En 1995 perdió todo. Hasta su voz. Hoy, a los 66 años, dice que recién ahora volvió a vivir.
Parte de tu vida la pasaste en el campo, y ahora te mudaste a una casa con verde. ¿Qué hiciste diez años viviendo en Puerto Madero?
Son etapas. Tenía la reserva ecológica cerca. Siempre me gustaron los primeros edificios que reciclaron en la zona de Puerto Madero. Sesenta metros tenía, un lugar chiquito.
Hace 17 años invertiste mal tu dinero y “quebraste”. ¿Cómo fue perderlo todo?
Por más que yo me defendí con toda la fuerza que tenía y mi fe, no se hizo fácil de pronto llegar a mi casa y no tener nada de nada, y saber que ese lugar me lo iban a rematar. Es más, recuperé mi voz recién hace un año y medio, y grabé mi disco 28. Para mí eso es hermoso. Hoy volví a vivir. A veces, subía al escenario llorando porque no daba más.
¿A qué te aferraste para salir adelante en esa época?
A mis hijos y mi ex mujer. En un show, recuerdo, se acercó un chiquito con síndrome de down, me tomó de la mano y me dijo: “No te caigas, Sergio”. Ese fue un ángel que me puso Dios para que no bajara los brazos y que siguiese luchando. Y así fue. Tenía momentos de éxito y caía. Hasta un momento en que tuve la enorme suerte de ser muy pedido para las publicidades. También estuvo (Marcelo) Tinelli, él me pedía por favor que le haga Te quiero tanto, el tema que cantan las hinchadas en las canchas.
¿Cuál fue el lugar más raro en donde cantaron ese hit?
No sé en dónde no lo cantan. Hace poco, Fito Páez me dijo que viendo tele, escuchó a una hinchada de Indonesia cantando Te quiero tanto. Se puso de moda en el mundo de los DJ, que empezaron a remixarlo. Mi hija Victoria me decía que en los boliches hacían coreografías. En los casamientos y cumpleaños volví a tener un laburo tremendo. Hasta en fiestas bizarras con Lía Crucet. Muy divertido.
¿Cómo fue cantar pese a estar casi sin voz? ¿Cómo reaccionaba la gente?
Eso fue cuando perdí todo. Tenía que trabajar, lo tomara como lo tomara la gente. Así me la banqué 17 años. Vos podés cantar para mil personas, y si hay uno que no te presta ninguna atención, actuás todo el tiempo para convencerlo. “Hace tres temas que no estás viendo lo que pasa acá arriba”, le dije a una chica hace poco que miraba todo el tiempo el celular. “Yo me podría haber caído del escenario y te lo perdías”. Es la era del teclado.
¿Cómo te volvió la voz?
De la nada, como se fue. Terminé con los últimos despelotes financieros que tenía, que empezaron en el ‘95. Cuando quebré, perdí todo, pero no sentí que estaba terminado, nunca basé mi felicidad en tener. Sí en lo que tenía mi corazón para dar. Demostré que sufrí, y conté cosas que me habían dolido. Tuve una abuela que era gigante para mí. De pibe aprendí mucho, era arreglárselas con lo que había.
¿Qué religión seguís?
Soy católico, sigo ese camino. Mucha gente piensa que soy judío, pero no. Incluso toqué mucho en fiestas judías.
¿Cómo se manejan 45 años de carrera, no siempre arriba, pero sí vigente?
Hay una verdad a la que llegué. Uno puede ser un artista, o un virtuoso al que le falta algo. Tratando de que suene humilde, yo siento que soy un artista. Hay muchas cosas que demuestran eso, y me dieron la posibilidad de llegar hasta acá. Si sólo supiese cantar y no se me moviese un pelo, si no llorara con un tema, no hubiese durado.
¿Por qué siempre te manejaste solo, sin managers ni nada?
El otro día lo pensaba. Nunca tuve un grupo de asesores, jamás. Una sola vez contraté a una coreógrafa para el Luna Park. Papá me ayudaba con la carpintería, los escenarios, los fondos… Todo lo hacíamos en la carpintería de mi papá en mi pueblo, Coronel Suárez.
¿Te gusta la carpintería?
A mí no. Papá me tuvo que echar de la carpintería. De verdad. Vino el dueño de una obra, me vio martillando un tornillo y me echó. Más que tocar la guitarra y escribir canciones, no sé hacer nada.
Registrás tus temas con tu nombre real, Omar Hoffmann, ¿A que vino el nombre artístico?
Ya tenía un tema grabado, y no tenía nombre. Los productores no me dejaron usar mi nombre, les parecía difícil que se grabara en el oído de la gente. Después pensé en Dustin Hoffman. El prejuicio de esos tiempos… Los artistas del mundo se cambiaban el nombre. A mi me daba igual, yo quería cantar. Pero a Sergio Denis lo quiero, me dio una carrera de puta madre.
Fuente: Clarín
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