El paraje turístico por excelencia de San Rafael sufre el escaso apego a la limpieza de sanrafaelinos y turistas que, a diario, dejan toneladas de basura y residuos de toda clase esparcidos en el lugar, como mudos testigos de su falta de cultura ambiental.
En el caso de los sanrafaelinos, este rasgo se nota sobre todo los fines de semana cuando muchos locales salen a pasar el día al aire libre en el predio de la Virgen. Al final de la jornada, se apilan bolsas de residuos, restos de comida y todo tipo de envases, ya sean de plástico o de vidrio.
Los turistas, en cambio, desparraman sus desperdicios en los lugares que transitan, incluida la ruta, y la composición es casi tan heterogénea como el origen de los visitantes.
Según se puede apreciar, hay desde envoltorios de golosinas hasta potes de helado  y botellas de gaseosas, pasando por pañales descartables y latas de distinto tipo. En la ruta, las banquinas son testigos de todo lo que consume en el trayecto y va quedando tirado a un costado, y lo mismo pasa en el río y los espejos de agua.
En el caso del río, se ha dado el caso de inadaptados que esperan el paso de las balsas de rafting en algún recodo para hacer puntería con barro o bolas de lama antes de huir raudamente.
La paradoja es que Valle Grande cuenta con el servicio municipal de recolección que, aunque se presta a diario, no da abasto.
Un párrafo aparte merece el respeto (o la falta de éste) por las señales de tránsito, empezando por la doble línea amarilla de la ruta, los carteles que advierten que la velocidad máxima admitida es de 40 kilómetros por hora, o la presencia de ómnibus de gran porte en el circuito de los cámping y hasta en el Cañón del Atuel, siendo que hay una Ordenanza que lo prohíbe pero que nadie cumple.
En suma, la conclusión es que no se registran más accidentes viales por cuestiones del destino y la conciencia ambiental de la mayoría que concurre a Valle Grande brilla por su ausencia.

El estacionamiento de los vehículos en la zona peatonal como muestra la foto deja en claro que Valle Grande es tierra de nadie y que no solo no hay respeto por los peatones sino que no hay una conciencia vial ni respeto por el prójimo.
Y para remediar esas falencias, la anunciada reinstalación del pórtico en la entrada al lugar es apenas una anécdota y lo cierto es que nada o muy poco podrá aportar a la solución de lo descripto.