San Rafael, Mendoza 23 de noviembre de 2024

«La revolución digital está llegando a la medicina»

Leo Joskowicz, especialista en medicina digitalEl Dr. Leo Joskowicz explica cómo la ciencia ficción se está haciendo realidad antes de dar sus charlas en Buenos Aires. Leo Joskowicz, especialista en medicina digital.

«Mi tema es la medicina digital, cómo las tecnologías digitales ayudan en el diagnóstico y la evaluación del tratamiento, incluyendo la cirugía», explica Leo Joskowicz, un mexicano que vivió en su país hasta los 18 años hasta que tuvo la posibilidad de estudiar en la Universidad Hebrea de Jerusalén, fundada por Albert Einstein, Sigmund Freud y Martin Buber en 1918. Más tarde, Leo -que es Leo y no Leonardo- consiguió una beca para hacer una maestría en la Universidad de Nueva York, y se quedó ahí por 13 años.

Aunque viva fuera de su país durante 10 meses al año, cuando habla de Latinoamérica dice «somos» y no «son». También usar palabras difíciles como un médico, pero prefiere hablar como uno más, y hacer honor a su vocación docente. Formado en informática, está de visita en el país para dar una serie de charlas sobre «su tema» (el martes 10 en un Homenaje a la Comunidad Judía, y el miércoles 11 en un Seminario Internacional, ambos organizados por Fundación OSDE), pero acepta la propuesta de no redundar y de hablar de otras cosas: realidad, ciencia ficción y la concepción que se tiene sobre ambas.

¿Qué tan accesible es ese tipo de medicina?

Hay muchos factores en juego: los pacientes demandan más y viven más años, las enfermedades se desarrollan, la población crece, hay menos médicos por cantidad de habitantes. La medicina no se puede automatizar, pero sí darle un apoyo para que los médicos hagan mejor su trabajo, lo que ayuda a reducir los costos y a mejorar los tratamientos. Obviamente las tecnologías de punta son muy caras, pero con el paso del tiempo algunas de ellas se pueden abaratar. El primer vuelo transatlántico fue muy caro, pero después se hizo accesible. La revolución digital está llegando a la medicina.

¿Y los médicos cómo toman este acercamiento entre medicina y tecnología? ¿Se sienten desplazados, acompañados, se complementan?

Como toda nueva tecnología, hay ciertas reticencias. No todo el mundo estaba contento con los primeros cajeros automáticos, pero a medida que pasó el tiempo y los fueron mejorando, los empezamos a aceptar. Un buen taxista quizás no necesite un GPS o Waze, pero sí pueden beneficiarse porque pueden saber en tiempo real qué pasa en las calles de la ciudad. Lo mismo pasa con la medicina: no toda la tecnología es necesaria, hay médicos que no necesitan este tipo de apoyo. Hay mucho de generacional, pero no hay dudas de que a la larga la tecnología va a ayudar a los médicos a hacer mejor su trabajo.

¿Le gusta el cine?

Sí, mucho.

Ahí hay mucho de ciencia ficción en esto de ser operado mediante máquinas y robots. ¿Qué tan lejos estamos de eso?

Hay que pensarlo en contexto. ¿Qué cosas se pueden automatizar? ¿Qué cosas no requieren de un proceso de toma de decisiones complejo o cosas que requieren una confiabilidad y repetitibilidad altas? Si se necesita un robot para hacer una perforación muy precisa, se usa porque ya existe y lo hace mejor que la mano de cualquiera. Nosotros nos encargamos de entender el flujo de trabajo de un médico y ver en qué puntos se le puede dar un apoyo tecnológico. Un robot operando solo sí es ciencia ficción, sin embargo para hacer gestos quirúrgicos muy precisos ya es realidad.

¿Qué cosa que haya visto sobre medicina en una película le gustaría que exista?

