«La tecnología es una especie de yin yang», advierte Alejandro Suarez-Ocaña, autor de libros como Desnudando a Google o El Quinto Elemento. Según cuenta a EL MUNDO, del mismo modo que Internet y las Nuevas Tecnologías ofrecen importantes avances tecnológicos, dichos avances se convierten también en vulnerabilidades. «Los países avanzados tienen cientos de miles de instalaciones sensibles que proteger», explica, a la vez que advierte que esos puntos críticos pueden ser aprovechados por organizaciones terroristas para atacarles, o incluso por otros gobiernos, para espiarles, por ejemplo.
En un mundo donde todo está informatizado, desde los semáforos hasta la electricidad o la bolsa, es muy probable que los ataques terroristas evolucionen por una cuestión de lógica o de egoísmo personal. «Es cuestión de tiempo que consigan tener la capacidad que les permita realizar ataques de este tipo y que los utilicen con el fin de acabar con los mártires y de maximizar los daños», explica Suárez-Ocaña. Según este experto, el crimen empieza a adquirir un sentido diferente y resulta más barato y menos peligroso para los criminales atacar de forma remota, por medio de sistemas informáticos. «Es menos complicado convencer a las personas para que utilicen herramientas tecnológicas para derribar un avión, para envenenar el agua o para atentar contra una central nuclear, que lavarles la cabeza para que se inmolen.
Estos actos terroristas se pueden hacer automáticamente con un ordenador y sin embargo todavía hay gobiernos que tienen seguridad muy pobre en materia informática».
Todo esto puede sonar un poco a ciencia ficción, pero Suárez-Ocaña pone las cartas sobre la mesa y dice que esto ya se ha hecho. «Hay intentos de entrar en centrales de manera diaria. Desde universidades chinas se ha accedido a satélites estadounidenses y le han quitado ese poder al pentágono.
De hecho, los servicios secretos americanos, junto con los de Israel, entraron informáticamente en una central iraní y la volaron al permitir que el reactor sobrepasase los niveles de seguridad», cuenta Suárez-Ocaña.»Vamos a empezar a vivir este tipo de crímenes y debemos estar preparados porque suponen un riesgo mucho más importante», advierte. Además, según explica, un terrorismo de este calado no se puede combatir, pero es obligación de todos los gobiernos prevenirlo, ya sea con espionaje o con buenos sistemas de seguridad. «La ciberguerra contra el terrorismo no es algo efectivo porque el IS es una organización que no depende de la tecnología.
Sólo usan las redes para difundir propaganda. Sin embargo, ellos sí pueden hacer ciberguerra contra países con dependencia tecnológica».Para prevenir el ciberterrorismo, Suárez-Ocaña recomienda a los políticos que aumenten las inversiones en I+D y en seguridad informática, ya que el día a día de todos los ciudadanos y de los sistemas críticos depende de la tecnología.
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