El documental ‘El aula vacía’ pretende ser un aldabonazo visual para que la deserción escolar esté en la agenda pública de los gobiernos y la sociedad civil
Fotograma de trailer del documental ‘El aula vacía’.
Hay películas que te cambian la vida. O por lo menos eso dicen. Para probar la hipótesis, de forma poco experimental, pero práctica, decidí preguntar a mis amigos si había alguna película en esta categoría. La respuesta fue un rotundo “sí”.
Otras películas te salvan la vida, literalmente. Este es el caso de Thin Blue Line. La cinta mostró que Randall Dale Adams, que estaba en el corredor de la muerte, no era un asesino. Tras la película se le hizo otro juicio y salió de la cárcel.
¿Sería entonces posible mostrar de forma cautivadora, no dogmática y con pasión los retos de millones de jóvenes en lugares tan diversos como San Salvador y Montevideo para acabar la escuela, y en menos de dos horas? ¿Podríamos reclutar al mejor talento de América Latina para contar una historia universal con voces locales? ¿Tendríamos compañeros de viaje para esta aventura? La respuesta, de nuevo, fue un rotundo sí. Así nació la película El aula vacía.
Gael García Bernal se convirtió en nuestro director creativo, y con él vinieron 11 fabulosos directores de cine que cuentan 10 diferentes historias desde una óptica muy personal. Por ejemplo, Pablo Fendrik, director de El ardor y La sangre brota, entiende muy bien la importancia de acabar la secundaria. Él no lo hizo, y sabe lo duro que puede ser la vida sin educación. A él le salvó el cine, su pasión, pero reconoce ser la excepción.
Mariana Chenillo, desde México, retrata los obstáculos que enfrentan los jóvenes con discapacidades. En su corto Chenillo cuenta qué pasa si eres sordo en un mundo de oyentes y quieres ir a la escuela. Tras verlo, uno se queda con la duda de si el protagonista es sordo o si el sordo es el sistema escolar al no escuchar las necesidades de los jóvenes.
La violencia, el tema que más preocupa a los ciudadanos en América Latina, tampoco se escapó de El aula vacía. Tatiana Huezo señala cómo la educación es una herramienta poderosa para prevenir la violencia. Pero la trágica paradoja es que, en algunos lugares, hasta las propias escuelas son peligrosas y eso es lo que Huezo muestra en su corto desde El Salvador. Carlos Gaviria, desde Colombia, también investiga los vínculos entre la deserción escolar, la violencia y elbullying. Y va más allá preguntándose qué rol debe jugar el sistema educativo al integrar a los jóvenes que han vivido situaciones de violencia.
El aula vacía no busca cambiarte la vida, pero sí pretende poner su grano de arena para que la deserción escolar esté en la agenda pública de los gobiernos y la sociedad civil. Busca que millones de jóvenes tengan una mejor educación y pasen más tiempo en las aulas aprendiendo, formándose. Déjenme que me corrija: El aula vacía sí busca cambiar la vida. ¿Nos ayudas?
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