El historiador Osvaldo Barsky explica cómo se fue transformando el sector desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Un análisis a fondo.
“En el 45 había habido una gran caída de la producción agrícola, sobre todo de maíz y cereales, que tenía explicación en cuestiones internacionales -el corte de exportaciones por la guerra entre el 39 y el 46- y en políticas nacionales”, plantea Barsky. “En esas décadas se transformó la estructura agraria, lo cual generó un enorme retroceso tecnológico en el agro. Cuando se funda Clarín el sector estaba muy golpeado”, explica.
El historiador Osvaldo Barsky explica cómo se fue transformando el sector desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
– ¿Cuáles eran los principales productos agrícolas argentinos en aquel momento?
– Los principales productos eran maíz, trigo, lino… carne. El área agrícola rondaría las 18-20 millones de hectáreas, que más tarde, cuando vino la expansión, llegó a 30 millones de hectáreas. La producción llegó a ser bajísima.
Una trilladora de maíz en los sesenta.
– ¿Cómo impactaba esa caída productiva en el entramado rural?
– Los recolectores de la cosecha de maíz, que aun se hacía manualmente, eran la mayor parte de los asalariados del campo en ese momento. A partir de la crisis hubo una caída muy fuerte de la demanda de mano de obra rural. Y cuando, a mediados de la década del 50, llegó la mecanización, esto se acentuó. La llegada de la cosechadora mecánica de maíz fue el último gran impacto sobre la mano de obra rural.
– ¿Cuál era el contexto mundial para la producción de alimentos?
– Mientras la Argentina estaba en un proceso de caída, el resto del mundo estaba en plena segunda revolución agrícola, con híbridos, fertilización, riego, en un proceso de avance tecnológico acelerado. Después de la guerra, Estados Unidos quedó como proveedor internacional de materias primas, dueño del comercio mundial agrícola, que antes no lo era, y nosotros quedamos en el fondo de la historia. Pero todo este desarrollo generó una gran oferta tecnológica para la agricultura de clima templado. Entonces, se trataba de captar esa tecnología y traerla a la Argentina, pero no es algo sencillo, porque los procesos de adaptación a las condiciones locales llevan mucho tiempo.
Mercado de hacienda de Liniers, en los años 50.
– ¿Cómo se logró revertir la tendencia negativa?
– Empezó un proceso de remecanización del campo. En el 52 se instalan las fábricas de tractores en Rosario. A su vez, se empieza a importar genética, básicamente las variedades enanas de trigo que vienen del Cimmyt en México y el maíz que viene de Perú. Es un proceso de importación de semillas mejoradas con más altos rendimientos, a las que hay que montarles toda la tecnología que las rodea. En 1956 se crea el INTA con un destino de recursos importante porque el gobierno tenía otra orientación en la cuestión agraria. Se le asigna un porcentaje de las exportaciones agrícolas, que justo en el 59 empiezan a crecer. Entonces, con eso el INTA puede mandar a mucha gente a formarse al exterior, a Estados Unidos y a Francia, forma personal técnico muy capacitado y asienta una base de investigación y una base de extensión, que empieza a tener impacto creciente en los productores agropecuarios. A su vez, las universidades empiezan a formar cada vez más profesionales, que son la base para lo que vendría. La tasa de crecimiento agrícola más grande de toda la historia argentina fue entre el 60 y el 86, del 4,4 anual. Hubo una transformación muy notable, un cambio generacional motorizado por el INTA y los semilleros privados.
– ¿El cambio generacional abrió el campo a las nuevas tecnologías?
– En las décadas del 60 y 70 empieza un uso de la mecanización mucho más avanzado, con mejoramientos constantes de rendimiento, pero todavía con un uso bastante bajo de fertilizantes. Igual aun había una calidad de suelos que hacía que todo ese cambio tecnológico diera respuestas importantes. Y ahí empieza lentamente la expansión de la soja, que comparado con Estados Unidos se genera tardíamente, en el gobierno peronista del 73, cuando Horacio Giberti era secretario de agricultura. El proceso de adaptación lleva mucho tiempo, hay que hacer inoculantes y un montón de cosas que acá eran desconocidas.
En 1981 el INTA presentó una sembradora neumática de precisión de granos gruesos.
– ¿La soja fue la gran impulsora del crecimiento productivo de las últimas décadas?
– Hasta el 2008 todo crece, no solo la soja. Recién a partir de 2007/2008, la virulencia y la ceguera de la política agraria del gobierno le mete un nivel de retenciones al girasol, el trigo y el maíz que los hace mucho menos convenientes que la soja. La política llevó a una concentración hacia soja infernal desde el 2008.
– ¿Qué transformaciones implicó este crecimiento en la tenencia de la tierra?
– La propiedad de la tierra se va dividiendo a partir de un mecanismo implacable que es la herencia. En los últimos años se dió un fenómeno en el que el productor de 400 hectáreas tenía rentabilidad y reunía capital para salir a alquilar otros campos; entonces parecía que había una reconcentración de la tierra, pero en realidad la propiedad se sigue dividiendo. Cuanto más el sector se desarrolla, cuanto más productivo es, más funciona el mecanismo de herencia. La división de la propiedad es un hecho irreversible, otra cosa es la reconcentración en la esfera productiva.
El ex criadero de Cargill en Venado Tuerto
– ¿Qué lugar ocupa el sector agropecuario en la economía nacional?
– Desde la década del 60, a medida que el sector se va expandiendo, vuelve a estar en el centro de la economía, porque es el principal proveedor de divisas y porque es un motorizador del desarrollo de todas las ciudades intermedias, proveedor de mucho empleo. Este sector es lo suficientemente importante para volver a estar en el centro de la economía. La capacidad de respuesta que tiene el sector agropecuario es infernal, por la gran acumulación de cambio tecnológico que se ha dado.
– ¿Qué cambios habría que hacer en las políticas actuales?
– Todos sabemos cómo se puede salir de esta situación, que es un paquete de medidas, pero lo que no se va a poder hacer es eliminar las retenciones a la soja de un día para otro. Lo que sí se puede hacer de un plumazo es sacar las retenciones en las economías regionales, que son dos pesos con cincuenta y lo están haciendo de pura ideología. Obviamente se pueden bajar las retenciones al trigo y eliminar los ROE. La estructura social pampeana tiene una notable flexibilidad en los acuerdos entre los propietarios del capital, la tierra y el trabajo, que le permite adaptaciones a una velocidad extraordinaria.
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