La ex integrante de la Conadep habla de cómo encuentra a la Argentina el Bicentenario de la Independencia y de las deudas que el país aún tiene pendientes. En una charla con 3 Días, cuenta que el gran desafío es volver a ser un ejemplo en materia educacional y reclama a las fuerzas políticas un acuerdo de cinco puntos claves para sacar el país adelante.
Graciela Fernandez Meijide aún mantiene intacto su ser político y su lucha por los derechos humanos. La histórica dirigente de 85 años tiene una mirada aguda sobre el pasado, pero mucho más sobre el presente. «Aspiro a una Argentina que sea cada vez más democrática y cada vez menos dependiente en un mundo que genera altas dependencias», apunta la ex integrante de la Conadep, al plantear los desafíos y las dificultades de un país ciclotímico que siempre parece estar empezando de vuelta.
En una extensa charla con 3Días de cara al Bicentenario de la Independencia, la ex ministra de Desarrollo Social del gobierno de la Alianza advierte que hoy es «muy saludable» que no haya concentración de poder, porque «eso obliga a discutir en el Congreso todas las decisiones que se toman y ayuda al consenso» necesario en toda democracia.
¿Cómo encuentra a la Argentina este Bicentenario de la Independencia?
– Pensaba que en el Centenario estaba todo lleno de edificios carísimos, había todo un despliegue tremendo y, hoy por hoy, hay una realidad que ha sido dura. Por una u otra razón, la economía ha tenido altos y bajos. Y la mejor oportunidad que tuvimos, que fue entre el 2003 y 2007, a mi criterio la hemos desperdiciado. Primero, porque no se creó un fondo anticícliclo, y segundo, porque no se aplicó esa abundancia económica para darle importancia a aquellas cuestiones que no tienen que ver solamente con lo inmediato, si no que apuntan a un plan de mediano y largo plazo, un hacia dónde quiere ir un país. Y que debería lograrse, aunque no sea nada fácil, con un acuerdo entre las fuerzas políticas. Los dirigentes políticos deberían ponerse de acuerdo en cinco o seis puntos claves y comprometerse a ir todos en ese sentido para sacar el país adelante.
¿Y qué ve de positivo actualmente?
– Que en la última elección la sociedad haya repartido el poder. Me parece muy saludable que ningún partido haya logrado una mayoría aplastante porque esto, después de años en los que prácticamente el Congreso no funcionaba, obliga a discutir las decisiones que se toman. Sé que es hartante para un gobierno, pero esa es la realidad de una democracia con conflictos por resolver. Veo bien también la alternancia de poder y que se haya liquidado esa deuda que teníamos que, sea justa o no la decisión del juez, nos habíamos comprometido a pagar. Teníamos que resolverlo o iba a ser un salvavidas de plomo como en una época fue la convertibilidad. Y tengo la impresión de que quienes gobiernan hoy se están dando cuenta que la exigencia está en desarrollar políticas sociales universales, o por lo menos que abarquen a la mayor cantidad de gente.
En este contexto, ¿cuál es el mayor desafío que enfrenta la Argentina de cara al futuro?
– El mayor desafío, en primer lugar, es achicar esa brecha fenomenal que hay entre los pocos que tienen mucho y los muchos que tienen poco. Que es menor a la que hay en otros países de Latinoamérica, pero eso no nos debe consolar sino que tiene que estimularnos más para hacerlo distinto. Hay que ver cómo se controla al capital financiero, no para eliminarlo, sino para que no tenga más poder que los gobiernos. Debemos concentrarnos en atender a todos los que están excluidos, sobre todo a los más jóvenes. El mercado del trabajo te exige cada vez más conocimientos y mayores habilidades y para eso necesitamos mejores universidades y mejores institutos superiores de enseñanzas.
¿La inseguridad no es un tema prioritario?
– Sí, claro, pero está muy ligada a la situación social. Entonces, atendamos la inseguridad perfeccionando las fuerzas de seguridad como un desarrollo preventivo, pero no podemos dejar de ocuparnos del tema educacional. No para que sean todos cultos -que no estaría mal tampoco- si no para que obtengan las habilidades indispensables para ser incorporadas al trabajo que cada uno haga.
¿Lo ve a Macri con la sensibilidad social necesaria como para crear esas políticas?
