Incluso después de 120 años, la exposición anual organizada por la Sociedad Rural Argentina es un evento a destacar en el calendario agrícola. Multitudes pasean por los enormes salones repletos de maquinarias agropecuarias. En los corrales los peones usan sopladoras de aire para retirar suavemente el aserrín de la inmaculada piel de algunos de los animales más mimados de la Argentina.
Pero este año el evento en Palermo fue notable no sólo por sus piezas en exhibición: los visitantes detectaron una raza muy extraña: un ministro del gobierno.
Durante más de una década, ningún miembro del gobierno visitaba la exposición, en medio de un creciente conflicto con los productores agropecuarios. La presencia de Ricardo Buryaile, el ministro de Agricultura, fue señal de un gran cambio en el ánimo oficial hacia el poderoso sector rural de Argentina. La reconciliación se debió en parte a la anterior decisión de la presidencia de Mauricio Macri que asumió en diciembre de eliminar la mayoría de las retenciones a las exportaciones agrícolas que habían paralizado las relaciones comerciales con el mundo.
El optimismo abunda. «Tenemos muchos motivos para estar contentos y para que haya un cambio de ánimo,» aseguró Luis Miguel Etchevehere, presidente de la Sociedad Rural. «Estamos de vuelta,» dijo Buryaile. «El conflicto entre el gobierno y los productores agropecuarios ha terminado», agregó.
Ernesto Ambrosetti, economista jefe de la Sociedad Rural, enumera las señales de que la confianza está volviendo. Las ventas de equipos agrícolas subieron 30%, contó, y la demanda de fertilizantes aumentó. Se plantó una quinta parte más de trigo. Otra vez está creciendo la cantidad de cabezas de ganado que se había contraído en forma alarmante, mientras que las exportaciones de carne vacuna cayeron por debajo de los niveles de otros países vecinos.
Alfredo Rodes, director ejecutivo de Carbap, una organización que representa a 40 asociaciones rurales de las dos provincias más productivas de Argentina, espera grandes incrementos en la producción de muchos cultivos. «Podemos tener relaciones comerciales con el resto del mundo y podemos empezar a mirar hacia el futuro», comentó.
Eso sería bienvenido. Desde los días del siglo XIX en los que Argentina empezaba a exportar grandes cantidades de carne vacuna refrigerada, la agricultura ha sido una de las partes más dinámicas y abiertas de la economía.
El sector agrícola del país, donde los pragmáticos empresarios con sus grandes extensiones de tierras han creado algunas de las compañías más exitosas de la Argentina, están acostumbrados a competir agresivamente en los mercados de exportación. «El éxito del país en el sector agrícola se debe a los innovadores productores agrícolas que tiene Argentina. Los chacareros abrazaron técnicas nuevas,» señaló Gonzalo Ramírez Martiarena, CEO de Louis Dreyfus Company (LDC), una de las comercializadoras de commodities agrícolas más grandes del mundo.
La gran escala y la voluntad para innovar son evidentes en lugares como Rosario, la ciudad portuaria ubicada a 300 kilómetros de Buenos Aires y donde enormes plantas procesan diariamente decenas de miles de toneladas de porotos de soja, antes de cargarlos en buques para su exportación. Este cluster incluyendo compañías internacionales como Glencore, LDC y Bunge y también pares argentinos considerables como Vicentin y Molinos Río de la Plata es uno de los «más grandes y eficientes del planeta», según Andrés Alcaraz, gerente de comunicaciones corporativas en Ciara-CEC, una cámara que representa a los productores y exportadores de oleaginosas.
En los campos argentinos, la capacidad del sector de competir se observa en el extensivo uso de tecnología, incluyendo lo que se conoce como siembra directa. Argentina adoptó los cultivos transgénicos, mientras que los campos son monitoreados vía satélites o drones para que los fertilizantes puedan aplicarse en lugares precisos y en las dosis adecuadas. «Ya no hay más gauchos. Es gente en camionetas 4X4 que controla todo con laptops y wifi», contó un peor del sector.
Macri quiere que más exportaciones del país agreguen valor, para que Argentina sea «el supermercado del mundo». Javier Racciatti, director de operaciones regionales de LDC, comentó: «Argentina ha estado agregando mucho valor en sus oleaginosas a través de la fabricación de productos como biodiesel y glicerina. En algunos cultivos probablemente haya más para hacer en términos de usarlos para la cría de ganado, como manera de agregar valor a lo que ya crece ahí.»
Argentina también tiene que recuperar mercados. Las ventas de carne cayeron tan drásticamente que el país ni siquiera cubre su cuota para exportar a la UE. En general, las exportaciones agrícolas cayeron 23% desde 2011, según Marisa Bircher, secretaria de mercados agroindustriales, mientras que el número de exportadores registrados se redujo de 16.000 a 9500. «Queremos diversificar los mercados, diversificar el número de nuestras compañías exportadoras y, por supuesto, diversificar productos», agregó.
Hay señales promisorias: los productores de uva de Argentina obtuvieron acceso al mercado chino, y el país puede otra vez vender carne vacuna a EE.UU. después de 15 años de una prohibición vinculada con la fiebre aftosa. En total, dijo Bircher, Argentina está hablando con 33 países para mejorar el acceso al mercado.
Si bien las negociaciones comerciales pueden ser lentas, la confianza general del sector es al menos más palpable que en el pasado reciente. Martiarena comentó: «Tenemos productores eficientes, un gobierno que está impulsando el crecimiento de la agricultura, compañías privadas que están desarrollando infraestructura exportadora y un mundo donde la demanda sigue subiendo. Todo está convergiendo y brinda muy buenas perspectivas para que Argentina crezca».
Traducción: Mariana Inés Oriolo
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