Un informe del Instituto Nacional del Agua (INA) reveló que en el sur de Mendoza es bajísimo el uso de las aguas subterráneas, al punto que las napas están tan altas que afectan a los cultivos y afloran a la superficie.
El Instituto Nacional del Agua (INA) dio a conocer recientemente un informe elaborado por sus especialistas sobre el estado de las cuencas hidrogeológicas de Mendoza explotadas con fines de riego. Uno de los capítulos está dedicado a la zona de la provincia que basa su producción en el aprovechamiento de los ríos Atuel y Diamante, y el texto fue reproducido parcialmente en el diario La Arena de La Pampa aprovechando para recordar el reclamo de esa provincia sobre el río Atuel .
Se trata de la «llanura sanrafaelina», delimitada por el río Diamante por el norte y el río Atuel por el sur. Es una zona con «variados aprovechamientos, todos ellos con derechos adquiridos a través de concesiones», según la reproducción parcial del informe que días atrás publicó Diario San Rafael.
«Actualmente, en la cuenca sur, se riegan aproximadamente 78.200 hectáreas con agua superficial, unas 14.200 de las cuales se encuentran compensadas con agua subterránea», dice el informe. A ellas se suman «unas 1.640 hectáreas regadas exclusivamente con agua subterránea». Esto significa que el 80 por ciento de la superficie se riega sólo con agua superficial (proveniente de alguno de los dos ríos), el 2 por ciento con agua subterránea y en el 18 por ciento restante se hace un uso conjunto.
Los acuíferos de la zona -destaca el informe- «podrían funcionar como embalse natural regulador estacional e interanual», una potencialidad que «ha quedado opacada por los embalses superficiales» sobre los ríos, que en el caso del río Atuel son las represas Nihuil I, II, III y IV, todas en territorio mendocino.
Según el informe, «el volumen de agua subterránea total almacenada se estima en 32.500 hectómetros cúbicos» y su recarga anual «ronda los 1.600 hectómetros cúbicos». Estos son números enormes, muy grandes, y un potencial que, si Mendoza quisiera, podría utilizar en sintonía con el agua superficial y dejar que un abundante caudal llegue hasta territorio pampeano.
«Hay unas 800 perforaciones especialmente orientadas a la extracción de agua subterránea para riego, que explotan los acuíferos», señala el estudio. Penetran tanto la zona de acuíferos libres como confinados y aportes «caudales muy importantes». Los rendimientos más altos se encuentran en la parte correspondiente al acuífero libre y superan los 40 metros cúbicos por hora por metro. En el área confinada se hallan en los 20 metros cúbicos por hora por cada metro de espesor.
El balance hidrológico realizado por el INA arrojó que el bombeo total anual estimado para distintos años está en 120 hectómetros cúbicos, un número que varía según se trate de años pobres o ricos. Este uso, pequeño si se tienen en cuenta los volúmenes de agua almacenada y de recarga anual, tiene cierta incidencia donde algunos agricultores utilizan agua subterránea para suplir los déficits de agua superficial. Pero en general, no se recurre a esta fuente.
El enorme volumen almacenado en el subsuelo no solo es un desperdicio sino que termina por convertirse en un problema ya que hay sectores donde las napas están tan altas que afectan a los cultivos.
Dice el informe: «El flujo subterráneo saliente, calculado para un frente radial de 90 kilómetros que se extiende al este del área con cultivos y para un espesor saturado de 250 metros, indicaría una evidente insuficiencia para transportar toda el agua que ingresa a los acuíferos».
El dato de que Mendoza cuenta con 35.200 hectómetros cúbicos de agua almacenados en el subsuelo de la llanura sanrafaelina es revelador. Significa no solo que tiene una reserva enorme de agua para utilizar sino que la recarga de esa reserva permitiría irrigar miles y miles de hectáreas sin agotar en lo más mínimo el volumen ya existente.
La recarga de un acuífero es el volumen que ingresa y repone el volumen que se hubiera extraído. Una recarga de 1.600 hectómetros cúbicos anuales como la señalada por el INA es un volumen importantísimo. Para tener una aproximación de lo que representa una recarga de 1.600 hectómetros cúbicos anuales basta con pensar que para generar ese volumen se necesitaría un río de 50 metros cúbicos por segundo durante un año completo.
Es decir, la entrada de agua a los acuíferos de la «llanura sanrafaelina» es casi equivalente al escurrimiento superficial de los ríos Atuel y Diamante, de 35 metros cúbicos por segundo uno y de 33 metros cúbicos por segundo el otro.
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