A los 75 años, es un lúcido analista de la realidad argentina. Dice que idealizar lo que pasa afuera, nos hace vivir en un infierno. Recuperado de algunos problemas de salud, volvió al teatro con su clásico “Salsa criolla”.
Si la de Moria Casán es una «lengua karateka”, la de Enrique Pinti podría competirle en cinturón negro. El actor, el monologuista de la actualidad por excelencia, cumple más de 30 años con una de sus obras, su ya clásico Salsa criolla que se presenta en el Liceo. Con la filosidad verbal que lo caracteriza, no se priva de opinar sobre nada.
Esta obra es como un hit. ¿Es inevitable volver a ella siempre?
Tuve muchas dudas. Después de Salsa…, hice otras cosas también sobre temas de política e historia, y me planteaba si era bueno volver al título emblemático. Pensaba ¿la gente lo embellecerá en su recuerdo? Y después vendrá a verlo y dirá: mmm, no es lo mismo, está viejo.
El riesgo de la idealización…
Sí, claro. Por suerte el año pasado en el reestreno comprobamos que no perdió su efecto ni su vigencia. Los monólogos de entrada y del final narraban antes, en el estreno en el 85, y ahora más o menos lo mismo.
¿Te sorprende esa vigencia?
La realidad argentina es muy cambiante y dinámica pero el ADN es el mismo. Cada país tiene su ADN y su agujero por donde vuelve a meter la pata. Yo he tenido la suerte de visitar varias veces muchos países como España, Italia, Francia, Inglaterra, Estados Unidos y ver las realidades y ver defectos que se repiten.
¿Idealizamos mucho lo de afuera?
Algunos argentinos, sí. Y eso hace más tremendo el infierno en el que uno tiene que vivir. Hay gente que está enceguecida y sobrevalora lo de afuera. Yo, con 75 años, vengo de una época en la que era todo lo contrario. Cuando yo era chico, lo que escuchaba es que no había mejor país del mundo que la Argentina, con un patriotismo un poco inflamado. Y de eso fuimos pasando con los años a ser el peor país del mundo. Y la verdad es que no es ni muy muy ni tan tan. Y además tenemos una costumbre bastante malsana, creo yo, y es que el mismo que te dice a mí no me importa lo que pasa afuera, otro día te dice, esto afuera no pasa. Yo no soy un sabio ni tengo la palabra justa, pero si no te importa lo que pasa afuera, no me compares.
¿Las inevitables comparaciones?
Cuando se habla de países serios, ¿de qué serios me hablan? Son los mismos que han hecho las invasiones más horribles, guerras que les han costado millones de dólares, la muerte de sus hijos. En los Estados Unidos, por ejemplo, hoy en día no han podido erradicar los prejuicios raciales.
Y existe la pena de muerte…
También. Una parte de la sociedad norteamericana es como que no entendió todavía Lo que el viento se llevó. No les entró en la cabeza, y por eso la intención de voto actual para presidente es la de un republicano ultraderechista y racista que da miedo y vergüenza, como Donald Trump. Si un tipo así apareciera acá, no faltaría el que dijera: “¡ja!, sólo en este país”. Pero aparece allá que funciona genial, sí, pero tiene eso y ha tenido cosas horribles. Y podríamos poner otro ejemplo, Bélgica, que era una maravilla y no tuvo la menor prevención contra el terrorismo internacional y ahora tiene un barrio entero que es el más grande de Europa donde hay cientos de posibles terroristas. Hay que ubicarse en el mundo y tenemos la mala costumbre de no hacerlo.
No todo el mundo tiene una capacidad de análisis tan aguda o no se toma el trabajo de hacer una lectura menos superficial.
Hay gente que no tiene tiempo porque está ocupada en mantener a sus hijos y, lógicamente la tienen bastante pesada con su realidad. Los problemas le obnubilan la mente, tienen que resolver lo urgente y uno le habla de la épica, de la Historia. Pero otros podrían y no lo hacen. Es cierto que en la Argentina las cosas quedan en la nada y nunca se sabe nada de nada. Pero también con eso yo traigo a colación el caso del asesinato de John Fitzgerald Kennedy, que nunca se supo ni se va a saber qué pasó. Un magnicidio como ése, ante 300 mil personas al aire libre, con pleno sol radiante de Texas, ¿dónde estaban los helicópteros de seguridad? ¿No detectaron a un señor de camisa negra apuntando desde una ventana a corta distancia? Da la sensación de que estaba preparadito, a lo mejor. O tal vez no había suficiente seguridad. Tremendo error. Pongo ese ejemplo que sucedió en 1963, porque hay gente que no lo vivió y se los cuento para que sepan.
Pero la Historia es fundamental para entender el presente, no es necesario haberla vivido para estar enterado de las cosas.
