Un estímulo fantástico. En el momento exacto. Un paso que provoca entusiasmo, luego de casi un mes sin conocer la victoria. San Lorenzo superó con fútbol, individualidades de peso y confianza renovada a Arsenal por 2 a 0. El elenco de Sarandí exhibió una pálida tarea, al límite de la incapacidad colectiva, justamente su principal virtud.
El último triunfo había sido el 6 de marzo, un sufrido y agónico 2 a 1 contra Rosario Central, también en el Nuevo Gasómetro. Sumó, tiempo después, tropezones en el torneo doméstico y en el campo internacional. Cinco empates y dos derrotas, que lo dejaron maniatado, asfixiado, al grupo en general y a Edgardo Bauza en particular. Hasta anoche: fue una victoria reconfortante, que invita a la fe, contenida en los últimos tiempos. San Lorenzo no depende de sí mismo, pero, al menos, recuperó su viejo estilo.
Los primeros minutos tuvieron el dominio exclusivo del Ciclón. Más punzante, más ingenioso, con Romagnoli y Piatti como estandartes de la cuota ofensiva global, San Lorenzo dispuso de casi todo. De la pelota, de la propiedad intelectual del espectáculo y de un par de situaciones de riesgo. Nacho Piatti exhibió dos ocasiones de riesgo: la primera fue salvada por Campestrini y la segunda voló apenas por encima del travesaño. San Lorenzo era superior, Arsenal retrocedía, mareado, en su propio laboratorio.
Apenas un disparo desviado de Rolle generó un hecho aislado: Arsenal mostró peligro más allá del círculo central. Fue, apenas, una imagen fantasmal. San Lorenzo insistió tanto que encontró la recompensa por la vía de la máxima pena. Penal de Campestrini a Matos. Buffarini, el encargado, estableció la diferencia con un remate cruzado.
Tal vez sin darse cuenta, por unos minutos San Lorenzo se retrasó demasiado. No duró mucho: ese falso estímulo ya le dio dolores de cabeza en varios partidos en los últimos tiempos. Se retrasó, eso sí, algunos metros, dispuesto para lanzarse a los espacios vacíos del contraataque. En uno, Correa eludió a Campestrini y definió con suspenso: González Pírez evitó, en la línea, la segunda caída de su valla.
Con la cabeza puesta en la Copa Libertadores, Arsenal salió demasiado tarde del encierro. No tuvo inventiva, ni lucidez, ni intérpretes apropiados para alcanzar la igualdad. Se expuso, en la mayoría de las ocasiones, con pelotazos cruzados y centros desdibujados, casi siempre finalizados en las cabezas de los zagueros azulgranas.
Resultó, por momentos, un suplicio la segunda mitad, porque San Lorenzo, siempre con el balón bajo su suela, adormeció el espectáculo sin la misma intensidad ni preocupación para derribar el muro adversario. Arsenal fue la imagen de la impotencia: ni una idea se le cayó.
Debió cerrarlo San Lorenzo, por si sucedía algo impensado. Y lo hizo con gran temple: Buffarini comenzó, a pura velocidad, un contraataque sensacional que derivó en un zurdazo bajo de Villalba, que había ingresado por Romagnoli.
Así, San Lorenzo construyó una victoria que lo motiva. Que lo seduce a creer que se puede. Aquí y allá. En donde sea.
Fuente: CANCHALLENA
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