Cada vez se producen en el país y se importan más marcas de cerveza premium internacionales, ofreciendo nuevas opciones a un paladar cada vez más sofisticado.
Desde hace unas semanas, de la planta que la compañía Cervecería Argentina tiene en Zárate, provincia de Buenos Aires, comenzaron a salir las primeras partidas locales Grolsch. La producción local de esta clásica cerveza premium holandesa expande la cada vez más amplia oferta de cervezas de marcas extranjeras, que incluye a las europeas Heineken, Stella Artois, Amstel, Guinness, Warsteiner e Isenbeck, las mexicanas Sol y Corona, la norteamericana Miller, la española Sol de Galicia o la chilena Kunstmann, entre muchas otras. Importadas o fabricadas en el país, la cada vez mayor presencia en las góndolas de marcas globales es la respuesta de la industria cervecera al imparable avance de las cervezas artesanales.
Sebastián Gioacchini, brand manager de Kunstmann, reconoce que ha sido el avance de la cerveza artesanal lo que amplió el paladar cervecero argentino: «Durante muchos años, el mercado estuvo totalmente sesgado por el consumo de litros retornables de cervezas lager, porque no había un desarrollo fuerte en la importación de productos, ni tampoco un desarrollo de variedades ni de segmentos o subsegmentos en el mundo de la cerveza. La aparición de marcas y variedades dentro del mundo de la cerveza artesanal dio la posibilidad al consumidor de probar algo distinto».
El paladar premium crece
Ya sea mediante la importación o la producción en el país, la introducción de marcas globales en la Argentina apunta a llenar esos huecos en el paladar cervecero local creados por el contacto con el inmenso mundo de la cerveza artesanal -que como recuerda Boan, ofrece más de 100 estilos distintos de cerveza-. «El segmento premium sigue creciendo en la medida en que el consumidor aprecia conocer nuevas marcas y nuevas variedades de cerveza. Amstel Premium Pilsener encontró una necesidad en el mercado argentino que no estaba contemplada: una cerveza con más lúpulo, pero con buen drinkability, es decir, intensa sin ser fuerte», comentó Guadalupe Ries Centeno, brand manager de Amstel y Sol, cervezas que actualmente CCU produce en su planta de Santa Fe bajo estrictos controles de calidad: «Con Amstel, por ejemplo, enviamos muestras aleatorias a Ámsterdam para su cata por los expertos, y para análisis de color, aroma y sabor, lo que nos permite garantizar su sabor característico».
Mezcladas en las góndolas de los supermercados, o incluso en las cervecerías, las cervezas globales se confunden hoy con las artesanales ante la mirada del no iniciado. Unas y otras tienen defensores, como así también sus detractores. Pero de lo que no hay dudas es que quien en definitiva se beneficia con el crecimiento del número de etiquetas y de variedades es el amante de la cerveza que ve cómo su abanico de opciones crece día tras día.
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