La mayor virtud de las «visiones» (sombrías o no) es que obligan a pensar el futuro de manera sistemática a partir de los datos del presente. Es cierto que son meros ejercicios, pero son valiosos.
La lección clave de la obra de Piketty para nosotros es que el Indec importa. El libro muestra cómo puede enriquecerse el debate democrático si se usa información estadística rigurosa. Lo mejor del trabajo es cómo utiliza la información para argumentar. Por caso, sobre si la remuneración de los CEO refleja o no su productividad.
Los argumentos que aporta son más relevantes para los desarrollados que para los emergentes.
Da muy rápido por sentado que la tasa de crecimiento será baja. Pero para los emergentes: ¿cómo tener una visión sombría luego de dos décadas en que las dos economías más grandes del planeta por población pasaron de «pobres» a clase media alta (China) y clase media baja (India). Nunca en la historia le creció tanto el ingreso en tan poco tiempo a tanta gente. Nunca hubo tanta clase media en el planeta. A América latina le conviene porque valoriza las materias primas y los aumentos de productividad le permiten acceder a bienes sofisticados más baratos.
La estructura social e institucional implícita en los argumentos es muy simple. Le alcanza con la tasa de retorno y la de crecimiento para explicar mucho. Para países como los nuestros estos supuestos se quedan cortos. ¿Cuál es el rol de los recursos naturales y la «maldición» de esos recursos donde el nombre del juego es el del «capitalismo de amigos»? ¿El problema es ponerle un impuesto a la riqueza de los amigos como propone el libro o definir instituciones que impidan la aparición de los Putin?
La demografía juega un rol secundario en el libro y es central para el futuro global. Mira la tasa de crecimiento poblacional, pero no su composición. Buena parte de la fuerza de trabajo del planeta estará en la India, un país joven que no enfrenta la posibilidad de que caiga su tasa de crecimiento como un país viejo.
El autor es economista del Cedes
Por Juan José Fanelli | Para LA NACION






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