Lo vi y en realidad existe, pero de forma parcial. Tres días antes de los atentados contra las Torres Gemelas, se hizo una telecirugía a un paciente que estaba en Francia, pero desde Nueva York. La tragedia hizo que nadie se entere, claro. Fue una remoción de vesícula transatlántica, hecha mediante brazos robotizados conectados a través de una conexión de ancho de banda importante. Se la bautizó como Operación Lindbergh en honor a Charles Lindbergh, el primer aviador que hizo un vuelo transatlántico. Pasaron 15 años y no se volvió a repetir, pero me gusta la idea de poder ayudar a personas a distancia, personas que estén en lugares remotos. Sería un sueño que más gente pueda obtener ese beneficio. Cuando eso sea rutina yo estaré feliz. Es ciencia ficción realizable.

Aunque durante los 80 y los 90 se tuvo una concepción del futuro que todavía no se hizo realidad, y quizás nunca sea así.

Hay una frase que dice «el pasado no es lo que era antes, el presente no es lo que es ahora y el futuro no era lo que era antes». En efecto, de forma sistemática todo lo que fue predicción del futuro, se equivocó. Si a mí me hubieran dicho hace 10 años que algunos autos se iban a conducir solos no lo hubiera creído, pero ahora sí sé que lo voy a ver; pero no así los coches que vuelan. Eso de predecir el futuro es un mal negocio, pero sí hay que apostar a desarrollar cosas.

¿Y cómo se maneja la derrota? No todo funciona y sale bien…

El mensaje que trato de transmitir a mis alumnos es que la mayor parte del tiempo de lo que vayan a hacer no va a funcionar o no va a tener trascendencia. El 90 por ciento de las cosas que uno hace no funcionan, pero no por eso hay que dejar de hacerlas. Para ganarse la lotería hay que comprar boletos, sino no se gana. En lugar de especular sobre el futuro, hay que hacer.

Una mirada rápida desde occidente ve a Israel como un país con conflictos permanentes. ¿Cómo se hace para la investigación en tecnología aplicada a la medicina tenga un lugar importante dentro de toda esa realidad?

Foto: Javier Joaquín

Israel tuvo una política -ya sea con un gobierno de izquierda o de derecha- de invertir sistemáticamente en el desarrollo de la educación; y por eso se crearon centros de excelencia con relativamente poco dinero, en donde se promueve y se da espacio al desarrollo de nuevas ideas. Hay una actitud de trabajar para hacer las cosas sin esperar que el gobierno de algo a cambio. Se hace y no se tiene miedo si las cosas salen mal. Es una cuestión cultural no tomar negativamente el haber intentado y que no haya funcionado. La mirada externa es correcta porque el conflicto está, pero el país invierte en su futuro. Con el dinero que conseguimos (que vamos a buscar, porque nadie nos lo da) hacemos mucho más que con presupuestos más grandes. Estamos acostumbrados a estar un poco hambrientos, y eso nos motiva más que si estuviéramos bien alimentados.

¿En qué estado de avance se encuentra la Argentina?

Está en el grupo de los países latinoamericanos en el que, desgraciadamente, se consume tecnología pero no se la produce. Hay excelentes académicos, pero comparativamente somos más consumidores que productores. Claro que también en los países del primer mundo existe algo que se conoce como «el clóset del millón de dólares», que es el lugar a donde van los equipos que se usaron una vez y nada más. Llaman a la prensa, hacen un enorme show y después no hay en qué usarlos, o nadie que sepa cómo. Pasa en todo el mundo, es inevitable. Uno también compra cosas y no las usa o no las utiliza con todas sus funciones.

¿Es más difícil hacer cosas en Latinoamérica que en Estados Unidos o Israel?

Claro, porque las realidades son diferentes. En Estados Unidos existen universidades privadas muy fuertes en las que la investigación está muy arraigada, en cambio en Latinoamérica las privadas no se pueden dar el lujo de hacer investigación a ese nivel, o quizás no quieran. El sistema público tiene institutos y profesionales de excelencia, pero por cuestiones de costos no todo es tan eficaz. Desarrollar tecnología no es necesariamente caro, porque tecnología puede ser software, y eso es básicamente mano de obra. No es necesario tener grandes presupuestos para hacer cosas interesantes. Ese es mi mensaje.

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1896998-la-revolucion-digital-esta-llegando-a-la-medicina

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