y no podían evitar el empape. Luhrmann lucía igualmente feliz. El director de Moulin Rouge y la estrella DiCaprio habían conseguido que, en sólo una semana, se vendieran en los Estados Unidos más copias de El Gran Gatsby que mientras vivió Fitzgerald.

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