Desde el mágico «shock» que la catapultó a la fama, Susana Giménez cuenta en su haber con éxitos en todas los formatos y plataformas: dejó su huella en la historia del cine argentino, protagonizó un sinfín de publicidades, se convirtió en la conductora número uno de la televisión nacional, y también se consagró en teatro. Quizás esta última sea su faceta más desconocida, porque el teatro es efímero y carece de la perdurabilidad que ofrece el registro audiovisual. Pero no por eso su paso por los escenarios porteños fue menos determinante en su carrera. Por el contrario, las tablas le dieron a Susana la posibilidad de demostrar que además de una mujer hipercarismática, sensual y popular, era una versátil actriz, capaz de convencer a una platea de espectadores entrenados -como lo están los porteños- en ver buen teatro. Tras 24 años alejada de los escenarios, esta noche volverá con Piel de Judas, dirigida por Arturo Puig.
Su debut en las tablas fue un año después del shock, en 1971, con Las mariposas son libres. Era la chica del momento, la gran revelación y su inclusión en un elenco de grandes figuras como Rodolfo Bebán y Ana María Campoy respondía más al fenómeno (¿mediático?) que provocaba que a un ojo clínico para descubrir su talento actoral. El resultado, sin embargo, sorprendió. Fue la prueba de fuego para que Susana pasara de ser la modelo más buscada, a una megaestrella.
En 1974 se puso las plumas para La revista de oro, la última revista que protagonizó Nélida Roca. En ese elenco estaban también Jorge Porcel y una jovencísima Carmen Barbieri. Al año siguiente hizo Hay una chica en mi sopa, otra revista con mucha repercusión que estuvo dos temporadas en escena. Luego, en 1977, protagonizó La libélula, y en 1979 volvió a encarar una obra de texto, de los mismos autores de Piel de Judas, Pierre Barillet y Jean-Pierre Grédy: Oro y paja. Para entonces Susana ya era muy famosa y la prensa y los fans la perseguían por todos lados. Por eso, tal como contó recientemente a LA NACION, el éxito de la obra se reducía a lo que pasaba en la puerta del teatro más que en la platea: «Era con Claudio García Satur, Irma Córdoba, Juan Verdaguer. Claudio venía del éxito de Rolando Rivas y tenía que llegar con patrullero y yo, poco tiempo después de Las mariposas son libres y del fenómeno del ‘Shock’, más o menos lo mismo. Es decir, afuera había 300 personas esperándonos y adentro sólo 100. Una mierda. Feísimo».
En los años siguientes, volvió a ponerse las plumas. Hizo temporada en Mar del Plata conNo rompas las olas (1980-1981), en 1982 protagonizó La revista de las súper estrellas, y en 1983, Sexcitante. Ese año sería clave para Susana. Fue cuando le propusieron hacer La mujer del año, el musical que marcó un antes y un después en su carrera. La crítica la aclamó, el público la amó, tanto, que estuvo cuatro años en escena, primero con Jorge Mayorano como compañero y, luego, con Arturo Puig. «Fue un éxito descomunal, nunca hubo una entrada disponible. Fue dar vuelta la página. Venía haciendo mucha revista, que es lo que menos me gustó de mi carrera. Lo hice por dinero, pero nunca fui feliz. Primero porque no soy bailarina y aunque me pusieran autos o aviones para decorar esas coreografías lujosas, no me gustaba. Siempre tenías que mostrarle el culo al cómico para que se burlara. Bueno, así era e igual lo hice. Cuando Mirtha (Legrand) vino a ver La mujer del año me dijo: ‘Tu vida empieza ahora, es antes y después de esto’. Y tenía razón. Me divertí mucho, fue muy agradable. Uno de los grandes motivos del éxito fueron las letras de China Zorrilla. La extraño mucho, la amé con locura. Era única» , recordó Susana en una entrevista con LA NACION.
Desde entonces, los musicales se convirtieron en su especialidad. No es casual que elija inaugurar cada año su programa con un breve clip musical en el que baila, canta y actúa. Al éxito de La mujer del año le siguió Sugar, basada en la película Una Eva y dos Adanes. Allí tenía dos partenaires de lujo: Arturo Puig y Ricardo Darín brillaban en cuadros de tap y hacían una dupla incomparable.
En 1991 llegaría la última obra que hizo antes de este gran regreso: La inhundible Molly Brown. Susana ya descollaba con ¡Hola Susana! todos los días en la pantalla chica y de martes a domingo tenía que subirse al escenario para la obra que le exigía como ninguna otra una máxima atención a complicadas coreografías y letras. Fue demasiado. «Cuando combiné la televisión con Molly Brown casi me muero literalmente ¡Esos bailes country! Estaba en un estado cataléptico, no podía más. Decidí que nunca más haría teatro y tele al mismo tiempo», contó. Y cumplió. A 24 años de aquella decisión, fue Gustavo Yankelevich quien le trajo la propuesta indicada para que la diva se animara a volver a las tablas. Piel de Judas fue un sí rotundo y la expectativa es enorme. Esta noche se develará el resultado de tantos años de espera.
Fuente: http://personajes.lanacion.com.ar/1777228-susana-gimenez-vuelve-al-teatro-las-obras-que-la-tuvieron-en-su-elenco
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