La imagen recorre el mundo. Nico Rosberg, abatido en un sillón, arroja con desgano la gorra que le alcanza su compañero de escudería Lewis Hamilton , quien termina de consagrarse, por tercera vez, campeón del certamen de pilotos de Fórmula Uno. El rostro del alemán resume la impotencia que lo invade, después de entregarle al británico la oportunidad de sellar la temporada, con una antelación de tres Grandes Premios para la finalización del calendario. «No puedo explicarlo. Necesito volver a verlo. Fue realmente duro perder el liderazgo en ese momento, porque entregué la victoria», comentó un dolido Rosberg, que partió desde la pole, tras la suspensión, por la lluvia, de la Q3 de la prueba de clasificación del Gran Premio de los Estados Unidos.
El lamento de Rosberg, la intención de encontrarle una explicación a lo que ocurrió, posiblemente proviene de un hecho ajeno a los pilotos de Mercedes: Hamilton redujo la desventaja frente al alemán gracias al ingreso del Auto de Seguridad, tras el accidente del ruso Daniil Kvyat (Red Bull). En ese momento, Hamilton cambió los neumáticos y atacó a Rosberg, que perdió tracción a ocho vueltas del final y entregó la oportunidad al británico para sobrepasarlo. Fue el instante en que se terminó la carrera, también el segundo en que Hamilton se encaminó para convertirse en el segundo piloto británico en conseguir tres coronas, al igual que Sir Jackie Stewart (1969. 1971 y 1973).
La contundencia de Mercedes durante la temporada fue abrumadora y la pequeña reacción de Vettel (Ferrari) fue contrarrestada con un auto imponente y por un piloto que, con nervios de acero, le sacó los mejores resultados. Porque con inteligencia tensó los nervios de Rosberg, y con las ajustadas maniobras lo hizo con los asistentes y mecánicos. «Este es el mejor momento de mi carrera. Gracias, muchachos», se limitó a decirle por la radio, a quienes estuvieron a su lado. Desde ahí, sin darse cuenta, se unió a leyendas de la talla de Ayrton Senna, Jackie Stewart, Jack Brabham y Nelson Piquet; desde ahí, el excéntrico Miembro del Imperio Británico, que luce cadenas de oro, numerosos tatuajes y peinado con rubio platino, y que se prodiga en las redes sociales, en las que ha convertido en estrella a su bulldog, de nombre Roscoe, contuvo las lágrimas cuando lo entrevistó el cantante Elton John, mientras sonaba la emblemática canción We are the champions, creación de Queen. Porque en Austin, todo sonó a británico.
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