Por la distancia y por el espíritu viajero de Federico Dufay (28), es difícil determinar el punto exacto en el que el mendocino se encuentra al día de hoy. Quizás, cuando esta nota sea publicada, su lugar de residencia sea otro.
“Ahora estoy en Novara, Italia, laburando como voluntario y a punto de irme a La Spezia a trabajar como arquitecto -la carrera que aprendió aquí en la provincia- en un estudio. En dos semanas máximo me voy para allá”, advierte, contagiando una energía que empuja a la alegría.
En este lugar de Italia, ubicado a casi una hora de Milán, hace trabajos de todo tipo en un centro de meditación y seminarios; a la vez, está embarcado en un proyecto de arquitectura interior.
“Siempre capacitándome en mi profesión. Experimentando con el bambú y tratando de materializar ideas”, cuenta y adiciona que la experiencia con este material recién esta empezando, porque allí hay mucho y ha propuesto una intervención en el interior de la recepción del lugar en el que trabaja. “Quiero generar un árbol lámpara, o algo parecido”, describe.
Antes de que Novara fuera su hogar transitorio, Fede estuvo viviendo en bien en el norte de Italia, en el límite con Suiza. Allí se encuentra el Lago d’Orta, un pequeño espejo de agua ubicado en un pueblo montañoso, al lado de los Alpes, al que no duda en describir como parecido a Potrerillos.
“Llegué acá con mi bolso, mi guitarra, mis ganas eternas de seguir. Vivo con gente de todo el mundo, ya que es una de las principales políticas de este lugar, un centro de intercambio multicultural, donde estoy haciendo un voluntariado utilizando una recomendable página de internet para viajeros llamada Workaway, en el que cambiás horas de voluntariado -trabajo- por estadía completa”, indica.
Su vida mendocina
La primera parte de esta historia transcurre en Mendoza, más específicamente en San José, Guaymallén, donde Federico cultivó amistades alrededor de la plaza y el club de sus amores, Atenas Sport Club.
Allí hizo la secundaria, en la escuela Hermanas Domínicas, y luego de haber trabajado durante unos años en un bar de la Arístides, empezó a estudiar arquitectura en la Universidad de Mendoza.
“En este momento estoy como en un estado de libertad absoluta”, dice; y agrega: “Esquivando por completo la vida rutinaria que tanto tiempo me acompañó a lo largo de mis estudios.
Es una especie de aventura eterna llena de culturas, colores, sabores, paisajes y caras nuevas, a las que les estoy completamente agradecido porque lo que he aprendido con cada uno de ellos es inexplicable”.
Cuando terminó sus estudios y después de ocho años en una relación, se encontró en un punto de su vida en el cual sentía el deseo de la libertad absoluta.
Recordando esa sensación, relata: “Yo vivía con mis viejos, tenía mi auto, mi casa, mis amigos, mi barrio, mis amores y hasta perros y gatos, como cualquier persona normal. Pero bueno, mi cabeza y mi vida necesitaban un cambio para empezar a saborear la vida desde los más pequeños detalles, y de una vez por todas, empezar a crear mi propio camino”.
El empuje viajero
A los 26 años, Federico armó las valijas. El primer punto que tocó en Europa, con 300 euros, miedos varios pero también ilusiones, fue Granada, en el sur de España.
“Aunque no lo tenía registrado, me encontré con un lugar impresionante y a mi gusto, con amor en el aire y lleno de historia. Una ciudad llena de arte, bohemia y cultura. Fue capital del Reino Nazarí y los Reyes Católicos, donde se levanta una de las obras de arquitectura más antigua y hermosa de España”, grafica. Luego de 8 meses allí continuó viaje por Córdoba, en la misma Andalucía, donde trabajó en un hostel.
Después se fue a Italia, donde con todos los papeles en la mano se lanzó a buscar su ciudadanía italiana. Llegó a Casale Monferrato, en el piemonte italiano, donde estuvo viviendo 2 meses con un amigo del alma mendocino: Facundo “La bolsa” Arboit. “Con él estuvimos espalda a espalda aguantando y buscándonos la vida, hicimos trabajos también relacionados con el interiorismo, murales y hasta muebles de cartón reciclado, una experiencia genial. Donde luego se nos sumó una colega argentina, Macarena Sanchez”, relata.
Lo que sigue es su presente en Novara, previo paso por el Lago d’Orta. Y de toda esta experiencia, el joven arquitecto sigue con una pregunta motivadora como bandera: “¿Si no viajo ahora, cuando lo voy a hacer? Este ha sido el principal motor que me empuja a viajar, y romper con todos los miedos”, finaliza.
Fuente: Los Andes – http://www.losandes.com.ar/article/arquitecto-experimenta-nuevas-tecnicas-con-bambu
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