– Yo no sé si la sensibilidad la tenía de antes pero tengo la impresión de que hoy se está haciendo cargo. No podría decir si Macri tiene más o menos sensibilidad social que la que pudieron haber tenido (Daniel) Scioli o (Sergio) Massa, pero sí es cierto que en este momento -con sensibilidad previa o no- está tomando las medidas necesarias para paliar lo que son las consecuencias de este ajuste que, como dice todo el mundo, no había otro remedio que hacer. Y cualquiera iba a hacerlo. Ahora podría uno decidir si había que hacerlo paulatinamente.
¿Coincide con los que piensan que el kirchnerismo dejó una herencia pesada?
– Una herencia muy pesada pero además muy endiablada, muy complicada. Se gastó, se gastó y se gastó a cuenta, y entonces uno se pregunta: la gestión anterior que tenía un candidato medio a la fuerza porque no les gustaba mucho, qué futuro le preparaba. ¿Qué pensaban? ¿Que si ganaba Scioli iba a tener que renunciar, que alguien lo iba a tener que reemplazar, que iba a haber una convocatoria masiva a favor de Cristina, algo así como un 17 de octubre? ¿Cómo era el cálculo? No sé y tampoco sé si vale la pena hacer mucha especulación. Pero lo que sí pasó es que la gente eligió. Y lo que veo es que todavía el cristinismo, un grupo que está cada vez más golpeado desde el punto de vista del resultado de la política, se está endureciendo hacia un lado. Creo que reaccionan para alambrar y no tener más sangrías. Si no, no se explica cómo algunos dirigentes, como Moreno, salen a decir las barbaridades que dicen. Para mí eso es más un discurso hacia adentro para asegurar lealtades que hacia afuera para escandalizar a la gente.
Justamente, ¿qué siente cuando Moreno compara a Macri con Videla?
– Creo que es algo que se repite en la Argentina por determinadas cuestiones y es el ‘no respeto por el voto. Se llenan la boca con la palabra pueblo. Dicen representarlo, quererlo y cuidarlo, más los populismos, pero cuando el pueblo vota no respetan la condición indispensable de la ciudadanía en una democracia que es justamente el voto. Es donde se expresa la voluntad popular.
¿Es legítimo dar pelea de un modo tan virulento?
– Es legítimo que se compita para obtener ese voto para ganar las próximas elecciones, pero lo que no se puede es utilizar cualquier artilugio para despreciar el voto. A mí me hace recordar cuando en el ’73, Montoneros hace toda la campaña para que Perón vuelva. «Peron vuelve», era la consigna. Pero después de ser elegido Perón por un número avasallador de votos, a los tres días, matan al dirigente gremial José Ignacio Rucci. Perón interpretó que con eso le pegaban a él, y no se equivocó. Yo desde otro lugar digo que esa gente que decía que quería el voto del pueblo, en el fondo y más allá de cuáles fueran sus ideales, se equivocaba y no consideraba el voto de la gente. Hoy por suerte es distinto. Como dijo Carlos Marx: «La primera vez es tragedia, la segunda es una farsa». Esta vuelta parece más una farsa. Pero con esos personajes, el cristinismo encontró la forma de construir la política. Con gente como Moreno, Luis D’Elía, o Hebe de Bonafini. Son pedazos de una forma de relato que yo rechazo profundamente y que nos muestran una parte absolutamente antidemocrática.
¿Cómo cree que debería ser el dirigente que saque adelante a la Argentina?
– Tiene que tener convicciones fuertes, y eso no significa que sobre la marcha pueda modificar parte de esas convicciones que tenía en mente. La realidad muchas veces hace que vos no puedas llevar a cabo las cosas tal como las pensabas. Hoy, la sociedad por un lado repartió el poder, y por el otro, ha descubierto la corrupción. Y eso de que lo ha descubierto lo digo de manera sardónica. Creo que las mismas dificultades económicas hacen que de repente la gente se preocupe por la corrupción. Y en buena hora se preocupa.
¿Siente que con Cambiemos nació una nueva manera de concebir la política?
– Sí, creo que sí, pero no Cambiemos, el fenómeno es el PRO que tuvo origen en el descrédito de la política del 2001. Ahí,, empresarios que habían sido exitosos en sus tareas decidieron armar una forma de gobernar a la que todavía le cuesta entender que tiene que hacer política. El trabajo de la política es siempre el de la búsqueda continua de consensos y acuerdos, es el de la negociación. En política, cuando no hay negociación, empieza la guerra. Esto creo que no lo valorizaron suficientemente, aunque están aprendiendo con rapidez.