Desde ya, lo mismo con el tema de la grieta. Vivimos en un país agrietado porque el mundo está agrietado. Y desde hace rato porque si no, no hubiera existido la guerra civil norteamericana, las guerra de Medio Oriente, el horror que fue lo de los Balcanes. Parece que viviéramos en una burbuja. No es para disculpar lo que pasa acá y no deberíaa pasar, es para entender. No se trata de minimizar ni de justificar, pero tenemos que ver las cosas para que no empeoren. Una vez dije “bueno, por lo menos no estamos en Siria” y una persona, no voy a dar nombres, pero se supone es que bien pensante me dice: “Bué, no sé”. Eso es no tener idea de nada. Lo único que hace es profundizar la depresión y la bronca. Lo que tenemos que hacer es pensar cómo solucionar los problemas.
¿Y por dónde sería la solución? Siempre los responsables mayores son los gobernantes, pero ellos están elegidos. Entonces hay que hacerse cargo de eso. Y respetar al resto.
¿Cómo ves la situación actual?
Es un poco revuelta, complicada. Porque, como de costumbre, se hacen cosas que son buenas en principio, pero después se instalan eternamente y así no funcionan. En la política hay gente honesta, pero hay mucha que es inútil y otra tanta que hace política por amiguismo. No quiero ser pesimista, pero siempre pasa lo mismo.
Bueno, tu obra lo demuestra, por desgracia.
Lamentablemente.
El año pasado tuviste un problema de salud, ¿cómo estás ahora?
Yo sufro de diabetes hace 10 años, me cuido pero es una enfermedad que avanza igual y empezás a tener otras derivaciones. Me operaron de la próstata. Y ahora, además, tengo que inyectarme insulina. Pero tengo una alimentación equilibrada, me cuido y me siento muy bien.
¿Cómo te llevas con la edad?
Bárbaro. El único problema es cierta inestabilidad, porque tengo algo acentuado el vértigo. Pero estoy contento. Tengo 75 para 76. Cuando era chico, si llegabas a esta edad eras Matusalem, así que estoy feliz. Me siento con energía y bien de la cabeza, lo más importante. Dejé de fumar en el 88, tampoco soy de tomar alcohol. Mi único lujo es hacer un viaje una vez por año. Con eso, estoy hecho.
Aquel viejo y lejano debnt…
Si bien Enrique Pinti comenzó su carrera actoral a fines de los años 50, su gran popularidad le llegó en los ‘80 con el enorme éxito de Salsa criolla. El estreno de su obra más conocida fue en 1985. Por entonces, la Argentina tenía al austral como moneda legal en curso, en la provincia de Mendoza se registró un terremoto fatal y el presidente Raúl Alfonsín decretó el estado de sitio por seis días, entre otras situaciones que marcaron ese momento.
Aquel hombre vestido con jogging y que subido al escenario largaba su diatriba histórica a doscientos kilómetros por hora, estaba inaugurando su monólogo más famoso. El que narraba la historia argentina desde la reina Isabel La Católica y Cristóbal Colón hasta la bicicleta financiera que preocupaba a los argentinos a mediados de los ‘80.
Hoy, el inicio y el final de la obra están modificados, adaptados a la realidad actual. Algunas cosas son completamente distintas. Y otras, casi las mismas.
Enrique, el casi profesor
Estudió para Pofesor de literatura y lengua castellana. “En realidad no me recibí, pero cursé todo el profesorado y me quedaron cuatro materias que no rendí: latín y griego”, cuenta Pinti. “Haber hecho la carrera me dio una sistematización de cómo estudiar la estructura del idioma, los textos. Me encanta porque siempre fui muy lector. Lo hice para conformar a mi familia, que estaba un poco preocupada por mi futuro y querían que estudiara algo más formal. Lo cursé mientras hacia teatro independiente. Había probado con abogacía, pero no funcionó. Lo del profesorado era ideal porque me permitía seguir con Nuevo Teatro. Eran todas chicas que recién salían del Normal y yo, el único varón. A la mañana era boletero, al mediodía me iba a las clases y a la noche, trabajaba en el teatro como actor”, recuerda.
Pinti seguirá con su espectáculo Salsa criolla hasta abril. Después vendrán unas vacaciones y después una gira. El año que viene, el actor quiere probar con algún clásico para volver al teatro.
En la tradición de los monologuistas
Ahora lo llaman stand up. Pero antes, era simple y llanamente monólogo. Y el teatro argentino tuvo varios exponentes que dejaron su marca. Enrique Pinti se encolumna en esa tradición, que tuvo nombres muy importantes, pero no fue la vertiente más transitada de los escenarios.
Antes de su éxito abrumador con la verborragia histórica de Salsa criolla, otros nombres honraron el género del monólogo, con diferentes estilos. Según el propio Pinti, sus referencias fueron Florencio Parravicini, Pepe Arias y Tato Bores. Todos se refirieron a la actualidad que les tocó vivir de forma más o menos ácida.
Según Pinti, lo que caracterizó a Arias fue el estilo pausado, cansino, modulando cada texto de manera milimétrica, mientras que Bores incorporó el vértigo de la velocidad en las palabras. Si bien su estilo se asemeja más al de Tato, Pinti asegura que su acelerada forma de hablar no es un recurso actoral, sino un modo que forma parte de su personalidad.
Fuente: Clarín – http://www.clarin.com/extrashow/teatro/Enrique_Pinti-Salsa_Criolla-Liceo-reestreno_0_1505249824.html
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