Siete profesionales de la odontología nos cuentan la mayor barbaridad que un paciente les planteó en consulta
«Doctor, tengo pelos en la lengua». ¿Cree que es un chiste? Pues no. Ocurre, como otras miles de anécdotas con las que los doctores podrían escribir libros fascinantes (o terroríficos, según se mire) y que surgen a partir de consultas de pacientes un poco despistados. Esto es una selección de siete de ellas, todas del gremio de los dentistas. O lo que es lo mismo: lo que nunca debería preguntar al especialista, si no quiere que lo tomen por bárbaro.
1. ¿Puede respetar el sarro de mi dentadura?
Una paciente me dijo que su halitosis se debía a que no tenía relaciones sexuales, suficientes y satisfactorias, con su pareja»
Daniela Carranza, odontóloga delInstituto Profesor Sada, recuerda: «Un día acudió un paciente con muy buena pinta a la consulta. Era bastante guapo e iba muy arreglado. Se sentó en el sillón y me dijo que venía a una revisión por si tenía alguna caries, pues sentía molestias en la boca. Mi sorpresa fue que al realizar la exploración, tal era la capa de sarro que tenía, que apenas se le veían los dientes de abajo. No podía creerlo. Cuando le expliqué la necesidad de una limpieza profunda y un tratamiento periodontal para sanear sus encías y valorar si había caries, ya que el sarro impedía la correcta valoración, se negó en rotundo, comentándome que llevaba años sin lavarse los dientes para poder acumularlo. Intenté darle todas las explicaciones científicas para convencerlo de que estaba equivocado y que esa situación originaría la pérdida irremediable de sus dientes, pero el paciente no entró en razón y finalizó: ‘¡Yo soy feliz con mi sarro!». Desde el Instituto Nacional de Investigación Dental informan: «Cuanto más tiempo permanezcan la placa y el sarro (formado por bacterias, mucosidades y otras partículas) sobre los dientes, más daño puede hacer». Las bacterias causan una inflamación de las encías que se llama gingivitis. Cuando no se trata, se convierte en periodontitis (las encías se alejan de los dientes y forman espacios o bolsas que se infectan). Las toxinas de las bacterias y la respuesta natural del cuerpo contra la infección destruyen la dentadura.
2. ¿Influye la falta de sexo en un aumento de la halitosis?
María José Jiménez García, directora del departamento de Periodoncia de la Clínica Ciro de Madrid, rememora este episodio: «Una paciente me dijo que presentaba halitosis y que creía que se debía a que no tenía relaciones sexuales, ni suficientes ni satisfactorias, con su pareja. Le contesté que no había ninguna base científica para esa afirmación y le expliqué cuáles son los mecanismos en la producción de la halitosis, como la degradación metabólica de las bacterias de la cavidad oral, que dan lugar a diversos compuestos que son los responsables del mal sabor y olor. Le recomendé mejorar su higiene oral, un tratamiento a su estado periodontal y la utilización de colutorios específicos para la prevención y eliminación. Esto confirma que en España sigue habiendo una cultura dental deficiente. Vemos muchos pacientes con mala higiene oral, elevado número de caries y presencia de enfermedad periodontal en diversos grados de evolución, así como pérdidas de piezas sin sustitución».
3. ¿Hay combinaciones milagrosas contra el dolor de muelas?
Javier Ortega, odontólogo de Clínica Menorca, nos cuenta su experiencia: «Barbaridades se oyen muchas, pero creo que la mayor fue la de un paciente que acudió a consulta desesperado por un dolor de muelas que no podía calmar. Entendiendo por nada locuras tales como colocarse en la zona una aspirina, echarse vodka por encima y enjuagarse después con gasolina. Sin embargo, lejos de ayudar, la aspirina es un ácido que, aplicada directamente sobre el tejido blando, quema la encía, con serios problemas difíciles de solucionar en el futuro. En el caso del alcohol, lo más probable es que la encía quede enrojecida, con úlceras. Es difícil mantener mucho tiempo un líquido en un punto concreto, lo más normal es que se extienda por la zona y al final se trague. Si lo repetimos tres o cuatro veces, al final el dolor no desaparece, pero ya no eres consciente de él por el estado de embriaguez. Los riesgos de la gasolina no se pueden enumerar porque son infinitos, no solo en dientes, también en encías, mucosas y boca en general». Moraleja: no busque soluciones en foros de Internet.
