San Rafael, Mendoza 23 de noviembre de 2024

El nieto de Carlotto y su nueva vida: “El encuentro fue maravilloso”

“Hace dos días sé quien soy o quién no era”, dijo Ignacio, como prefiere que lo llamen. Pidió que su restitución “sirva para potenciar la búsqueda” de los nietos que aún son buscados por las Abuelas.

La “convulsión” tiene que ver con lo que Hurban, de 36 años, músico de profesión, vivió durante las últimas 72 horas, desde que a primera hora de la tarde del miércoles su tía Claudia, hija de la titular de Abuelas y presidenta de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi), le confirmó telefónicamente que es hijo de Laura Carlotto y de Walmir Oscar Montoya. Él estaba en Olavarría, donde reside.

“Estaba tocando el piano en mi casa, tomando mate y comiendo unos bizcochos en un día que parecía ser normal, y recibí el llamado de Claudia: ‘Dio positivo. Sos el nieto de Estela’.

Llamé a mi mujer (Celeste, junto a él y su abuela, en la mesa de la conferencia de prensa), a mis amigos, y desde entonces estoy arriba de un auto -dijo con el permanente buen humor con que habló ante los periodistas-. Y acá, en Buenos Aires, frente a todos ustedes”.

Al día siguiente, el miércoles, el encuentro con la abuela, los tíos y los primos Carlotto, en La Plata. “El encuentro fue maravilloso. Es una familia enorme”, dijo, para de inmediato reconocer que como hombre de campo (sus padres adoptivos son peones rurales), “tengo que desarrollar más eso de los abrazos”.

Pruebas al canto: ante el desubicado y persistente grito de fotógrafos y camarógrafos (“¡Dénse un abrazo!”), el abrazo llegó dos veces, recién sobre el final, luego de que él apoyara su mano izquierda sobre el hombro derecho de su abuela: “Lograste tocarme, lograste tocarme”, bromeó ella.

Y anteanoche, la reunión con la presidenta Cristina Fernández, en Olivos. “Yo charlando con ella, y ella charlando conmigo. Es una persona que yo ya sabía, está muy comprometida con esta causa”.

También con estas 72 horas de “convulsión” tuvo que ver la filtración desde el juzgado de María Servini de Cubría de su identidad (Ignacio Hurban) y su residencia en Olavarría.

“No sabemos quién filtró algo”, dijo él. “Sí, sabemos”, dijo su abuela. La filtración puede tener efectos contraproducentes: es la primera vez entre los 114 nietos restituidos que se difunde su identidad, en contraposición a la reserva absoluta resguardada en los anteriores.

“Feliz”, sin embargo, dijo estar el nieto 114. “Es maravilloso y mágico lo que está pasando. Es una alegría enorme, no sólo por mí sino porque yo sabía que esta respuesta iba a traer alegría a mucha gente. Veo su alegría en sus ojos”, dijo mirando a su abuela materna, rodeado de los familiares Carlotto y de algunos Montoya que viven en La Plata.

¿Ignacio Hurban o Guido (el nombre que su madre quería darle) Montoya? “Me siento más cómodo y estoy acostumbrado a mi nombre, Ignacio, y lo quiero seguir conservando, pero entiendo que hay una familia que hace mucho me llama Guido y para ellos soy Guido”, dijo, con una expresión de ternura, siempre sonriente, “Pacho”, como lo llaman sus amigos.

Calmo y contemplativo con el más de un centenar de periodistas nacionales y extranjeros que colapsaron el primer piso de la casona-sede de Abuelas.

“Espero que esta situación sirva para cicatrizar la herida y para potenciar la búsqueda” de los alrededor de 400 nietos hijos de detenidos-desaparecidos que desconocen su identidad, se esperanzó Ignacio, tras expresar su identificación con la lucha de Abuelas: “Son un acto de amor frente a la vida. Mi vida nunca tuvo un tinte distinto a lo que ellas pregonan. Esta restitución no deja de ser un símbolo. Es una pequeña victoria en una gran derrota”.

Ignacio fue reservado respecto de su adopción por la pareja de peones rurales (Clemente y Juana Hurban) que “me crió en el mayor de los amores”.

Contó que supo que era adoptado el 2 de junio pasado, día de su cumpleaños según su identidad como Ignacio Hurban, “por una serie de azares que signan toda búsqueda”.

Pero comenzó a dudar sobre su verdadera identidad tras un festival de Músicos por la Identidad, en 2010. “Hubo indicios anteriores. Ruidos en la cabeza, unas maripositas que dan vueltas fuera del campo visual. Hay cosas que no las sabés, pero las sabés, y empezás a preguntarte.

Por ejemplo, por qué mi vocación por la música (su padre biológico también lo fue) habiendo sido criado en medio del campo”.

 

“Yo soy Ignacio”

Tiene los dedos entrelazados y no puede evitar frotarse las manos. Luce nervioso, como si midiera ese escenario incómodo y amenazante de cámaras y periodistas de Argentina y el exterior que se gritan entre sí para verlo a él un poco más de cerca.

Sentada a su izquierda, su abuela, a la que conoció personalmente hace apenas cuarenta y ocho horas, pide calma y moderación.

El micrófono, que no funciona bien, no colabora para templar los ánimos. Estela de Carlotto anticipa que no vino a la diminuta sala del primer piso de la Asociación de Abuelas de Plaza de Mayo, en el barrio de Montserrat, para hablar como la presidenta de esa institución, sino para acompañarlo a él, a su nieto.

Entonces, por fin, el hijo biológico de Laura Carlotto y Oscar Montoya toma la palabra y su voz -serena y relajada- echa por tierra la percepción de los nervios.

La procesión va por dentro, dicen. “Yo soy Ignacio…o Guido, porque ella está muy firme con esa decisión”, dice mientras señala -con una sonrisa- a su abuela.

Detrás suyo hay una decena de integrantes de sus dos familias de sangre. “Son un millón, me crié en el campo, lo del abrazo lo tengo que desarrollar”, distiende.

Por: Horacio Serafini – Corresponsalía Buenos Aires / CC

http://www.losandes.com.ar/article/el-nieto-de-carlotto-y-su-nueva-vida-el-encuentro-fue-maravilloso

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