A 34 años del desembarco argentino, un grupo de especialistas aborda las distintas aristas que rodean al conflicto con el Reino Unido por el archipiélago. Aquí, un fragmento en el que Archibaldo Lanús propone un avance «paso a paso» para recuperar la soberanía.
Desde 1966, año en que se inician las negociaciones entre las Cancillerías de ambos países, hubo innumerables reuniones, encuentros informales secretos y públicos, grupos de trabajo; se firmaron numerosos acuerdos sobre las comunicaciones, actividades de exploración y explotación de hidrocarburos costa afuera, pesca y muchas otras cuestiones. Se aprobaron nueve resoluciones en la Asamblea General de las Naciones Unidas, hubo muchas declaraciones de apoyo de grupos regionales. En el Comité de Descolonización se aprobaron 32 resoluciones, en la OEA 11 y 18 declaraciones. En fin; no cabe duda que la actividad diplomática en torno de las Malvinas fue, por lo menos, permanente.
En esta obra hemos descripto esa intensa y compleja trama de negociaciones bilaterales y multilaterales. Mientras nuestro país intentó, a través de su diplomacia, lograr avances sobre el fondo del conflicto, los británicos siempre consiguieron evadir el tema central con una excusa u otra -la opinión de los isleños o la oposición política en Londres-, distrayendo y postergando el tratamiento de una agenda que comprometiera a la potencia ocupante. A partir del siglo XXI, como lo hemos señalado, las relaciones bilaterales se han resentido y un verdadero no diálogo se ha instalado entre las partes. La Argentina deberá adaptar su política exterior a los nuevos cambios en el escenario internacional y los paradigmas culturales con nuevos valores y preocupaciones que han emergido en el mundo globalizado del siglo XXI. La Argentina y el Reino Unido deben, necesariamente, negociar. Aunque se avanzara lentamente, a través de acuerdos parciales, se progresaría en el camino hacia una solución global y definitiva.
Nuestro esfuerzo debe estar concentrado primariamente en retrotraer la relación bilateral a su estado anterior al conflicto bélico de 1982, ya que si bien el mismo no ha cambiado la legitimidad de los títulos argentinos con respecto de las Malvinas, sí ha dejado heridas abiertas, que requerirán tiempo para cicatrizar completamente. Por esta razón, la República Argentina debe rápidamente tomar la iniciativa de emprender una actitud positiva y constructiva en la relación bilateral con el Reino Unido y, principalmente con las autoridades de las Islas Malvinas. Nuestro país debería adoptar unilateralmente medidas para recobrar la confianza de la población malvinense, reconsiderar su posición rígida y sentarse a negociar todos los aspectos de la relación bilateral con la presencia de representantes de las islas. Las negociaciones y los avances deberían realizarse paso a paso, concentrándose en una primera instancia en abogar por un restablecimiento de la relación bilateral con los «malvinenses» en todos los campos para dar claras demostraciones unilaterales de buena fe e incluir actividades compartidas de interés común, para luego ir avanzando en temas referidos a los recursos naturales y finalmente abordar, en aras de su reconocimiento final, el tema de la integración de las islas a nuestro país. No todos los conflictos se pueden resolver y no todos los diferendos pueden ser procesados de manera bilateral en el corto o mediano plazo.
No se tiene conocimiento de una propuesta o contrapropuesta argentina en estos años. El gobierno argentino debe trabajar en una propuesta global, que abarque varias etapas de implementación y le permita recuperar o integrar a las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur al territorio nacional, en un plazo que sea políticamente aceptable. La propuesta deberá presentarse en un contexto precedido de acciones unilaterales de restablecimiento de confianza mutua y en un marco en el que no se altere el equilibrio de poder de manera brusca ni inminente. En conclusión, la Argentina enfrenta un escenario complejo no solo en lo bilateral por el férreo rechazo del gobierno británico a tratar el tema de la soberanía, sino frente a los isleños, que hasta ahora, ante todas las proposiciones, han manifestado una actitud negativa hacia la Argentina.
No obstante este bloqueo que se ha manifestado en la relación bilateral, existiría a mi juicio un amplio campo de receptividad si se planteara la cuestión bajo otro enfoque. No se trataría de negociar la soberanía como «todo o nada», sino como un estadio al que se llegue luego de un proceso de acercamiento e integración. La atmósfera global del orden mundial y los nuevos paradigmas de conducta que han emergido en los últimos años obligarían al Reino Unido y a los isleños, por lo menos, a conversar sobre una nueva propuesta. El paradigma del encuentro tiene un gran atractivo en la comunidad internacional, con demasiadas muestras de hartazgo frente a la dominación de los imperios y la violencia interestatal.
Aprovechar esta apertura de los isleños dependerá de la flexibilidad, tolerancia e imaginación que tengan los negociadores de la República Argentina y de Gran Bretaña. Las Malvinas forman parte del imaginario cultural de los argentinos. Ese imaginario que fue enriquecido por el heroísmo de los combatientes cuya memoria debemos honrar, porque se comprometieron con la Patria y algunos dejaron su sangre por esta causa nacional. Debemos, desde ambas partes, superar prejuicios y temores, abriendo nuestra imaginación para que sea posible consolidar en la región del Atlántico Sudoccidental una zona de paz y cooperación que abra perspectivas para el desarrollo y las potencialidades que allí existen a fin de beneficiar a todas las partes. Debemos asumir con realismo que no es posible seguir sosteniendo por la fuerza un territorio que pertenece por derecho y por historia a una república soberana, agraviando con esa imposición imperial la conciencia nacional de un pueblo.
Es a todas luces conveniente, iniciar un nuevo camino dentro de un marco de concordia y reconocimiento, honesto y de buena fe, de los derechos a la soberanía y la integridad territorial sin desmedro de los intereses y modos de vida de la población allí existente. El conflicto que mantenemos con Gran Bretaña pertenece a la categoría superior de los combates por el territorio que en este caso se identifica con nuestra identidad sobre lo cual ningún pueblo puede claudicar. Somos protagonistas del combate de América por su libertad que ha inspirado nuestra epopeya por la emancipación. Estará presente en la conciencia de todas las generaciones que nos sucedan, en la memoria de nuestros muertos, en el sueño donde yacen nuestros ideales. La recuperación de las Islas Malvinas no es una posibilidad, es destino. Esta será la mejor contribución de nuestros pueblos a la paz y a la seguridad internacional.»
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