4. ¿Quién quiere un blanqueamiento dental, teniendo limón y bicarbonato?
Dory Sánchez, directora de la Clínica Rosales, explica: «Nos venían muchos clientes con los dientes totalmente deteriorados porque habían estado durante años frotándoselos con limón para blanquearlos, y eso es una auténtica barbaridad, como cepillarlos con bicarbonato. Este tipo de hábitos lo que hace es dañar el esmalte, en ocasiones, de un modo irreparable. Cada vez hay más cultura dental, pero todavía queda mucho camino por recorrer». Por cierto, el 22% de españoles se cepilla los dientes menos de dos veces al día y la duración del acto no alcanza los 2 minutos recomendados, según la encuesta europea sobre salud oral Wrigley y GSK.
Venían muchos clientes con los dientes totalmente deteriorados porque habían estado durante años frotándoselos con limón para blanquearlos»
5. ¿Me pone un implante dental por menos de 200 euros?
Carlos Álvarez, de la Clínica Sonríe Granada, defiende: «La gente cree que 200 euros es un precio justo para un implante, y nada más lejos de la realidad. Quizá para la pieza, sí, pero hay que añadir estudio, fase quirúrgica, aditamento protésico, corona de porcelana… Una maña elección en los implantes nos puede acarrear muchos trastornos que afectan a la salud y calidad de vida». La Sociedad Española de Periodoncia (SEPA) confirma: «La diferencia de precio radica, sobre todo, en la calidad del servicio y los materiales empleados. Un buen diagnóstico, realizado por un equipo multidisciplinar de profesionales, es un elemento básico para establecer un correcto, adecuado y efectivo tratamiento con implantes dentales». Infórmese pues en el colegio de odontólogos de su ciudad antes de decantarse por una clínica, y dude de las ofertas que anuncian «desde 200 euros…», pues a menudo no incluyen el resto de los servicios básicos.
6. ¿Es esto lo peor que me ha pasado en la vida?
Débora R. Vilaboa, directora de la Clínica Vilaboa y miembro de laAcademia Europea de Estética Dental, expone su caso: «La mayor barbaridad que he escuchado en mis treinta años de andadura profesional es cuando comunicamos a un paciente el plan de tratamiento dental que debía seguir y, completamente en serio, me contesta: ‘A ver si con un poco de suerte me he muerto de aquí a un año y así me evito tener que hacerme nada’. Comprendemos la actitud de ansiedad y miedo ante lo desconocido de algunos pacientes, que los tratamientos requieren siempre un esfuerzo, sobre todo al tener que acudir repetidas veces a la consulta, pero este hombre en concreto, en lugar de preguntar y hablar conmigo, prefiere rechazar el tratamiento pensando que es un sacrificio innecesario. Tenía 48 años, ninguna enfermedad y no estaba bromeando». Según este estudio de estomatología, los factores que desencadenan el temor al dentista son el ruido de la máquina pieza de alta, el visionado del instrumental, las inyecciones y el coste económico de la visita.
7. ¿Me quita todas las piezas, por favor?
Concluimos con la historia del doctor Carlos Gómez Oliver, que en su consulta IA Implantología Avanzada, vivió el siguiente episodio: «Apareció un día una paciente que, después de rellenar la ficha y pasar a consulta, miró hacia ambos lados y hacia atrás. En tono confidencial, nos dijo: ‘Doctor, vengo a que me saque todas las muelas porque me han metido en ellas un microchip, me está espiando la CÍA’. Conseguí convencerla para que viniera otro día a hacerse una radiografía, así sabríamos en qué piezas dentales tenía los chips. Llamamos al teléfono fijo que nos había dado y hablamos con su marido, quien nos dijo que padecía un trastorno psiquiátrico persecutorio”. El dentista acaba valorando la salud dental de los españoles: “Nos falta el hábito de la higiene completa. Usamos cepillo, pero nos cuesta utilizar la seda dental o los cepillos interdentales. Además, espaciamos las revisiones más de lo aconsejable».
Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/02/02/buenavida/1422879069_902295.html
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