En materia de derechos humanos, ¿qué deuda queda pendiente?
– La principal deuda es la gran demanda que hay desde los ’70 sobre dónde están los desaparecidos, y aún no tuvo respuesta. Hasta ahora los aportes a la verdad fueron hechos siempre desde las víctimas, no desde la Justicia o el Estado. Tampoco ha habido aportes para terminar de conocer directamente la suerte de los desaparecidos, ni para entender la historia. Esto en cuanto al pasado, a la violación de los derechos humanos fundamentales. Eso está ahí, se está juzgando. Pero además lo que pasa es que nos cuesta mucho pensar en términos de la aplicación de los derechos sociales, culturales y económicos, y los nuevos derechos que van apareciendo siempre, como el derecho al medio ambiente. Entonces tenemos conflictos: las mineras sí, o las mineras no. Las extracciones mineras sí o no. Veo las villas, cómo se vive, y pienso: señores, con todo el dinero que hubo en la década pasada, ¿qué estuvimos haciendo?
¿Y cuál sería la punta del ovillo? ¿ Existe un ideal en ese sentido?
– Me estás pidiendo demasiado, no tengo la fórmula. Creo que hay que trazar un plan y ver a dónde se quiere ir y a dónde se quiere llegar, sabiendo que no lo vamos a poder hacer todo de un día para el otro. Que no somos la Argentina potencia, si no que tedremos que desarrollar todas nuestras posibilidades. Porque además de los temas internos, estamos viviendo un cambio brutal a nivel global. Mucho déscredito de la política. Cuando uno mira en Estados Unidos que aparece un candidato como Donald Trump, uno se pregunta quién es esa gente que lo vota. Y es gente de clase media, que tiene miedo porque retrocedió, y que por lo tanto se pone conservadora, y que se va a poner xenófoba, y que se adapta a todo lo que él expresa, porque si no, no tendría la repercusión que tiene. Y ojalá que no lo elijan, sería malo para todos. Pero no nos quedemos ahí, veamos lo que está pasando también en España, hay dificultades para armar un gobierno.
¿Y a qué se debe ese fenómeno?
– A que la mayor parte de la gente no se está sintiendo representada. Este es un problema de la dirigencia política de todos los partidos. No escapa nadie. Cualquiera que haya sido dirigente político todos estos años tiene que preguntarse qué tiene esto que ver conmigo.
¿Ve distinta la política de hoy a la del momento en que usted estaba más involucrada?
– No, en algunas cosas no es distinta. Lo que sí es diferente es la situación global actual. Por qué hay situaciones que sí se producen en otros lados, pero que aquí no se dan. Y lo que no hace posible que acá se den son las grandes diferencias económicas internas, entre el que tiene y el que no, y además, las diferencias entre países, económicas también. En América latina, no hay un país locomotora que pueda compensar esas falencias, como lo hizo Alemania en Europa, aunque ahora también tengan sus dificultades. Son grandes los desafíos. Y para mí, todos a nivel educacional.
¿Por qué los argentinos no logramos encontrarle la vuelta a las cuestiones que más nos complican?
– Porque desde no sé cuántos años tenemos la misma baja calidad -sobre todo educacional- y cada vez va a ser peor porque aunque mantuviéramos la misma calidad, la exigencia es cada vez mayor, entonces igual retrocedemos. Hay que agregarle, además, los vicios de la política. Por ejemplo, la aparición de un elemento muy trastornador como el narcotráfico. Terriblemente corruptor e invasivo. Y desde el 2001 en adelante, existe una concepción que es muy deteriorante, que es la de una gestión que confundía Gobierno con Estado. Quitarnos esa forma de ver la política lleva energía y ganas.
Le tiene fe a la Argentina…
– Soy una persona que en todos los niveles de la vida, en el hacer política o donde sea, suelo mirar la parte del vaso lleno. Soy optimista pero no irracional. Le tengo la fe que se merece. Yo aspiro a que la Argentina sea cada vez más democrática, y cada vez menos dependiente en un mundo que genera altas dependencias.
Sé el primero en comentar en ««Hay que achicar la brecha entre los pocos que tienen mucho y los muchos que tienen poco»»