Marvin Minsky fallece a los 88 años tras una vida dedicada a la reflexión sobre el pensamiento y el diseño de máquinas capaces de aprender
Marvin Lee Minsky, fotografiado en Madrid, en junio de 2014. Bernardo Perez
Marvin Minsky creía que, en el futuro, los humanos seremos máquinas reparables y los robots tendrán una inteligencia equiparable a la nuestra. Aunque ese tiempo aún no ha llegado, el camino que Minsky inició en la década de los años 50 como uno de los padres de la inteligencia artificial ha cambiado para siempre el desarrollo de ordenadores y otras tecnologías que algún día podrían llegar a cumplir el mayor de sus sueños: tener sentido común.
Minsky murió el pasado domingo en Boston a los 88 años tras una vida dedicada a la investigación, la música y la ciencia-ficción. En 1968, Stanley Kubrick llamó a su puerta para que le asesorara sobre su película 2001, una odisea del espacio, en la que el mítico ordenador HAL se rebela contra sus creadores humanos. Minsky, que estuvo a punto de morir aplastado por maquinaria durante el rodaje, siempre fue un acérrimo defensor de la ciencia ficción para explicar las complejidades de la investigación: “Ayuda a dejar más claras las implicaciones de tu trabajo”, explicó.
Tras servir un año en la Marina durante la II Guerra Mundial, este neoyorquino se doctoró en matemáticas. En 1956 fue uno de los cuatro fundadores del campo de la inteligencia artificial en una mítica conferencia celebrada en el Dartmouth College de New Hampshire. Junto a él estaban John McCarthy, de la Universidad de Stanford y Allen Newell y Herbert Simon, ambos de Carnegie Mellon. Minsky es el único que quedaba vivo.
‘Parque Jurásico’
Tres años después del acto fundacional el matemático creó el Laboratorio de Inteligencia Artificial del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), donde desarrolló casi toda su carrera. Los primeros ejemplos de su trabajo en los cincuenta y sesenta fueron un escáner visual para llevarlo en la cabeza, manos robóticas con sensores táctiles, el microscopio confocal, que aún se usa en biología, o las primeras redes neuronales capaces de aprender.
Uno de los mensajes constantes de Minsky fue que, en esencia, no hay diferencia entre la inteligencia humana y la robótica. Profundizar en el conocimiento del cerebro ayudaría a desarrollar máquinas cada vez más inteligentes que podrían llegar a hacer todo lo que hacen las personas.
Medio siglo después de la conferencia de Dartmouth, a Minsky le sorprendía la poca gente que intentaba entender el pensamiento a un nivel superior. «¿Cómo puede un chaval de tres o cuatro años ser tan bueno en el razonamiento basado en el sentido común que aparentemente ninguna máquina puede hacer?», se preguntaba Minsky en 2006 en una entrevista en Tech Review. La gran diferencia, dijo, es que, cuando los pequeños tienen problemas para entender algo, piensan automáticamente: «¿Qué me pasa?, ¿Por qué estoy perdiendo el tiempo con esto? o ¿Por qué no me funciona esta forma de pensar, habrá alguna mejor?”.
En 1968, Stanley Kubrick llamó a su puerta para que le explicara hasta dónde podrían ser capaces de llegar las máquinas inteligentes
Su trabajo pionero también supuso una transformación revolucionaria en computación, la de convertir las enormes calculadoras que eran los primeros ordenadores en las máquinas versátiles y personales que son ahora. Minsky recibió en vida importantes galardones, como el premio Turing en 1970 y el Fronteras del Conocimientoen 2013.
En una entrevista con EL PAÍS en verano de 2014, el matemático recordó otra de sus contribuciones, cuando inspiró el argumento de Parque Jurásico a Michael Crichton. “Apenas fueron cinco minutos de conversación en la playa de Santa Mónica. Los suficientes para hablar de fósiles, células y dinosaurios”, explicó.
Fuente: http://tecnologia.elpais.com/tecnologia/2016/01/26/actualidad/1453800198_915266.html
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