Y eso que todavía media un abismo entre las dos Yamaha y Márquez, ahora sí en plenitud, aunque le costaran sudores mantener su idilio con los Estados Unidos. Allí ha ganado todo desde que compite entre los gigantes, siete victorias en siete pruebas en MotoGP. En Indianápolis, cuna de las 500 millas, más dictador aún, pues son cinco años seguidos venciendo (incluidos los dos anteriores en Moto2).
Ayer volvió a firmar el completo, pole, triunfo y vuelta rápida. Aunque sólo pudo batir a Jorge Lorenzo en las últimas vueltas. Tercero acabó Rossi, peleando con toda su experiencia por el Mundial que sigue liderando. Y cuarto Dani Pedrosa, que no pudo echar una mano a su compañero, aunque esta vez sí que presentó batalla.
La carrera resultó un larguísima y agotadora (agobiante calor, pese a la amenaza de lluvia) partida doble, azul contra rojo. Lorenzo y Márquez en cabeza, un poco después Pedrosa, al que no tardó demasiado Rossi en darle caza (partía octavo). Mucha calma al comienzo, pues el cielo desconcertaba. Era como si ninguno de los cuatro pistoleros quisiera disparar primero. Pero estaba claro que al primer fogonazo se desatarían las hostilidades.
Fue el líder del Mundial el que se decidió, ya pasado el ecuador. En la curva dos, por el interior, con suma facilidad, Rossi -siempre de menos a más- se aupó al podio, aunque para no abandonarlo (no lo ha hecho en todo el campeonato, 10 de 10 en el cajón) iba a sufrir bastante.
Poco después apareció la bandera blanca de lluvia, para desatar un poco más los nervios. Todas las motos de mojado preparadas en el pit lane. Aunque el protagonismo en la pareja delantera era el hielo, la frialdad con la que calcaban movimientos, un baile en el filo, de vueltas rápidas y algún susto para Márquez, que no se decidía ante la enorme pujanza de Lorenzo, quien había firmado otra estupenda salida, otra más para su colección.
Mientras Rossi y Pedrosa se enzarzaban, Marc al fin se decidía al ataque, a falta de tan solo tres giros, mazazo definitivo. Una bala le hizo falta y un poco de ‘estrategia’, pues nada más pasar a Lorenzo, al final de la recta de meta, en esa curva uno tan mentirosa, el bicampeón apretó como un poseso para no dejar resquicio. Ya no había opción para Lorenzo, con sus neumáticos desgastados. La baza del balear era la del ritmo y lo bordó con su habitual martillo. Insuficiente la perfección en cualquier caso para acabar con el idilio norteamericano de Márquez.
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