Unos 13 ceros suprimió la Argentina en su moneda en sólo 18 años de su historia. El Austral pasó de acuñar monedas de medio centavo a billetes de 500.000 con la imagen del ex presidente Manuel Quintana en siete años y el histórico peso ley 18.188 tuvo un billete de $ 1.000.000, rompiendo todos los récords.
Sin embargo, el péndulo de la historia económica local lleva a que hoy la situación sea inversamente proporcional. Ya no hace falta asustar al taxista con la tradicional frase de «no tengo cambio» porque seguramente el billete no alcanzará para cubrir la totalidad del viaje. El billete de $100, el de mayor denominación de la República Argentina, alcanza para pagar un 83% de una pizza de mozzarella de Romario y menos de medio kilo de helado de Freddo, apenas ocho litros de nafta súper de YPF y un «bolsillo» de un jean de marca.
A la Argentina sólo le gana Venezuela con el billete de mayor denominación con menor poder adquisitivo de América latina. En nuestro país equivale a 10,8 dólares oficiales, mientras en la tierra de Nicolás Maduro es de unos 17 centavos. A nivel mundial el valor promedio del billete de mayor denominación es de alrededor de 55 dólares.
¿Qué implica en la economía real? Sobrecostos y riesgos por doquier. En los últimos cinco años, la composición del backoffice de los cajeros automáticos tuvo que adaptarse. Antes, de cada cuatro billetes, uno era de 100 pesos, otro de 50, otro de 20 y el cuarto de 10. Hoy, por cada cuatro billetes; 3,75 son de 100, según admiten en el sector financiero. La cantidad de circulante les generó una demanda adicional a las transportadoras de caudales de lo que en la jerga denominan «expertos en refill». Es decir, camiones especialmente asignados para abastecer a los cajeros de empresas, universidades y shoppings por la demanda adicional que suponen los mayores montos y extracciones. La situación se repite en los bancos que tienen su propia logística.
Los datos son elocuentes. La extracción promedio en 2008 era de $ 80; hoy es de $ 1500. «Un cajero carga hasta $ 800.000 en billetes de $ 100. Esto quiere decir que en 2008 se necesitaban 10.000 extracciones para vaciarlo. Hoy se necesitan sólo 533», revela Miguel Ángel Boggiano, CEO de Carta Financiera. Estos números muestran que hoy un cajero se vacía 19 veces más rápido que en 2008, de ahí que las roturas y demanda de repuestos están a la orden del día.
El también profesor de la maestría en Finanzas de la Universidad de San Andrés hizo un relevamiento sobre las principales monedas a nivel mundial y descubrió que Singapur tiene el billete más grande con un valor equivalente a US$ 7500; el segundo es el de 1000 francos suizos, que equivale a US$ 1070.
BILLETERAS LLENAS
En diciembre de 2007, cuando Cristina Kirchner asumió su primer mandato, la base monetaria (circulación monetaria más cuentas corrientes en pesos en el Banco Central) era de $ 91.612 millones. A julio de este año, es casi seis veces más: $ 520.170 millones. En proporción, los $ 100 vienen ganando por goleada la carrera del share: 66% de los billetes que circulan hoy son de Julio Argentino Roca y Eva Perón. La tendencia lejos está de revertirse: el Banco Central informó un aumento de la base monetaria de 39,9% anual en el mes de julio. Hace un año, aspiradora en mano, era de 17%.
«La ineficiencia que implica que el billete de mayor denominación sea de sólo 10,8 dólares, según la cotización oficial, se da en que se necesita más gasto de papel, mayor cantidad y menos controles de calidad porque la Casa de Moneda no tiene suficiente capacidad de producción», ironiza un alto directivo de una de las principales entidades financieras del país. La búsqueda de proveedores alternativos llevó a importar billetes y a tercerizar la impresión en Ciccone, aun con la causa de esa empresa abierta en la Justicia.
En el ranking de gastos del Central el costo de impresión suele ocupar el segundo lugar, detrás de los Recursos Humanos, revela un ex directivo.
La creciente cantidad de billetes obliga también a destinar cada vez más espacio físico, más máquinas de recuento y mayor cantidad de personas asignadas, además de vuelos al interior. También se incrementa el volumen transportado por los camiones, lo cual hace necesario un número adicional de unidades. Las bóvedas de los bancos quedan chicas y en muchas mesas de directorio de entidades financieras evalúan planes alternativos para escapar al límite de capacidad. Por la ciudad de Buenos Aires y el conurbano circulan por día unos $ 1800 millones en unos 800 camiones de las principales transportadoras de caudales. Y el volumen crece en paralelo a la inflación.
En el sector, de hecho, existe otro índice que es un secreto a voces, y es el del «billete promedio transportado». El valor de referencia surge de dividir la cantidad transportada por el monto total. Hace cinco años, el billete promedio era de $ 60, hoy es de $ 100.
Los niveles de deterioro entre los de $ 2, $ 5, $ 10 y $ 20 son muy superiores a los que se hubieran admitido en otra época. «Mayor tolerancia ante la imposibilidad de reponer», es la máxima de hecho que tienen los transportadores de caudales, que siguen de cerca las nuevas disposiciones del Banco Central para regular su actividad.
«Si el poder adquisitivo del billete es real no hay necesidad de tantas ineficiencias. Hoy necesitaríamos uno de $ 400 para mantener el poder adquisitivo y atender el embate de la inflación», grafica el economista Hernán Lacunza, ex gerente general del Banco Central. Durante los últimos años se acumularon los proyectos para incrementar la moneda de referencia, con Alfonso Prat-Gay y Julio Cobos, como algunos de los impulsores de iniciativas legislativas. Sin embargo, no prosperaron.
La pérdida del poder adquisitivo fue la razón principal para esos proyectos, algo que no admiten desde el Gobierno que insiste en justificar la paradoja de un país con billeteras llenas de bolsillos flacos.
Fuente: La Nación – http://www.lanacion.com.ar/1819479-la-trampa-de-los-100-la-paga-el-que-sigue
Sé el primero en comentar en «La trampa de los $ 100 la paga el que sigue»