La vida sexual del ex director general del Fondo Monetario Internacional volverá a desfilar ante las cámaras el próximo lunes, cuando se inicia el juicio por la conocida como trama del Hotel Carlton, en el que se acusa a Dominique Strauss-Kahn de proxenetismo, delito que le podría acarrear hasta diez años de cárcel.
Junto a otros 13 imputados, entre los que hay grandes empresarios, responsables de este hotel de lujo y el propietario de varios burdeles en Bélgica, el antiguo ministro francés comparecerá por formar parte de una presunta red de prostitución que organizaba fiestas sexuales en Lille, al norte de Francia, en París y en Washington. La trama se remonta a 2011, cuando Strauss-Kahn aún dirigía el FMI, y salió a la luz a la vez que el escándalo que acabó con su carrera política: el de la supuesta violación de una empleada del Sofitel de Nueva York.
La defensa del hombre que una vez fue favorito a las presidenciales de 2012 asegura que se puede acusar a su cliente de libertinaje, pero no de prostitución, ya que en ningún momento sabía que las mujeres eran meretrices, y acusan a los jueces de «ensañamiento» fundado en una «motivación ideológica, política y moral». Pero para los magistrados de Lille, ante los que se sentará el lunes, es imposible que Strauss-Kahn ignorara que las mujeres que se le presentaban en estas fiestas eran prostitutas remuneradas, y que de hecho él era una pieza central en esta trama, el «eje principal» o incluso el «rey de la fiesta» en estos eventos.
Investigaciones desde 2011
Las pesquisas del caso comenzaron en 2011 después de una denuncia anónima. La policía judicial pinchó el teléfono móvil de René Kojfer, encargado de relaciones públicas del citado hotel Carlton y de otro establecimiento de Lille, el Hotel des Tours, donde se sospechaba que Kojfer proveía de prostitutas a ciertos clientes. Las escuchas sacaron a la luz el nombre de DSK, siglas por las que se conoce a Strauss-Kahn en Francia.
El que ya se ha bautizado como juicio del año ha despertado una gran expectación en Francia. Si hasta hace no tanto se consideraba de mal gusto olfatear en la vida sexual de políticos -algo reservado a la esfera personal-, la progresiva mediatización de la vida privada de los políticos, lo que en Francia definen como “peoplisation”, derivado del término anglosajón “people” para referirse a las celebridades, acapara las portadas.